domingo, 7 de septiembre de 2008

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XLIII

Viernes 05, septiembre

Amadísima Hermana:

Estoy a unos días de volver al hogar. No he querido escribirle más por temor a complicar más el triste desacuerdo ocurrido entre nosotras, por el cual me encuentro muy consternada; y es de hecho el único incidente que en verdad nubla la razón de mi alma.

Quisiera que usted sintiera cuánto la amo y cuánto es mi respeto por la fuerza y la decisión con las que usted vive. Mucho se lo he mencionado, pero sé bien que la palabra no basta si no halla eco en la sustancia del acto.

Ojalá usted pueda comprender que todo ha sido un grave malentendido, pues nunca es mi intención ignorarla y mucho menos ofenderla; cómo no iba yo a querer ayudarla, hermana, si usted me ha ayudado tanto y si le debo en reales y sobre todo en complicidades; si usted, aunque sea menor en años que yo, es mi ejemplo de grandeza y constancia y practicidad…

Usted dice que yo no veo el gesto que se ejecuta en mi rostro cuando usted me pide algo…Y tiene usted razón plena, hermana: no lo veo. Pero le suplico de rodillas si es necesario que escuche usted lo que es cierto en mí: que no es gesto de desprecio, muy por el contrario, es mi preocupación instantánea al no saber si seré capaz de corresponder a la petición, si mis muy pocas fuerzas y mi torpeza podrán apoyarle del modo adecuado.

Yo sé que usted desespera con mis parsimonias, con mis dudas, con mi carencia de decisión para actuar y con la lentitud de mis reacciones. No es por mal, querida mía, a mí no s eme ha dado su capacidad para ver con claridad y actuar en tiempo y eficacia justas, como usted tan maravillosamente hace.

Es cierto, amada hermana; mi alma es de una fragilidad terrible, y muchas veces ni yo me aguanto. Así que entiendo. Pero invoco a la sabiduría suya para perdonarme si la he ofendido o decepcionado. Yo la amo y me gustaría que usted me amara de nuevo, que haya de nuevo confianza de usted hacia mí; ruego a su paciencia que mire mi mucho amor por usted.

Le mando un abrazo.

Su hermana que la idolatra: Señora C.

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