martes, 23 de septiembre de 2008


LA CIENCIA TRANSFORMADA EN ARTE

26 y 27 de septiembre 10:00 hrs, Museo Regional. Entrada libre.

¿SABÍAS QUE LOS CIENTÍFICOS Y LOS ARTISTAS SE PARECEN A TI? Aunque algunos se ven muy serios, por dentro conservan el gusto por jugar, es decir: se hacen preguntas, y experimentan; son seres muy curiosos... Y se emocionan tanto como tú cuando descubren o crean algo maravilloso.

El equipo de POESÍA PARA CIENTÍFICOS se ha puesto a jugar con la ciencia. Un grupo de traviesos investigadores, docentes, promotores culturales y artistas han escrito sobre aquello que les apasionan de su trabajo, y quieren compartirlo contigo… VEN A ESCUCHAR SUS HISTORIAS Y A COMENTAR CON ELLOS CÓMO TE PARECEN

lunes, 15 de septiembre de 2008

CINCUENTA EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA

EPÍSTOLA L

Viernes 12, septiembre

Estimado señor B:

Dada la circunstancia de vuestro ofrecimiento en voluntad de asumir el título en el remitente adscrito, sirva la presente para extender la impronta de saldar el rol de palabra al que os habéis comprometido.

Vuestra sábana permanece intacta, y ha sido confeccionado conforme a vuestros requerimientos. Sé que vos coincidiréis en mi estima por convocar el tiempo de hacer efectivo el pago acordado por el oficio que vuestra merced me ha solicitado.

Estimado señor, confío en que al postularse al papel, usted ha leído las letras chiquitas, las más pequeñas, inscriptas en contrato al habla. Atiendo a dicha nomenclatura al decir que, como escenografía, las epístolas han quedado en agrado, la luz del sol cae justo en atmósfera escénica, y es tiempo de dar tercera llamada, señor B.

El público aguarda impaciente, y es a ellos a quienes hemos consagrado el sino del oficio: es hora de que el performance dé comienzo, pues he dejado aquí las epístolas para ir al mar por mi cargamento de sábanas: la utilería está completa y puesta en circunstancia.

No es momento de olvidar el parlamento, habremos de improvisar si es necesario. Corra usted la cortina, que quien dirige es su merced; yo nada más escribo. Y la escena es, usted lo sabe mejor que yo, la síntesis de la acción, como se grita en el cine al punto de rodar.

Yo no soy yo, ya se lo he dicho, yo sería incapaz de decir esta sarta de vulgaridades; a mí no se me ocurriría nunca decir esto; yo nada más represento, soy un papel donde se inscriben las letras de una tal señora C; ojalá fuera yo poeta y supiera decirlo a modo de resultar encantadora, y que el llamado se entendiera en su plenitud sin exigencias, mero vuelo de la coincidencia. Porque sin diálogo, querido, no hay obra. La dialéctica de los sentidos (sensuales y de orientación) es la clave de sol donde resuena el ritmo del arte. Sin dualidad, sin opuestos a cuyo linde referir la trama, no hay obra, mucho menos habremos de aspirar a la maestría.

A estas cartas les falta su respuesta. Sin embargo nada sé de esto que escribo, porque nunca antes lo había referido mi esencia; soy simple relatora de mi estrecha percepción. Y si esa voz no es suya, no importa, pues entonces tal vez sea el llamado en eco desde el canto de los antiguos.

Llego con ésta a la quincuagésima epístola, ha logrado mi espíritu su manda en afán de renovación: arrojar todos los signos al senote primigenio, que sus aguas desvanezcan el recuerdo y se haga el vacío que ha de ser colmado.

Cincuenta epístolas de amor a la distancia.

Conté hasta cincuenta cartas en la baraja; es tiempo de la cuenta regresiva, señor B; y, curiosamente, como en el espejo, el cálculo inicia en cincuenta para luego descender la escala de sus ritmos. ¿Qué suma le da a usted? ¿Cuál des-cifra arroja vuestra incógnita cabalística? A mí: churriguerescos árabes en malabar de triple mortandad: vueltas y vueltas, espirales y pétalos, enramadas en uva edén a mitad de precio en la compra de un impulso.

¿Acaso fui obscena? Ruego vuestra indulgencia si tal fuere la impresión; debéis tomar por cierta mi palabra en lienzo blanco, como bandera de paz. Usted es quien dirige, en su ritmo me inscribo, sin advenimientos a los cuales no he sido convocada. Es cosa de comprender naturalezas, la mía consta de un puñado de palabras: es cuanto he podido ofrecer sin faltar al dictado de mi sangre y sin por ello causar ofensa. Ruego a las musas por que nunca mi palabra le resulte infamia, pues he pasado mil y un vidas para contemplar sentimiento purísimo como el que me conmina a relatarle sin pudor y sin miedo y sin afán.

Contar cincuenta cuentos no ha sido sencillo: pinche Sherezada, estaba cabrona, quien fuera… Pero claro, ella se jugaba la vida en la intensidad de sus palabras; aquí, desde luego, no hay apuestas, salvo que al juego de cartas le llaman también azar, albur (doble sentido, re-flexión de la pausa donde le miro).

