martes, 30 de junio de 2009

50 EPÍSTOLAS REGRESIVAS

EPÍSTOLA 43

Dios, quítame el dolor. El dolor de saber que no hay dolor. Lo extraño. Qué extraño. Mi alma es gitana y gusta de seguir las melódicas distorsiones del viento entre los ventanales de asfalto. Tic-tac. Es el tiempo quien rasguña tu puerta como la garra de un demonio. Tic-tac. Es el tiempo quien gime bajo tu cama, a la espera de que duermas para caerte encima y desgarrar tu vientre. Sí estoy bien, y en apariencia mi amado también lo está, eso nos dicen, dan parte por ahí los cortesanos tras las tardes de tertulia y salón de juegos. Que, en definitiva, no se nos ve devastados, a ninguno. Es cierto: nadie se muere de amor. Y sí, amigo, la boca se te llena de razón: qué infinitamente más simple es de este modo: cada quien. Pero qué infinitamente más tibio, también, me resulta. Soy así. Me gustan las grandes hogueras, jugar al hogar, danzar al fuego del ritmo. Por eso te extraño. Por eso me extraño en esa entrega, más bien; la intensidad que ha surgido a tu contacto. Y ahora temo sentirla de nuevo. Sin embargo, ahí está el tic-tac que me indica el camino. Es que, justo, no es feminismo: nosotras no somos la mujer maravilla, somos una mujer, eso estamos diciendo: una mujer, y necesitamos un hombre. El que se desvele a nuestro lado para apoyar la faena, junto a quien hemos de desvelarnos para ayudarle en la propia. Des-velarnos. De-velar-nos. Develarnos los unos a los otros: des.nudarnos los unos a los otros, des-anudarnos los unos a los otros.

Dios, quítame el dolor de saber que no hay dolor, dame serenidad. Yo quería el amor, queridas: el amor está conmigo. Ojalá esta vez sea yo más sabia, mucho más sabia que nunca, para saber guardar silencio. Y no, con mi amigo no se trata de que queramos cosas distintas, queremos lo mismo, sólo que yo lo quiero con él, y él sin mí o conmigo aparte. Así es hoy. Sólo por hoy. Y si de tal modo hubiera sido su actuación y su palabra, yo quizá no tendría ahora esta desazón, o sí. Pero ningún guerrero se conforma con ausencias cuando ha sido invitado a la revolución: un guerrero es carne de cañón, no musa inepta. Lo lamento, lamento en lo profundo que mi alma también sea de guerrero; escuchad, DeLira: tenéis la boca atascada de razón; por eso me aguanto: como los machines. Y porque ni siquiera tengo el amparo del rencor, sólo la tristeza del famoso hubiera… Porque ahora yo quisiera poder aceptar la propuesta de mi amigo hermoso, verlo de vez en vez, cuando se pueda, charlar o hacer el amor y ya, sin mayor trámite; pero no puedo hacerlo, porque vivimos ya otra cosa y el alma no se con-forma con menos. Es así esta alma tontuela, que prefiere quedarse con las manos vacías antes que prostituir de ese modo un amor que es de entrega. Y por eso lo extraño. Y por eso me extraño a mí en tan maravillosa vía.

Por hoy, resguardar el ánima. Esta metamorfosis, queridas, me está costando la gravedad. Quitarle gravedad, para volar. Porque mi amigo tiene razón: está hermosa la vida. Así sea. Así es. Y porque es frágil la vida, nos toca salvaguardar los cristales iridiscentes de la intensidad, amadas brujas.

