lunes, 22 de junio de 2009

50 EPÍSTOLAS REGRESIVAS

EPÍSTOLA 44

Domingo


Un punto. A veces la tibieza de una lágrima, evaporada al instante, bajo el tormento del asfalto enardecido. Llueve el tiempo. Cada segundo es renuncia. La terrible claridad de la ausencia. Cada vez más distante el tañer de las campanas en el sitio que va quedándose vereda abajo.

¿Qué tengo en el rostro que ofende tanto mi presencia? Es negarlo todo, negar la estridencia de mi cuerpo al tacto de sus yemas. Por ese tacto en mi nuca pensé, supuse, desee que fuera esa una de las dos noche del encuentro. No puedo relatar nada, y no por moral, las imágenes en mi ánima no hallan signo para contenerse.

Es la misma historia donde mi hombre me deja en casa para irse él a hacer su vida, su fiesta, el amor con otra… Es la misma historia donde no he podido quedarme sin él, y además en casa, y además sola. Que debo dejar de aguardar por un hombre que se con-prometa en un proyecto de vida conmigo, me dicen, casi todos, hombres y mujeres, jóvenes y experimentados, amantes e indiferentes, homosexuales y heteroflexibles… Escucho, estoy escuchando con atención, la cabeza recogida sobre mi pecho, para que nadie vea la abstracción miserable del llanto.

Luego (dato empírico): quiere amarme un poeta que pretende morir pronto (ojo DeLira), que en ocasiones el señor caballero entra en periodos místicos, dice, y no hace caso de sus admiradoras, porque a veces se satura de amor y sexo… ¿Cómo podría amarme bajo tales consideraciones? Y no, no valdría la pena vivir en el gozo por vivir conmigo, agrega luego, cuando le hago ver el detalle, y se da cuenta de que en realidad no quiere amarme, quiere morir pronto, hastiado de sexo y amor.

Una fórmula, por favor, para no caer en la tentación de la depresión. Toc-toc: ¿hay alguien en casa?, ¿hay un alma gemela por ahí? Tocar ventanas virtuales como quien toca los acordes de una serenata hipotética bajo el balcón donde sueña el amado. Tocar el cristal de los dígitos como quien tañe campanas a fiesta. ¿Y por qué no, por qué no podemos con-formarnos juntos? ¿O es que huir es perverso placer de nuestras entrañas heridas? Tal vez hubiera o habría que renacer, inocentes las estructuras, flexibles los conductos, en espera la experiencia, como un latido lejano, tibio como un llamado de amor en medio de la oscuridad. Oscuro total. (Hermoso título para espectáculo de arpa láser y pequeña historieta de androides enamorados, hipotético también).

Y es que, a veces, como este domingo hastiado de mediodía, la jornada anda en busca de unos brazos donde refugiar su cansancio. En la fatiga la guardia anda baja, y es menester compañero para velar la entrada de la cueva, librarnos del depredador que cada tanto acude en su intento por devorarnos los misticismos. Y en reciprocidad, la entrega de velar cuando toca el turno. (Si pudiera ser él, si pudiera ser pronto, antes de que todos perdamos la capacidad de ver por los demás, la capacidad de vernos a los ojos).

No es una imagen, queridas, la que he admirado en mi amado amigo. Ha habido posibilidad verídica. Por ello resulta tan caro nuestro extravío. Por eso enloquezco en el auto de guardar silencio. Porque viene a mí esa posibilidad del hubiera, y no me deja escuchar…

Esta soledad no es la que busco. Esta tristeza no es lo que busco.

Guardar y aguardar en el silencio, para escuchar el llamado.

Anclada la razón frente al mando de las palabras. Nada suscribe mi interrogatorio. Y es nada más el vacío, nada más el instante. Y en ese silencio, mi alma llora sus ausencias. Es así: no se contenta con su solitud, quiere compañía para incinerar el tiempo, el alma.

Porque, justo: no reniego, por el contrario, he disfrutado cada tramo de su aroma al enlazar la brevedad de la aventura. Qué dicha. Si justo por eso me hallo ahora al centro del silencio, en veneración por la hermosura que es el amor.

Caballero DeLira: ¡desenmascaraos!, al menos descaraos, vive Dios: ¿Es que habremos de seguir hablando con voz de machín, cuando el creador, a quien tanto convocáis, nos ha dado sortilegios de mujer? Os pregunto con legitimidad, Caballero Anónimo: ¿debemos negarnos, como machines, los placeres del amor?