Hasta aquí llega mi voz, querido señor B; ha sido un gusto indecible mantener vuestra presencia tras las letras (y el relato trata justo de no-decir, creo yo, así, en creencia, en acto de fe). A las mil y una noches de cuentas no llego: cuando es monólogo se agota el tópico, el tema, no-tema, no se indigne su potestad, pues es correcto así, porque cincuenta días con sus cincuenta noches le han sido ofrendadas al creador a través de vuestro silencio y, sobre todo, por intermediación de la pasión en prisma que le intuyo, en contemplación de los márgenes de oficio que vuestra dignidad a tenido a bien permitirme admirar. Sírvase pues recibir mi agradecimiento por aportar la tinta a los días de renovación.

El placer, necesariamente es mío: he cumplido la palabra dada a mi confianza, muy propia. La señora C se despide de vuestra merced en tan público anonimato. Queda suya la voz en la distancia, pues con vos inicia y con vos concluye la representación.

Desde Nunca Jamás y en recorrido hasta Siempre.

De sí: señora C.

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XLIX

Jueves 11, septiembre

A la Corte Real

Queridas damas de la Real Dignidad: os saludo al arrojar sobre la mesa las cartas que me restan. De nuevo he blofeado con la vida, apuesto mi eterno par de dos contra su quinto de ases: frente a ustedes tenéis lo que he podido decir: nada, casi nada.

Habrá que seguir hablando del señor B, tal como hemos hecho a través de las vidas que nos han sido concedidas. Siempre en su busca. Es acaso que el sentimiento se vuelca verdadero o falso asegún el ánimo en vuelo por el cielo raso del alma. Puede ser. Hoy queremos a uno, al día siguiente es otro el depósito de la imagen. Ella es quien permanece, inmutable en vigor por la entraña de hueco femenino: la imagen.

Es nuestro paso buscar hombre. Porque nosotras somos signo de la renovación de dios. Por eso nuestro sexo se abre para recibir, igual hace nuestro corazón; por ello nuestro sexo se abre para dar a luz. Hágase la luz, dijo; y la luz se hizo de entre nuestras piernas abiertas, como abierto es nuestro corazón que expulsa sueños hacia la claridad.

Quisiera dejar de amar, pero no puedo. Somos la estirpe del amor en pleno. No buscamos el dinero ni el poder: somos hijas de la noche, nuestro vientre contenedor del fruto de la creación. Isis es nuestra madre. Auto-concebimos igual que nuestra patrona Nix; por ello también es nido de monstruos la oscuridad de nuestra caverna: el amor también ocurre a través de su opuesto, el espejo trae consigo su imagen: ambas son, las dos existen: ¿quién habrá de entramar las fuerzas de nuevo en su unidad?

Esta es la fuerza del Toro Blanco, mi Nahual en pasión. Cómo quieren ustedes que no se alborote mi espíritu ante la escenificación de la fiesta brava: un hombre en traje de arlequín, lentejuelas en malla rosada; con su fantasía de baile al vuelo enrojecido. Cualquiera se arroja hacia la espada ante la fascinación del amor, travestido en la feminidad del torero; oculto el amor en la poesía del rito. Es poeta el hombre encantador. Y es mi sino morir sobre la arena, ofreciendo el espectáculo del sacrificio a cambio de vislumbrar la maravilla, un segundo apenas, y es un instante sin tiempo, la llama de la eternidad entrevista, como iridiscencia entre el oleaje, al abrir el pliegue marino de un verso, en el envés del sustantivo, entreverada en el verbo.

Y, entonces, si el amor es la narración de una trama, hemos de buscar en pie los pre-textos: las sogas con que hemos de atar el nudo que otorga el sentido, el porqué, el hacia dónde: el foco narrativo puesto en la sordera de sus ojos. Es la percepción de nuestra subjetividad quien alumbra el escenario para dar un efecto ahora, una transición aquí, la ilusión destacada a la izquierda y al fondo, junto a la tradicional ventana de lluvia en alborada.

En nombre del verbo justifico la blasfemia de nombrar. Ábrase el cielo al final de la frase, y que cada quien vislumbre el suyo reino del placer.

Señor poeta: cómo no pensar que es divino su proceder en el oficio. Su palabra hermética abre las puertas del laberinto. Usted me lleva a correr tras la fantasía, y en espiral caer por el terrible pozo que conduce al reinado de las maravillas. Es locura la voz del tiempo en el poeta. Enloquecer de amor. Tener visiones. Escuchar voces. Imaginar personas. Hablar por boca del actante. Ignorar hacia dónde le lleva el planteamiento de su obra. Sucumbir al grito desesperado del relato pendiente, ignorarlo, abandonarlo. Crear de nuevo, esta vez un híbrido, un ser deforme, sin credibilidad alguna.