Nos toca salvaguardar la fe, intentarlo una vez y otra, hasta la crucifixión: revolución, hoy, es decir cuánto nos amamos. Condesa L, es verdad: en el mundo no hay tanto amor como parece, nos toca plantar la semilla, para reforestar los bosques de la comunión entre el hombre y la mujer, entre los unos y los otros: por eso nos travestimos, somos mujeres, feministas, femeninas, madres, hijas, hadas, caballeros andantes, señoras de la calle y machines. Nos toca ofrendar el amor, una y otra vez, aunque caigamos por tierra y en los abismos: tener fe, para que se cumpla la profecía de la Infanta U, y otras generaciones tengan oportunidad de conocer el amor. El amor también es verbo y algunos le llaman Dios, sólo por contemplarnos en una imagen común. Y nosotras, amadas, pertenecemos a una nueva tribu femenina posmoderna global y neoliberalizada a güevo. Formamos un clan, para sobrevivir, frente a los monstruos que acechan nuestras cuevas sin hombre. Sacamos la garra por los hijos que no tenemos, compartimos la ración que nosotras mismas cazamos, juntas recolectamos los pocos frutos de la jornada para regalarnos el dulce de nuestras palabras de aliento. Es el plan B, queridas: sin el señor B; cuál feminismo ni qué mi abuelita en triciclo, como dice mi padre. Falta el compañero, y falta entrañablemente, encarecidamente falta el compañero, Dios, DeLira, Infanta U, Condesa L, Duquesa D, Isthar… No me juzguéis, os lo ruego; no lo juzguéis a él, os lo suplico. El corazón va donde quiere ir, nada lo obliga, nadie puede forzarlo. Y mi corazón está con mi amigo y con vosotras…

Por rumores que atraviesan el tiempo y llegan provenientes de las tertulias de la corte de nuestro mítico Reino de Voz, sé que mi amigo ha vuelto a tierra nuestra. Perdonad todos, también tú amigo, pero no está mi alma para contemplar presencia tan amada. No puedo todavía. Casi me avergüenza decirlo. Pero es mi deber declarar todos mis bienes frente a la hacienda celestial de vuestra corte Real. Y voy a lamentarlo las horas que sea necesario que así fluya el llanto. Es el agua que todo lo purifica y hace brotar la semilla de la tierra. Hoy hay que llover-se. Me ancla la silla por el tendón de las vocales. Hay parálisis general de mis sustancias. Necesito soltar amarras. Soltar el nudo que amarra las velas a la verga e izar los sentidos al tiempo. Silencio.

Dice mi pretendiente, el poeta del sexo y el amor, que el luto se acaba quitándose la ropa, cambiando de hábitos. Pero el luto es también el tiempo de la esperanza, es el tiempo de la espera. El luto es la oscuridad donde el subsuelo protege la semilla.

Por lo pronto, hoy es la jodidera, no hay inspiración desde hace unos días, ando desapasionada. Y en realidad en este momento no se trata de contar con un muso. Pero sí. Un muso inspirador, no un muso inepto. O no. Tal vez no…

Aguardad, queridas, silencio: alguien toca por la otra ventana, vive Dios. ¿Quién puede llamar a estas alturas? ¿Quién ha llegado a visitarme hasta Más Allá?

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Cuanto celebro Oh dulce Señora mía las migajas a prueba de pajarracos y demás insectívoros arrojadas a su andar, que marcaron la pista clara para reencontrarla. Ha sido menester saldar cuentas pendientes por los reinos de la ceguera.
Cuan reveladores estos autos literarios 45, 44, 43, ahí esta todo amada mía, aun cubierto por un delicado manto de filigrana de huizache y sombreado al mezquite. No he titubeado un instante para correr a su encuentro dulce Señora; atraído por su voz tenue, en tono de amor, en tono de Si Mayor. Perfectamente se huir cuando me lo solicitan atentamente pero también se acudir cuando me lo insinúan sutilmente. Ha como decirle una vez mas que estas nubosidades mías se recorren lentamente, e implorarle paciencia una vez más, de nuevo, again.
Cuán razón le asiste, dulce amada mía, habremos de velar juntos a la entrada de la cueva, sus enemigos y los míos querida mía, son los mismos, juntos presentaremos mejor resistencia, o mejor dicho, mejor contraataque. Es una guerrilla no?. Recuerde una cosa mi dama aguerrida, un ejercito (ambos), avanza al paso de su mas lento integrante. Usted es la de las alas.

¡Que la Victoria se rinda ante nuestro amor¡.

A sus pies (y demás extremidades) finísima doncella.

El (Su) orate profesor rural.

Carla Patricia Quintanar dijo...

Amigo!!!!

Anónimo DeLlira dijo...

¡Ah, de palacio!
Vive dios, señora C, un caballo ha llegado, y sobre èl, un mensajero con esta carta en el bolsillo.

www.cazadorfatuo.blogspot.com