La Infanta U propone que, en efecto, hemos de abstenernos de emotividades especiales para con ellos; la Duquesa D dice que por eso ella no busca (pero se muere de ganas, ciertas tardes, al anochecer, dice), y vos decís que ni siquiera hay que nombrarlos; yo, instalada en esta tibieza detestable (la náusea, acaso). ¿Y mi Lady? Bueno, Lady I, como siempre radical en sus dulzuras, no ha dudado en lanzarse de cabeza en pos de un vuelo…

Y si Ulises ha zarpado a la mar, y si no estamos dispuestas a tejer tramas exóticas a la espera de su vuelta, ¿no será menester preparar nosotras el equipaje para levar anclas e ir en busca de nuestro amado corazón? A ver si nosotras podemos evadir el canto de los tritones, la seducción de los dioses eróticos de las montañas sin tiempo, los celos alevosos de cíclopes hipnóticos, la tentación de convertirnos en piedra por mirar los ojos de algún monstruo rastrero. A ver: embarquémonos en pos de la fantasía, que en nosotras es siempre con ellos (con él, con el muy distinguido Señor B (de bueno, el bueno, (y también que esté bueno (amén))).

Para vos la epístola, Cabello DeLira, ya que en vuestro afán de intensidades me convocáis a duelo: máscara contra cabellera (aunque, ciertamente, vuestro cabello es de elogiar, querido DeLira). Pero temo que vos insistís en permanecer a la sombra de vuestro Anónimo personaje, y no es tal la crítica, que mismo proceder compete a este trazo lúdico, pero: ¡confesad vuestro travestismo anímico!

Me pregunto, a veces de verdad, por qué no puedo aceptar las convenciones en materias amorosas (ni en otras áreas)… Y me pregunto por qué no puedo aceptar los libertinajes en idénticos menesteres citados… Qué generación indefinida la mía, señor. Para ningún lado nos hacemos, en la medianía nomás (y luego esta sangre semidesértica, carajo).

La obra que he deseado hacer, queridas mías, la hago de a poquito, con más reciedumbre en los últimos dos años. Es simple mi obra, y tan escueta y poca, pero es la que he podido construir. Es claro el camino del oficio, aunque doloroso y lento, pero voy cumpliendo. Más Allá sólo existe Más Allá, por extensiones inconmensurables. O sea que esto es lo que hago, esta palabra sin destinatario. Es todo. Cada punto es punto final. Es todo. Esto es.

Voy caminando sin renunciar por esta línea. Cambio epístolas o leo cartas a cambio de cerveza que les sableo a los mismos amigos que mareo con el monotema crónico…

Porque, veréis, Caballero DeLira, he aquí el recuento al que he llegado ahora mismo: pequeña obra concluida, imprescindibles amigos, noble familia, bellísimo techo, autito compacto, dos perros hermosos, vicios moderados pero en arraigo, dos compus viejitas pero jaladoras, acceso a Internet, crédito en el celular, viajes en perspectiva… Y bien, DeLira, revisad y completad el artilugio de la lista y concededme un poco: me falta el compañero.

Es tan simple, De Lira, que me abruma, me marea la sencillez de la circunstancia. Por ello mi corazón ha delirado con la perspectiva del hermoso encuentro con mi amigo. Por eso me brillaron los ojitos cuando me invitó a hacer la revolución y el amor en un mismo acto de placer creativo… O a eso lo habré invitado yo (y fijaos en la delicadeza con que empleo el modo de mis verbos: decidme si no es femenino el detalle de no comprometer ni pasados ni futuros). ¿O a eso los habremos habríamos hubiéramos invitado más bien nosotras?

A mí sí me gustaría invitar a mi hombre a acuartelarse conmigo en medio de la selva, y hacernos la revolución con frenesí sensual: ¡ha por la causa social, DeLira!!

Pero por el momento corresponde a mi signo renovar sus fortalezas. No puedo pretender mantenerme en la tibieza cuando es de arrojo mi sangre bravía. No puedo pretender mantenerme en la dureza cuando es de fragilidad mi canto, y también mi cuerpo pide su arropo. ¿No necesitar de nadie? No, imposible, no os vayáis, queridas: yo os necesito: sois mi respiración, mi voz, mis musas, la entonación de este adjetivo que también es sustancia. ¿No necesitar de nadie? La referencia de mi madre, la enseñanza de mi padre, la fortaleza de mi hermana, la congruencia incompresible de mi hermano: no os vayáis: yo os necesito, sois mi guía, mi latido, la sustancia de mi carne, el transporte cósmico de mi ser en carne del instante ahora convertido. ¿No necesitar de nadie? Si hasta Dios necesita de sus criaturas para existir. Tanto no dijimos: yo necesito: yo me fundo en lo otro, en el otro, en los otros, para ser, para con-formarme.