Lo que nos resulta inverosímil es la vida, por ello intentamos hacer verosímil la ficción. A mí, señor mío, me resulta imposible. Carezco de la disciplina necesaria para darle sentido a la palabra; es ella quien me otorga el rumbo. Me resulta imposible nombrar mis pasos, pues es complejidad el instante, tridimensional la red que me sujeta a su influjo arácnido. Poeta araña, muerde, lame la flor de la criatura que soy.

La soledad es el cobijo de mis letras. Soy ser de cartografía silente, y no elegí serlo, fue la selección natural: sólo respondo a mi naturaleza, sin posibilidad de huir de ella pues sería huir de mi sombra en el bosque de nunca jamás.

Soy un relato. Por ello la palabra también se llama geografía. Son los accidentes quienes dan textura y nombre a la serranía de la pasión. Me nombro, y soy. Me he creado a mi propia imagen, el imaginario poético del mágico reino de Voz. En voz estamos. Somos habla sánscrita de la metáfora.

Es reproductivo el reino divino de la creación, y en ellos está implícita la sexualidad de la naturaleza: vientre y semilla. Elementos que se penetran para engendrar el fuego, la cadena química que detona la palabra amor.

Venga a nos el reino de la metáfora, luz del incidente, artificio para dar vuelta a la realidad y mostrar el revés, que no siempre es trágica la comedia. Siempre es último el aliento inscripto en el llamado. Soy mujer de palabra. La cumplo en virtud de la cruz que me toca llevar a cuestas, torpe caigo de rodillas antes de llegar a la cima de la ola; desde la altura me arrojo en espuma por borrar la huella de un hombre en la arena de mi historia. Arena de fiesta brava en mar embravecido.

Cúmplase la vos divina en verbo encarnado: hágase el instante.

Bajo vuestros pies, en la sima del volcán.

Señora C.

jueves, 11 de septiembre de 2008

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XLVIII

Miércoles 10, septiembre

Señor B:

Cuando no le perturbe el oficio, reciba mi agradecimiento por vuestra hospitalidad; desearía haber demostrado mejor mi gusto por saludarlo; pero soy apenas una mujer del pueblo y desconozco el protocolo a seguir en Palacio Real; además de mi turbación por las horas de camino en diligencia y aún con la salinidad del puerto y el sueño del recorrido en equipaje póstumo.

Como siempre, mi Lady ha hecho una elección exquisita para la sesión de imágenes al proponer los jardines metálicos de vuestra potestad; mejor lugar para recibir el arribo de mis pasos no pudo existir.

El mensaje que le he hecho llegar con el lacayo electrónico ha tenido por fin atenuar mi falta de cortesía; espero no haber importunado vuestros quehaceres. Reconozco que ha sido modesto arrebato de mi toro blanco, pero observad que se trata de eso mi naturaleza, ningún afán conmina mis palabras que el aprecio por la amabilidad de sus comentarios al referir la obra del corazón que le he entregado; provenientes del ritmo preciosista de vuestra merced, resultan alentadores de las musas.

Mucho agradezco vuestro espejo. Ah, y un bienaventurado no-cumpleaños a usted ya que estamos en el reino de azogue de tan vulgar Alicia. Soy mujer de palabras: he ahí la medi aluna que brilla sobre mi frente, el filo más agudo de mis dagas, el toro blanco en pleno se quita el sombrero frente a vuestra figura: no el tocaría ni con la mirada, para que la visión de la belleza no se desvanezca entre la bruma.

Sé que usted sabe dispensar la furia de mi atrevimiento, porque a usted le crecen árboles en los brazos y a mí plantas en los pies: de seguir enraizando así, surge el bosque. Silencio: no hay que despertar a las musas: están soñando con nosotros.

Con absoluto respeto y admiración.

Señora C.

martes, 9 de septiembre de 2008

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XLVII

Martes 09, septiembre

A quien corresponda:

Los enseres están casi dispuestos. Anoche cayó el diluvio que habría de limpiar la atmósfera para abrir camino al regreso. Muchas son las valijas, pero regreso sin nada. El demonio nunca se va, pero llevamos un mejor trato a partir de ahora. No le vendo el alma, no me la pide. Nos contemplamos como la imagen contempla su cuerpo desde el azogue.

La luz divina da frente al laberinto y ya no es cloaca la voz. El loto en capullo aguarda plácido el momento de abrir sus pétalos al llamado del sol. Quizá no habré de hallar lo buscado, pero ya guardo en mi pecho lo encontrado, y es grande y puro. No sé si mis cavidades serán suficientes para darle abrigo y conservarlo en latencia interna, pero tal es la misión de resguardo que se me encomienda.

He debido echar al mar mis pocas partencias y ya no pertenezco ni me pertenece nada, muchos menos nadie. Soy. Ahora mi mano desabotona las vestiduras, desplaza el calzado de mis pies, las joyas y los adornos caen en tierra y es viento de arena el que hunde las antiguas prendas en el misterio del futuro. Nada he de llevarme, ni el nombre. Ahora mi planta se desenraíza y doy el primer paso, el que me pone sobre la colina desde donde admiro el valle oscuro; en lontananza se abre el toque muy apenas de un lienzo morado. El primer indicio de que me encuentro ya en el reino del fuego, en este mismo sustantivo inicia la Edad del Sol.

