sábado, 6 de septiembre de 2008

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XLII

Jueves 04, septiembre

Madame K:

A vuestra misiva llegan tarde mis retro-sesos, pero heme aquí, enhiesta en igualdad la tinta de mis arterias. Pronta estoy a volver al hogar la flama; y es ello razón de atolondramiento, entre rezos de postrimería y levantamiento de adminículos y dispensas de viaje.

No ha llegado del joven Capitán X su buque a puerto, mas ello ha resultado en alivio, pues no está el horno para bollos… Sabe usted, Madame, que he tenido un sueño místico y es verídico mi dicho. Y en él se me ha revelado con mayor intensidad mi temor de acercarme a nadie, querida, pues en mí permanece la impresión de que el amor se va de quien me toca: yo se lo extraigo, se lo quito… Sin querer, muy cierto; pero hay una fuerza extraña, de vampiro o ser maligno, que deshebra las posibilidades en cuanto el tacto de hombre roza mi piel.

Por ello, Madame, me avengo a vuestra palabra sabia al decir que no he de pretender las tormentas ni del agua su reposo. Ya el muy prudente Príncipe de Q mucho ha advertido mi sino de errante. Y es pues quizá el movimiento de esas mismas aguas en cauce que ha de trazar mi ruta. Cuán imposible me resulta pensar siquiera en alguien particular, querida; pues mucho me aterra que la maldición aleje la precaria cercanía. Es así que, antes de volver a la mágica tierra de Oz, estaré en labor de hacer mis votos por renunciar a cualquier aspiración respecto del señor B, Madame, pues no quiero perder la intensidad de artilugio maravilloso que mis reflejos creativos hallan en la obra y en la energía que irradia tan apreciado caballero; pues sé bien que podrían pasar infinitas vidas para encontrar de nuevo admiración y coincidencia tales, como las que a mi alma cautivan ahora, con tanta serenidad como ahora.

He de renunciar, Madame, a mis aspiraciones por salvaguardarle a él, y a cualquier otro, y a mí, y sobre todo por proteger este amor purísimo que ahora siento igual que una inspiración. Son musas, querida, las que han bajado para hablarme de sus melodías, cómo he de renegar de la bondad de una gracia suprema como ésta, insana sería yo si tal hiciera; por el contrario, es bendición, y ante ella me inclino como un sirviente fiel.

Mis votos porque la cicatriz del pasado sea la seña del mapa que ha de guiarnos entre los salvajes y voluptuosos territorios vírgenes del presente (mire usted qué bella paradoja).

En deseo por abrazarla y charlar.

Señora C.

1 comentario:

Dra. Kleine dijo...

Me he tomado la tranquilidad de mirar cada uno de vuestros sentimientos en las palabras que veo reflejadas en su espejo. No puedo imponeros lo que uno desearía para no salir lastimada,pero si puedo felicitaros de aciertos tan generosos. Es cuidado de vuestra alma lo que dice usted, es ternura incesante de no caer en un vacío nuevamente; pero lo que sí hay de cierto es que el corazón siempre, siempre se estará anhelando llegar a un puerto, con un gran capitán abordo.... En tanto no sintáis confianza no ascelerad la cosa, haced bien en esperad, en pensar, en adentrarse en vuestros propios mares. Pensad que conforme se navega habrá lugares qué pasar y mirar...ya uno decidirá cuál puerto podrá uno encallar.
Calma, que lo que vuestra letra diga será validado por mi corazón. Os quiero y anhelo vuestra pronta llegada a este tranquilo puerto.