¿La soledad? La soledad es el mal augurio de nuestro tiempo corrompido. Estar hablándole a una computadora en vez de acurrucarme a descansar de mí, junto a la respiración de mi hombre, y saber que dos estamos alerta para protegernos del mal. No es posible pensar la unidad (la in-divi-dualidad) sin la dualidad, los dos que crean el tercero que es el amor, que es los tres en uno y es la unidad de sí, en sí, para sí, pero siempre en los otros, con los otros, para los otros. Al final, como bien dice la Condesa L, en el mundo no hay tanto amor como parece. Y nos seguimos vendiendo simulacros, para citar poetas líricos tan amados. Solos ya estamos, haga recuento: falta el compañero.

No, no vamos a morir de amor, y sí, sí nos interesa la situación internacional, por eso mismo: nos falta el compañero. Porque no vamos a morir de amor, no nos va a dar tiempo, compañeros: nos vamos a morir de hambre, de peste, de calor y desconcierto antes de que alguien en verdad pueda morir de amor, lo que se llama morir de amor, que no es quitarle la vida a nadie ni la nuestra propia menos (en ningún sentido de quitar vida: y sigue faltando el compañero de armas blancas, blancas y al vuelo, como vulgares pero siempre eficientes y míticas palomas de paz).

Y de nuestro buen Duque de Efe nada se sabe, sólo que ha partido hacia sus propias mitologías. Auguramos que su silencio, Duque, signifique gozo supremo para vuestras tempestades de oscuridad sin tregua, y que vuelva usted, si vuelve, más liviano, señor mío, le deseamos por acá; pero sobre todo, Duque, recuerde: 1) No tema; es decir: no tópico: no trate de conquistar mujeres con poemas delirantes: carnita y tacto ligero. 2) Vuele, Duque; y no olvide primero enderezar los alerones: derechito y sonriente que así es como se ve chulo de guapo. 3) Las mujeres no son machines; repito: las mujeres no son machines, Duque: atento atento: no son machines 4) Los animales sí tienen sentimientos y razonamiento y, Duque: las mujeres también (nomás que no son machines y más que áridas demostraciones de poder, preferimos abrazos y besos húmedos: y de nuestras preferencias habla nuestra obra). 5) Se le estima. Cambio.

Y, amigo querido, el de las melodías distorsionadas: si no ha habido palabras es porque hay quizá muy poco por decir. Sea como haya sido o sea, lamento la pérdida, eso sí. Y no te la achaco a ti, ni a mí, sólo digo que lamento la pérdida. Porque la imagen que vi entre nosotros fue tan hermosa y tan poderosa que no pude sustraerme a su encanto. Un encanto de imagen, con eres tú un encanto de hombre, a cuya hermosura tampoco pude sustraerme (ni hubiera querido hacerlo). Lamento la pérdida de tan bella perspectiva. Oscuro total. Y porque tu carácter apacible ha moderado mis ímpetus, por ello lamento la pérdida. Y por lo bello de tu tacto, y por tu sonrisa. Y porque en este momento tampoco tengo nada que ofrecerte, ninguna certeza. Y no porque me la pidas, que no lo haces, sino porque me gustaría tener una brillante y hermosísima certeza para ofrecer a eso tan bello que ha existido, y existe, entre nosotros. Qué hermoso lo que me mostraste, por eso lamento no participar ahora de ello.

Yo no tengo ningún problema contigo, amigo. Es sólo que me he enamorado de ti. Y ya no pude verte sólo como mi “amigo”. Hacer lo que llamas tu vida ha implicado mantenerme fuera de tu vida, cada vez más, hasta que en los últimos días de plano ya no supe de ti, de tus cosas, de tu vida… Pues sí, sí quería participar más de cerca, como había sucedido en las propuestas y las acciones de los primeros tiempos. Y sí, entiendo que uno cambia de opinión, como bien me has dicho en varias ocasiones. Y es el corazón quien te dice dónde y con quién estar, eso tú lo sabes muy bien, por eso tienes ese hermoso don de gentes, que le llaman; y como es el corazón, no se le puede engañar, el corazón va donde él quiere.

Pero si es delirante mi presencia porque te distrae de tu vida, y si mis ímpetus por subirme contigo a cualquier escenario, por amor de Dios, resultan en afrenta para tu soledad, y si mi cuerpo que quiere dormir junto al tuyo resulta ser un invasor… Ninguna mujer enamorada quiere ser eso para su hombre amado: una mujer enamorada siempre va a desear entrega, es una ley. Para sostener la distancia que me impones, mi alma precisa mutilar su querencia. Segmentarla epístola tras epístola.