Atrás de mí escucho el aullido de las bestias del infierno, me llaman con sus quejidos sinuosos, quieren que me devuelva hacia las furias de sus matanzas, a devorar con ellos las entrañas putrefactas de la inocencia. Eres de las nuestras, murmuran. Te seguiremos, amenazan. Tras de mí siento el aliento espeso, un hilo de baba en rabia cae sobre mi hombro, entre los cabellos de mi nuca siento el filo de su pezuña fría y húmeda: Mi amor, me dice al oído su pestilencia, Sólo yo te amo sin condición y en lo eterno, susurra; No has de hallar a nadie en la ceguera de la luz, estarás muy sola, me dice… Pero no me vuelvo. Arranco mi otra planta de la tierra. Comienzo el descenso al valle.

Desnuda en la madrugada. Señora C.

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XLVI

Lunes 08, septiembre

Queridas Madame K y Lady U:

A vuestros pies los mantos herméticos del signo renovado. No hay palabras nuevas para decir de la dicha el sino; pero blasfemia de impotencia no por el momento, amadas señoras de la luz en luna irradiada.

Continuemos los preparativos para la noche de brujas, vistamos de la sangre el emblema, pues un corazón ha de ser extraído de su habitual estuche para mostrarse en panal de mieles a las ponzoñas del abismo.

Dejemos el hábito de vaporoso blanco. Transformemos el rostro de dulce en furia, el cuerpo de seda en piel de chacal, el espíritu de benevolencia en garra asesina e invoquemos al Nahual poderoso que también nos habita, sobre cuyo lomo trascendamos la noche sexual de nuestra entraña en género femenino. Por hoy no hay susurro sino grito de encomienda despiadada. Vayamos a la noche con la daga en mano, puño de fuego, vientre en pasión latiendo, vayamos en busca del néctar de nuestra naturaleza salvaje, la más primitiva nuestra fuerza. Más de alguno habrá de morir en la cacería, tal es el objetivo al surcar el tiempo oscuro, justo en la más terrible tiniebla, un segundo antes de que la luz nos devuelva a la frágil mortalidad.

Queridas: es ratito de ocio el que ocupamos en ser inmortales, aprovechemos pues, antes de recoger a los hijos, enviar cédulas de empleo y trasigar la tarde terminando el pendiente.

Inmortal en mi tiempo libre va mi espíritu hacia vosotras.

Señora C.

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XLV

Domingo 07, septiembre

Madre Superiora Eme

Es último domingo antes de abandonar la crisálida del convento para retornar a Palacio Real; por ello escribo a usted mis oraciones, en prenda y talismán por recordar las enseñanzas experimentadas en la dicha del resguardo en sus dominios.

Los demonios, Superiora, siempre están al acecho, igual que el monstruo que está afuera, siguiéndonos el rastro para devorarnos cualquier noche. Pero hemos de seguir guardando en santidad el corazón, tal como usted hace respecto de las faenas por conservar el inmueble de su apostolado.

Se me ha concedido conocer las maravillas del puerto, amada Superiora; y es gracias a los místicos recorridos y encuentro que usted a bien ha tenido organizar para deleitar mi estancia y reforzar mi espíritu que ha llegado aquí enfermo y que hoy ha sanado en mayoría.

He podido saborean la tradicional jaiba rellena, los mosquitos me han dejado sus marcas la cicatriz del trópico en las piernas, he visto los cocodrilos en plena calle, un marino ha desembarcado para traer nuevas del otro lado de la tierra y he visto de cerca las naves nodrizas de los extraterrestres que cuidan al puerto de la entrada de los huracanes. He visto las maravillas de su tierra, Superiora; pero sobre todo, he conocido los subterfugios de la noche y de las almas de amistades sensibles en el arte de oficio y vida.

Los reales que le he dejado a cambio de trazar sobre el lienzo la sacrosanta caligrafía de los hermanos herméticos, no compensan la dedicación de usted a tan noble tarea. No me despido, Superiora, pues le espero ya en la mágica tierra de Oz, a donde espero corresponder a la hospitalidad y el refugio de ánimos que usted me ha brindado.

Quede pues la palabra empeñada y el alma atenta a los murmullos del amor a la distancia, querida Superiora.

Beso a usted el hábito (de ser quien es, de su fortaleza y la pasión que entraña su voz)

De usted: señora C.

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XLIV

Sábado 06, septiembre

Mi Lady:

Un barco ha llegado a puerto; y con él, un marino. Las vísperas del viaje que ha de volverme a nuestra mágica tierra de Oz, ha tocado tierra. Pero no se trata del joven Capitán X, como era de suponerse, sino de un pirata en la máxima extensión de la imagen, ex General Brigadier de la Real Fuerza Naval de la Madre Patria, ilustre salvaje quien cuenta en sus años diez exactos más que yo. ¿No le parece ello un signo de cábala antigua?

