jueves, 28 de agosto de 2008

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XXXIII

Martes 26 de agosto

Pasado mío:

Treinta y tres fue nombre de hombre. ¿Acaso queda brizna de aliento para llamar, aullido en celo de la noche, por la voz de quien ha de nombrar mi signo de mujer? Si aliento persigo a través del espeso bosque en bruma, maldito bosque de hombres vueltos bruma al influjo de mi antiguo sexo en brama. Bruma carnívora en acecho por hacer de carne presa el instinto de su humanidad perdida. Abrumada.

Treinta y tres fue número de hombre. ¿Acaso queda rasgo de ingenio para contar, ecuación profunda en conjunción de luna, con la nomenclatura que ha de multiplicar la incógnita de mi ser? Si rasgo persigno en cincel mi estela, a través del espeso bosque del tiempo, bendito bosque de mítico Nahual vuelto hembra por influjo de mi nuevos sexo en brama. Toro blanco. Toro mi elemento de agua. Toro encarnado al acecho, sumergido en las arterias de mi laberinto, instinto de humanidad hallada. Satisfecha.

Brama la raza blanca de mi estirpe. Media luna enmarca el aro al centro de mi frente. De bruja en hoguera me lanzaron, pero salamandra soy, y es fuego el trono de mi potestad: entregada flama en brama: muero al instante de vivir en pos del intenso resplandor de mí.

Treinta y tres fue sino de hombre. Sacrificio del cuerpo en pos de la luz. Y por la muerte del más preciado amor de mi pasado, en sacrificio fue mi oficio escribir.

En reverencia y ritual por que mis santos muertos reposen en paz: una oración, en desapego total, por quien estas letras me enseñó.

Señora C.

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XXXII

Amable señor B

No hay motivo alguno por el cual dedicar a usted mis líneas (acaso divisorias, frontera entre su reino y el mío? Es tan sólo un sencillo regocijo quien empuña la palabra, con todo respeto a su persona, ciertamente; pues hoy estreno mi nueva condición, si bien tembleque aún, recién parida a través del tiempo y sabe Dios cuántas ausencias.

Esencia perfumada en terciopelo y gasa de seda, traje de carnaval confeccionado a talla, hilado a ocasión del éxtasis. Ya sabe, no es usted, es para Nadie mi palabra tibia.

Es que anoche he pre-sentido su tacto sobre mis dedos. Y no soy yo quien habla, es la voz de Isis en caligrafía por el lienzo de oscura sábana la noche. Es dulce el canto del Nilo (hilo de la trama) poderosa la voz del cause desbocado. Ve usted: soy contradicción: materia imperfecta la grafía que a Nadie signa.

¿Qué quiere usted que yo sea? Así rezan mis pesadillas al dios eterno: Padre, Madre. Hijo: unidad de mí: qué quiere usted que yo sea, qué quiere usted, qué quiere y por qué es mi cerebro un eco de la misma inclinación ???

Pero no se aflija usted, se lo pido, si digo en letra que le he soñado, y esta vez es cierto, pero no a usted, que mi toro tranquilo pace en verde pastizal de benigno insomnio; no se aflija si le digo que yo soy Nadie y usted es Nadie y que Nadie le nombra de vez en verso. No se aflija, porque los nudos de pasión que por el día enredan el velo de mi entraña, mismos deshago al sino de la noche, cuando elevo el mantra de mi sueño, y libero el natural salvaje de sus caballos… Y entonces surge la maravilla, el misterio divino y es indecible espectáculo verles cabalgar hacia su origen.

Nadie soy. Nadie le escribe.

Señora C.

miércoles, 27 de agosto de 2008

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XXXI

Domingo 24, agosto

Queridas magas de la oscura sábana de la noche:

El calor infernal de Álamo es poco frente al humor del día pleno.

El Saltimbanqui Real Erre ha convocado a los escultores A y M para apoyar la faena previa al ritual; llega también, proveniente de las tierras de Tuxpan, el escriba P, quien ha de dar fe de la acción.

La Madre Superiora organiza los enseres para el sacrificio; con suma parsimonia anuda el cordel para tejer la red donde mis pasiones han de ser atrapadas. Mientras, yo rezo mis votos sacrifícales: instruyo en la palabra a un pequeño grupo congregado en la creación.

Una vez concluida la ceremonia previa, es horario del sagrado alimento. Exquisitas viandas nos son concedidas: mondongo y bocalitos; licuado de tamarindo con leche evaporada, a punto de nieve.

Llega la hora marcada para la prueba de fuego para los gobelinos bordados. Las sábanas como mantras al viento. Una especie de murmullo cuando la gente comienza a llegar a la plaza y van acercándose a las tramas. Yo, al centro, en el kiosco.