Cada quien sus cosas, dicen; cada quien que se levante como pueda, arguyen; pero de lejitos y sin compromiso, decretan… A ver: si no podemos sostener ni una célula social básica, como la pareja, de dónde sacamos que podemos hacer comunidad. Lo que estamos haciendo como parásitos humanos no parece desmentir mi cuestionamiento (que nomás es pregunta legítima para los estudiosos de lo humano).

Y lástima que los doctores en filosofía anden a la baja, porque estoy enferma de existencia y lo único que me calma el padecimiento son estas recetas. No ha poco le escribí al noble facultativo, presentándole mis síntomas a través de una sencilla representación paródica de algunos supuestos de Nietszche; pero sospecho que el doctor no ha querido tomar mi caso por verídico, pues no he recibido siquiera un desaliento de su parte, debe de creer, junto con el resto, que estoy loca delirante; pero si por ello es que quería yo consultarle, vaya pues con mi pequeña comedia de enredos, pero ¿pos no que es doctor?

Y al menos, Caballero DeLira, reconocedme, orientadme al respecto, y celebrad conmigo: de roce he tocado algún mustio humor...

Este ha sido un domingo de seis días, y es sábado al concluir la carta: ¡tenía razón la maestra Garro!: ¡y no eran ficción los colores de su semana!

Desde algún recuerdo de Más Allá del porvenir.
Señora C.

P.D. para DeLira y Lady I: la florecita inter-textual es para vosotros, que tanto gustáis de la referencia.

2 comentarios:

Carlos dijo...

Me encanta. Hoy logré leer por completo una tus entradas... una gran fuente de inspiración. Si, nuestros tiempos son así, y vamos en buen camino para convertirnos en machines...

Anónimo DeLlira dijo...

ay señora, que no entiende usted, que mi espada està en su funda y mi caballo tiene sed!
Que dias ha que ahogado en uvas transcurro, me escurro, discurro y todos los curros que pueda yo ser,
No, señora, que no entiende usted, que estoy muy cansado y no puedo correr.

què màs quisiera yo, que encerrarme en jaula de cristal
(cuya maravillosa puerta es la luna)
para enfrentarla a usted, máscara contra cabellera,
(más - cara contra cabellera, propondría usted?)
caìdas a dos de tres.

Pero no ve, señora, querida señora, que me suelo romper? que muevo una pierna y truena mi espalda, que levanto un brazo y se me dobla un pie?

No me ve usted cansado, fatigado, hastiado, marcado, pactado, atado, sentado, contracturado, morado, passado, pesado, amasado, transado, espantado, embriagado y encima señalado? no se apiada de mì y me lanza el guante para retarme en duelo? Justo como haría un machín... no me critique usted que yo así nací.

No señora, que no, que no, que no puedo yo en este estado, ni defender mi honor.
Cuanto menos mi travestido humor.
Que no, que no, que no me atormente usted con iniciar el duelo (mejor amenaceme con levantar el vuelo)

Qué puede hacer hoy (usted me lo dio) mi par de dos contra su full de ases? o su quinta de reinas, o lo que pueda bajo la manga usted tener.

veame pues, sòlo pudiendo queriendo intentando imitar su roce de humor y cayendo en versitos anodinos y simplones, a ver si esta vez sí le provoco un espasmo de risa loca. De risa, loca. Mi amiga loca.

...

Me pide un compañero, señora, yo con gusto se lo regalo, al que viene cerca, ya muy cerca, tan cerca que se siente su olor y màs que su olor su paso firme y decidido. (Puede usted creer lo que quiera, pero por algo lo menciona, y es que solo he abierto la boca y esas son las palabras que han fluido) Él está muy cerca, no sé quién es. Pero sus plantas dejan huellas firmes en la arena mientras camina buscandola, màs que buscandola, hallandola.
(Y al decirlo es la misma sensación que me provoca, la de aquel domingo en que me acompañó mientras conjuré al creador por una señal clara y precisa, y juntos vimos cómo se sentó el ángel)
...

Y respecto a mi travestismo y mi Anónimo personaje, exigirá lo mismo de la dama Miaulina? o es una cuestión de género lo que le hace pedir la máscara o la cabellera de tan adorable Caballero DeLlira? Recuerde,nosotros, uno màs uno damos por resultado tres. (de copas, podría ser)

...

Su siempre amigo, el Caballero DeLira, funámbulo de profesión.

pd. no màs tres dias para agarra fuerzas..