Él ha cruzado los océanos del cosmos, entre golfos de misteriosas constelaciones; él ha combatido múltiples y tormentosas vidas para acudir puntual a la cita, en el momento justo y en el lugar correcto, bajo un cielo en preludio de tormenta y mi ánima en vaporosa concentración de mí.

Él ha viajado desde universos inmemoriales con la misión de traerme un mensaje proveniente del otro lado del tiempo. Desde las tierras inaccesibles de lontananza, el marino ha venido a decirme que estoy en el rumbo correcto, quién sabe a dónde ni hacia quién, pero en bienaventurada dirección de rumbo el viento.

El marino ha deleitado la tertulia del encuentro refiriendo breves estampas de su paso por las regiones subterráneas de la oscuridad, donde ha debido atravesar, y luego vencer, los cantos malignos de las sustancias alucinantes. Ha llegado luego a la isla de las brujas, donde ha conocido la magia verídica, en la tierra donde la vida no vale nada, en esta tierra nuestra que por dicha virtud ha tomado en patria para vivir su destino de marino errante, y desembarcar en puerto sólo para hablarme, durante unas pocas horas, de mi juventud y mi belleza… Y yo he visto en sus arrugas mis tientos y en sus ojos llenos de fantasmas mis alucinaciones y he comprendido que pocos años habrán de durarme los dones de la piel.

Es así, infanta, que he visto mi reflejo en los años. Hacia el pasado por el salvoconducto de lucidez que me ha hecho saber mi propensión a los placeres de la carne, y es a ello gracia el conocimiento que no me ha permitido trasgredir un cierto límite, y he pasado por las tierras inhóspitas de la oscuridad con pequeña linterna y sin penetrar por mucho tiempo. Hacia el futuro, porque he mirado el tiempo de preludio otoñal en pleno, y el paso incesante de nuestra marcha ha de ser la brisa que corrugue el tamiz de la cubierta.

Ha sido apenas un roce el que ha tocado el marino salvaje, redimido en el acto de absolver a otros de las sustancias tan deseadas y a las cuales hay que resistir; ha sido breve el tacto y breve la palabra; y yo he agradecido mucho la presencia… Pero usted sabe que no me es posible una entrega, pues no está mi corazón en el mar, sino tierra adentro, en el caliginoso semidesierto de mi natalidad. Qué le vamos a hacer, sino guardar respetuoso silencio.

Un beso. Señora C.

domingo, 7 de septiembre de 2008

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XLIII

Viernes 05, septiembre

Amadísima Hermana:

Estoy a unos días de volver al hogar. No he querido escribirle más por temor a complicar más el triste desacuerdo ocurrido entre nosotras, por el cual me encuentro muy consternada; y es de hecho el único incidente que en verdad nubla la razón de mi alma.

Quisiera que usted sintiera cuánto la amo y cuánto es mi respeto por la fuerza y la decisión con las que usted vive. Mucho se lo he mencionado, pero sé bien que la palabra no basta si no halla eco en la sustancia del acto.

Ojalá usted pueda comprender que todo ha sido un grave malentendido, pues nunca es mi intención ignorarla y mucho menos ofenderla; cómo no iba yo a querer ayudarla, hermana, si usted me ha ayudado tanto y si le debo en reales y sobre todo en complicidades; si usted, aunque sea menor en años que yo, es mi ejemplo de grandeza y constancia y practicidad…

Usted dice que yo no veo el gesto que se ejecuta en mi rostro cuando usted me pide algo…Y tiene usted razón plena, hermana: no lo veo. Pero le suplico de rodillas si es necesario que escuche usted lo que es cierto en mí: que no es gesto de desprecio, muy por el contrario, es mi preocupación instantánea al no saber si seré capaz de corresponder a la petición, si mis muy pocas fuerzas y mi torpeza podrán apoyarle del modo adecuado.

Yo sé que usted desespera con mis parsimonias, con mis dudas, con mi carencia de decisión para actuar y con la lentitud de mis reacciones. No es por mal, querida mía, a mí no s eme ha dado su capacidad para ver con claridad y actuar en tiempo y eficacia justas, como usted tan maravillosamente hace.

Es cierto, amada hermana; mi alma es de una fragilidad terrible, y muchas veces ni yo me aguanto. Así que entiendo. Pero invoco a la sabiduría suya para perdonarme si la he ofendido o decepcionado. Yo la amo y me gustaría que usted me amara de nuevo, que haya de nuevo confianza de usted hacia mí; ruego a su paciencia que mire mi mucho amor por usted.

Le mando un abrazo.

Su hermana que la idolatra: Señora C.

sábado, 6 de septiembre de 2008

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XLII

Jueves 04, septiembre

Madame K:

A vuestra misiva llegan tarde mis retro-sesos, pero heme aquí, enhiesta en igualdad la tinta de mis arterias. Pronta estoy a volver al hogar la flama; y es ello razón de atolondramiento, entre rezos de postrimería y levantamiento de adminículos y dispensas de viaje.