Queridas: no puedo describir la experiencia. Entre las benditas sábanas he nacido al fin. El pueblo ha leído la palabra y con ellos encarno el encuentro divino de la creación. Son mis entrañas las que penden, vienen y van como un oleaje místico. Es mi sangre la tinta en letra. Son mis oraciones vueltas manto en susurro. En ellas he muerto y he debido llegar al otro lado del mundo para tejer el capullo y al gestar de plenitud mis alas.

Mucho he pensado en ustedes, preciosas joyas de mi alma; porque de pronto ha sido gozo y sonrisa, arrebato y placer la fiesta alrededor; y ha sido de ustedes y en ustedes la noche de la iniciación.

La Madre Superiora ha estado conmigo en todo momento, satisfecha de su labor. Y vamos a brindar un dulce néctar de fraternidad, y en magia envuelta la noche nos sorprende el cansancio de la satisfacción, postradas en cumplimiento de labor.

La esencia del señor B ha pasado por mi lado, mientras mi cuerpo se llenaba de espíritu y mi ánima volvía en sí. Apenas un soplo de quien ha de ser, pues el milagro se ha obrado: he dejado de adorar imágenes falsas. Porque sabed, queridas, sabedlo con dicha y cantadlo al mundo, que esta gloria es amor: he sido plena sin hombre y aún así le he dedicado a uno mi alegría de ser, sin importar que Nadie lo sepa, sin que Nadie lo escuche en susurro de mi voz nocturna, pues es mi placer divino pensarle sin malicia, pensarle en callada bendición por la suya plenitud también y agradecida a Dios por la inspiración que él genera en mí, la cual recibo en humildad.

Brujas de la noche Nix: todo está cumplido.

Plena de mí. Señora C.

lunes, 25 de agosto de 2008

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XXX

Sábado 23, agosto

Queridas todas, hechiceras:

El viaje al Álamo ha complacido mi vista con hermosos pastizales de verde primor. El calor es ciertamente agobiante, y recrudece conforme nos acercamos al pueblo. Por el camino, el Saltimbanqui real Erre nos deleita con finos laúdes de Ojalá pase algo por quien merece amor y quién fuera encantador… Y por he cantado sin resquemores por mi nula voz, al amparo de la complicidad íntima del carruaje y la venia reconfortante de la siempre energía de la Madre Superiora.

Durante el trayecto, entre canto y rezo, el Saltimbanqui Real Erre, hace prefacio a la historia que habrán de narrar las sábanas, por el momento envueltas en taquito y atadas en la parte trasera del carruaje. Que hace poco hubo muertos junto a su cubículo, cuenta, porque allá las diferencias las arregla el filo del machete, el zumbido de la bala. Qué apenas esta semana los apicultores han instalado protesta en petición de apoyo por las abejas que están muriendo; y que la muy honorable presidenta le ha dicho que suspenda el tendedero de sábanas, pues no se sabe si los filos habrán de relucir… Pero el astuto Saltimbanqui ha guardado silencio ante la honorable orden y ha comenzado a establecer migas con los quejosos, les ha hablado de las sábanas y su trascendencia para el pueblo, y ellos han estado contentos con la idea, por lo cual la señora presidenta ha dado la venia, pero bajo la responsabilidad absoluta de mi querido Saltimbanqui.

Cuenta eso, y por un instante, mi mente en blanco… Y enseguida me asusta el hecho de nos sentir ningún miedo al respecto.

El colotero, escultura monumental del emblemático recolector de naranjas nos recibe a la entrada del pueblo. El colotero y el calor de humedad terrible.

Nos hemos instalado en la posada, y ahora, mientras tomo un instante para refrescarme, me doy cuenta de que mi emoción es al fin pura y cristalina: no tengo ninguna expectativa de lo que ha de ser mañana la muestra de bordados gobelinos de la sangre mía, nada imagino. Sólo pienso en que hemos de colocar esta tarde las cuerdas donde mis vísceras han de ser expuestas por vez primera.

El Saltimbanqui Real Erre llama a nuestros aposentos, hemos de ir a ingerir unas viandas a la célebre fonda Martha Alicia, donde hasta la sonora Dinamita ha estado.

Mis brujas de la noche etérea: no dejen de encomendar sacrificio ritual a nuestra patrona Nix, y que por su influencia lunar, retoñe nuestra femenina fortaleza de gótico y rococó.

Las amo. Señora C.

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XXIX

Viernes 22, agosto

Queridas todas, hechiceras:

El silencio mítico que priva en el convento se rompe hoy por el inicio de preparativos para la pronta partida de la Madre Superiora Eme y yo a tierras Veracruzanas, con motivo de una primera muestra de los gobelinos que con primor y sangre hemos estado bordando en estos días de profundo recogimiento… Recogimiento del alma, ciertamente, sólo del alma.