No ha llegado del joven Capitán X su buque a puerto, mas ello ha resultado en alivio, pues no está el horno para bollos… Sabe usted, Madame, que he tenido un sueño místico y es verídico mi dicho. Y en él se me ha revelado con mayor intensidad mi temor de acercarme a nadie, querida, pues en mí permanece la impresión de que el amor se va de quien me toca: yo se lo extraigo, se lo quito… Sin querer, muy cierto; pero hay una fuerza extraña, de vampiro o ser maligno, que deshebra las posibilidades en cuanto el tacto de hombre roza mi piel.

Por ello, Madame, me avengo a vuestra palabra sabia al decir que no he de pretender las tormentas ni del agua su reposo. Ya el muy prudente Príncipe de Q mucho ha advertido mi sino de errante. Y es pues quizá el movimiento de esas mismas aguas en cauce que ha de trazar mi ruta. Cuán imposible me resulta pensar siquiera en alguien particular, querida; pues mucho me aterra que la maldición aleje la precaria cercanía. Es así que, antes de volver a la mágica tierra de Oz, estaré en labor de hacer mis votos por renunciar a cualquier aspiración respecto del señor B, Madame, pues no quiero perder la intensidad de artilugio maravilloso que mis reflejos creativos hallan en la obra y en la energía que irradia tan apreciado caballero; pues sé bien que podrían pasar infinitas vidas para encontrar de nuevo admiración y coincidencia tales, como las que a mi alma cautivan ahora, con tanta serenidad como ahora.

He de renunciar, Madame, a mis aspiraciones por salvaguardarle a él, y a cualquier otro, y a mí, y sobre todo por proteger este amor purísimo que ahora siento igual que una inspiración. Son musas, querida, las que han bajado para hablarme de sus melodías, cómo he de renegar de la bondad de una gracia suprema como ésta, insana sería yo si tal hiciera; por el contrario, es bendición, y ante ella me inclino como un sirviente fiel.

Mis votos porque la cicatriz del pasado sea la seña del mapa que ha de guiarnos entre los salvajes y voluptuosos territorios vírgenes del presente (mire usted qué bella paradoja).

En deseo por abrazarla y charlar.

Señora C.

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XLI

Miércoles 03, septiembre

Querida Infanta U:

Me encuentro ya sobre la cuenta regresiva para volver a la comarca de Oz y arribar en fe a Palacio Real (de la divina realidad); y ojalá sepa yo, querida, guardar mi tan grande encomienda de plenitud sin conveniencias.

Vuelvo con mi equipaje de letras en lienzo de sangre impresas. Vuelvo sin proyecto y sin destino, sólo vuelvo como el ave vuela de vuelta al árbol nido. Mi expectativa es que la noche caiga cada noche y que el día se haga al abrir los ojos. No llevo más promesas de sustancia, dulce Infanta, sólo la memoria del dicho enigma hallado sobre la entrada del laberinto, aún sin resolver, pero medito en él mientras ando los pasillos, dibujando fórmulas plausibles para tal vez reconocer la cifra mágica que me ha de llevar al centro mismo de toda ausencia: la serenísima hermana muerte.

No es que haya un cambio radical, es sólo un cambio pequeñísimo, tan apenas que abarca su vapor las muchas vidas que he dejado atrás. Es complejo explicar la sensación del regreso, querida, pues no es dolor ni ansiedad. Se trata de un sentimiento jamás experimentado, para el cuál mis designios no tienen grafía ni voz. Y quizá es mejor no saber nombrarlo, para que mi torpe razonamiento no lo confunda con la determinación de mis vulgaridades, y quede por siempre etéreo: completo: único: el uno.

Así también ha surgido en mí el amor, Infanta; al cual conozco por vez primera, en su unidad sin fracciones ni equivalencias, sin incógnita por despejar, sin división ni raíz ni exponencial. Mi garganta es despeñadero de piedras mientras le escribo esto, pues mi alma se llena de sí, de unas ganas por tocar y besar, por abrir la entraña y mostrar mi vacío sin fronteras… Pero no reclama por nadie mi deseo, Infanta, pues es deseo puro el que la gracia me da; y por este solo momento de sentir sin buscar, vale su peso en oro la soledad, y usted bien sabe cuán pesada es.

De pie frente a la era del sol.

Señora C.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XL

Martes 02, septiembre

Sólo usted comprende:

Cuarentena. Las fiebres han cedido a base de fomentos de ausencia y silencio. Respiro presencia, pues el tiempo se cumple sin aspavientos. Es verdad: no hay bochornoso ni maligno deseo por la imagen del hombre, queda la tenue gasa de la carne y el hueso suyos. Hombre concreto, sin pretensión de amar, pues el amor es propio y se dispensa sin esperar los frutos; sólo la sencilla satisfacción de mantener intacto el canto de las musas al bajar por el rizo de la creación.

Cuarentena. He sabido guardar para usted el calor de mi entraña: tibieza en la piel y lava al rojo en las cavidades luminosas de mi entrega, intensidad maleable la que aguarda por su herrero. Es lujuria contenida y harto contenta la que avienta sus lenguas de flama entre los conductos laberínticos de mis sueños más primarios, el mismo acto salvaje que soñaron mis ancestros, en aquella primera conciencia del llamado aroma de sus manos como bestias en celo.

Nada más poner el cuerpo en la cama y es bufar de toro en sangre al blanco vivo. Herrero de las grecas de hierro en rococó: si tienes oídos, escucha: soy gemido en postración de ti; si tienes ojos, mira: soy pliegue a punto de reventar el continente de sus aguas en pos de ti. Nada más tocar el lecho (el lecho literario de mis sábanas en voz) y es mi cuerpo la sinuosa oración por que se haga la comunión. Amen. Sea. Pues ya mi loto aguarda el llamado de sus perfumes. Ya mi ignorancia busca su maestro. Ya la inocencia del nuevo tiempo anda olfateando el nicho de su perversión.

Visto la túnica del rito vaporoso; sacerdotisa en linterna por las profundidades del deseo, a luz plena de luna en acuario, que de agua también es signo el toro. Cuarentena del alma. Cuarentena del cuerpo. Embiste el impulso de mis metales al blanco vivo. Maleable sustancia de convocatoria. Ábrete Sésamo. Filtros de amor por el tamiz de mis ojos en los tuyos reflejo del divino intento. Herrero de las churriguerescas volutas: aguardo en sabia serenidad, hasta donde topa mi paciencia con el límite de la piel. Herrero de la espada mística de la fe: forja la materia de mis brillos, que son tus manos el filo para abrir el tiempo en cruzada por el santo grial de nuestros cuerpos en alma unidos.

Transcurro en serenidad el tiempo.

Suya: señora C.

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XXXIX

Lunes 01, septiembre

Hechiceras de la noche azul de mar:

Ayer me he descubierto entre el laberinto. El toro blanco ha sido feliz en su elemento: entre muros-sábanas, grafiteados con los signos de quien he sido y seré: el destino, dicen los antiguos, se deduce de aquello que perdura. Me he visto al fin en el laberinto de mis sueños. Rodeada de mí. Es a un tiempo gozo y una pizca de nostalgia por aquellos que han muerto en el camino, sí; pero sobre todo por la claridad y la sorpresa de observar mi muerte en cada instante.

Yo sé que ya puedo irme en paz. Y es quizá la sensación de la muerte la que signa los tránsitos y las volteretas de la rueda eterna. De frente al cielo, de cabeza al infierno; una vez y otra, hasta el final de los tiempos.

Yo he sabido que mis sábanas signan el cruce de las aguas del antes y el después; remolino espiral que me lleva a los abismos oscuros, al reino que se halla bajo el mar, donde todo termina. Y es probable que después de tal instante, no quede en mí más por decir ni por hacer, sino recobrar los tesoros perdidos, las tierras fantásticas y todo cuanto y cuento me ha sido concedido: tiempo de recoger los pasos para entregar en balance las cuentas a la vida, y nada quedar en deuda.

Inicio hoy las diligencias para emprender el camino de vuelta a casa.

Con mi amor en ustedes: señora C.

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XXXVIII

EPÍSTOLA XXXVIII

Domingo 31 de agosto

Querida Lady I:

Que la estrella que muestra el camino le llene con su luz. No desmerezca sus ánimos, querida, pues es pecado la desdicha, y de los mayores. Si usted es brillo pleno, con su energía de campanillas y polvos sutiles de los bosques antiguos.

Ya verá usted el loto abrir su flor entre las aguas de los estanques prístinos del Palacio Real (el real, querida, no el imaginario). Y a sus aromas de perfume saturado de encantos colectados a través de los siglos, el hermoso Fauno habrá de llegar al éxtasis de su travesura; el centauro ha de converger el misterio de su dualidad en su presencia.

Vendrá la cosecha, querida; y por ello hemos de ser sabias para tomar las herramientas de labor y preparar la tierra de nuestra entraña, abrir surco y echar semilla; desbrozar las malas hierbas para que germine el tiempo. Y en el acto de preparación hemos de sabernos plenas: no es el fruto la recompensa, sino el satisfecho cansancio con que nos vamos a dormir tras la jornada en bien concluida.

Vea usted: nada sé de Nadie y Nadie viene a mi encuentro. El señor B permanece en la cúpula crisálida de su mutismo encantador; el bucanero ha desviado sus rutas hacia la ausencia; los músicos reales son meras texturas para calmar la alteración de los sentidos. Pero no importa, mi Lady, nada importa frente al gozo de la entrega que he sido y seré: en la flama de mi intensidad se ha de consumir mi vida, y tal inmolación es la ofrenda para mi dios de eternidad.

Oremos, juntas, querida; frente común para las manos en plegaria por quien apenas vamos a ser, frente común en visión por nuestro mucho amor ofrenda.

Prístina luz a nuestros ojos.

Señora C.

martes, 2 de septiembre de 2008

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XXXVII

Sábado 30 de agosto

Apreciado señor B

Ninguna noticia suya he recibido desde hace treinta y siete días. Muy bien sé que las diligencias son lentas y que en el camino sufren asaltos, que los buques tardan meses en cruzar el océano con su cargamento precioso. Y ruego a las musas por que mis palabras hallen eco de bondad, pues mi extrañeza es por saber si se encuentra usted en bien; mi júbilo será conocer cuál es estado que guardan sus proyectos.

Por acá, el retiro ha sido del todo fructífero; muy contadas salvedades nublan el regocijo de mi alivio. La más, es la tristeza de que mi muy querida hermana se encuentra en disgusto conmigo y no se ha dignado responder las misivas que con fervor le he enviado. Tal situación sí resiente en extremo mi ánimo. No quiero pensar que tal sea el sacrificio por el bienestar del equilibrio que con minucia y paciencia construyo un segundo tras otro.

Por otro lado, el camino de mis letras se topa a cada instante con acantilados y murallas que cortan el flujo natural de mis pasiones inscriptas en tal oficio. Y en parte porque a propósito he vaciado mis referentes; pero también porque tropiezan con bandidos y malhechores que quieren darles uso indigno, y el toro de mi ética se desboca y ataca al perder la paciencia y olvidar por instantes mis votos de serenidad.

Con usted, no, querido señor B. pues a pesar del silencio es mucha mi admiración por las suculencias de las fantasías que usted elabora entre las blancas fojas del bosque místico que circunda a nuestro reino de Oz. Hermoso follaje el que usted evoca. Con usted no, pues esa misma distancia se impone como un dulce cobijo para arropar instintos y hacerlos dormir en paz.

Querido señor B, con gran serenidad le saludo, en oración por que las musas le regalen sus divinos bálsamos por siempre.

Señora C.

lunes, 1 de septiembre de 2008

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XXXVI

Viernes 29 de agosto

Noble Duquesa D:

Comprendo que la crisis que priva sobre las arcas reales afecta en mucho el ánimo, y nuestras posibilidades de guardar el equilibrio se reducen. Comprendo los argumentos del cansancio, cuando el cuerpo renuncia no sólo a los placeres, cuando es deseo apartarse del vértigo cotidiano y no da el cerebro para concordar el tiempo.

Pero, querida, amada Duquesa: no hay vereda, tome usted el pico y yo la pala, la invito a que tracemos el rumbo. En efecto: es peligro de selva y desolación del desierto lo que se alcanza a ver hacia lontananza. Pero, mire usted: dice, cuentan, que en la selva es posible admirar criaturas maravillosas y que muy rojos y violetas son los cielos sobre las dunas. Si por tal hazaña hemos de morir: venga a nosotras la dulce visión del destino.

Respire junto conmigo, que aliento no tengo, pero entre dos y entre tres y entre las que somos, las todas muchas que a cada una habitan, algo de brisa confortante hemos de abanicar.

Comprendo, querida, entiendo bien los signos de la soledad y el temor. Si un lenguaje hablo es tal. Pero, amiga: hoy es tiempo de celebración, porque ya hemos atravesado el tiempo que nos estaba dado construir, como un puente sobre nuestra pasión: todo hemos entregado, no hay reproche ni reclamo por hacer. Venga, querida Duquesa: vino y bailes para no olvidar la esencia del gran dios en nos.

Privilegiada por saberle cerca su alma de mí: señora C.

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XXXV

Jueves 28 de agosto

No lo quiero tocar, ni con el pensamiento, para no convertirlo en bruma con la embestida de mi intensidad en sangre océano, para que no se deshaga la fragilidad del viento musical con que las musas endulzan el imaginario: Dios nos libre de nosotros. Carne roja. Vino tinto. Ni siquiera sé si me atreveré a mirar sus ojos, temo que la maldición de la medusa lo convierta en piedra. Y estatua de sal ya no, nunca. Por eso no lo nombro, para no hacer ruido y escuchar la resonancia, muy apenas, asustadiza, la de sus mil y un nombres de leyenda… ¿Escucha usted? Son plegarias, el murmullo de nuestros antiguos mitos.

En silencio: señora C.

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XXXIV

Miércoles 27 de agosto

Bondadosa Infanta U:

Con gozo puedo decirle que he logrado domesticar a varias de las bestezuelas malignas que circundaban entre los pliegues de mis instintos.

El estado de mi salud ha mejorado notablemente, lo veo incluso en los retratos que ilustran mi paso por el reino de los muertos, en este viaje impuesto por gracia del destino.

Dulce es la sensación, querida, al haberme desecho de las expectativas perversas. Por ello, mi ánimo se halla liberado de imágenes; mi espíritu vacío es apenas la intuición cópula que me habrá de engendrar.

En tal circunstancia, querida, me resultan cada vez más difíciles las palabras, y es porque al momento no hay impresiones de las cuales hablar. Vacío. Pero no aquel de la indiferencia, más bien la nada primigenia.

Yo no sé si seré capaz de tejer la red finísima de la humildad para, con ella, colectar para el oficio algo nuevo por narrar. Sin embargo, eso ya no importa, querida: los muertos descansamos en paz.

Si el camino da su venia, vuelvo pronto a nuestra entrañable tierra de Oz, y ya estoy en deseo por abrazarla y charlar en sus jardines de maravillas.

Señora C.