Hemos de irnos mañana a primera hora, en la carroza dispuesta por el Saltimbanqui Real Erre, quien en persona nos escolará hasta el calor de la tierra de los tres mil doscientos soles, la tierra de las naranjas.

La emoción es mucha por esta primera aventura frente al público real… No sé cuál pueda ser la reacción, pues a la teoría se opone siempre el hecho (el lecho de las sábanas).

Encomienden, queridas brujas, sus cantos a nuestra patrona Nix, y que por artilugio de la noche nos engendremos al alba, a nosotras mismas, en renovación perpetua. Las quiero.

Señora C.

viernes, 22 de agosto de 2008

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XXVIII

Jueves 21, agosto

Miss N:

No he sabido mucho de usted, querida amiga; pero en verdad deseo que el emprendimiento por rehacernos desde el vacío vaya recobrando el territorio de la luz. Muchos consejos no estoy en condiciones de ofrecer, pues aunque me encuentro en el intento, no sé en verdad cuál es la vereda correcta.

Pero es verdad que en los últimos días he podido, como nunca, encontrar reposo para mis interminables inquietudes. Siempre ese temblor del alma que no impide echar raíces, por más que digamos lo contrario, sabemos que hemos sido almas en eterna búsqueda, y no sabemos nuca qué hemos de hallar. Siempre en insatisfacción.

Pues hoy me hallo en un remanso donde deshago lo andado, que no es mucho ni poco, pero sí intenso, muy sentido y entregado. Y usted sabe, querida, lo mucho que he debido dejar en prenda por dichas intensiones… Pero ya no hay motivo para añorar nada de aquello, pues lo he vivido ya y es una vida que ahora se termina… Y a cada momento recuerdo sus palabras en aquella sesión mística donde usted ha enunciado con claridad el signo de mi destino; es sólo que también estoy en el trabajo de agotar las palabras y, en efecto, sílaba tras sílaba me quedo vacía de signo y referente. Tengo muchos deseos de terminar con todo, para comenzar de nuevo sin miedo, el gran miedo que aún me sigue los pasos…

En esperanza por recibir noticias suyas.

Señora C.

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XXVII

Miércoles 20, agosto

Apreciada Lady I:

Cultivo de espejos clavos sobre la aridez de mi tierra de Tara. ¿Qué quieres tú que yo sea? Pinta la pregunta al fresco en el viento. Y seguro hay más de un reflejo que ha de responder al llamado del descanso en pecho abierto. Pero acá, resuena la pregunta y los cristales de azogue abren su raja, como blanca y sencilla flor de nube.

Es difícil, querida amiga, no pensarlo, pues bufa mi vibración, oculta en el segundo frágil de un llamado nocturno, intruso demonio del deseo profundo, fugado entre el tamiz de mis sábanas, que de seda no son, y menos aún de porcelana.

Imposible inaugurar ningún rito, ninguna promesa que no hayamos roto ya, en cualquier prehistoria. Por eso no sirven mis palabras para convocarlo. Sólo puedo silenciar el acoso de mi taurino instinto dejando para mí un camino imposible, compuesto con miguitas de pan, de modo que las rapiñas lo devoren y nunca pueda volverme atrás, para no convertirme en sal y que la maldición de mis intensidades nunca más convierta en bruma al hombre por quien se admira mi plenitud.

En instante de complicidad: señora C.

miércoles, 20 de agosto de 2008

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XXVI

Martes 19, agosto

Su Excelentísima Monseñora Su

Es la palabra un signo que nunca termina de expresar la figuración del ánimo. Me resulta arduo, dada la longevidad de mis antiguos asuntos, ponderar cuáles animaciones de la imaginación son dignas de cultivo y cuáles ha menester arrancar, cual mala hierba.

Por imaginarías entiendo ahora el corpus de sensaciones, emociones, sentimientos y pensamientos, y ese “algo”, los cuales van con-formando mi esquema de universo interior. Y es que de pronto, en estos días de observar la entraña de mi psique, me percibo indefensa en el vacío… No es indefensa la palabra que mejor alaba mi nueva circunstancia íntima, no es; se trata más bien de un estado sobre el cual no alcanza la poca luz de mi razonamiento.

Siempre he buscado las intensidades, no por juicio, es simplemente de esta manera como ha sido, sin mi consentimiento, por condición de naturaleza propia. Y ahora me sorprendo con la idea de inventarme los delirios, en deseo por hallar materia prima para estrujar, disectar, añadir postizos y adornos; pues en mi anterior vida ha sido de intensidades que he labrado mis palabras, pero sometida siempre a imágenes externas, cierto es.

Pero en este ejercicio de convocar la vacuidad he vaciado los referentes de casi todos mis conjuros, ya no como algo que se me impone, sino por voluntad. Noto, entonces, que de modo instintivo, mi alma desecha sin conmiseración cualquier brote de pretensión; y no es sencillo, su Excelencia, pues si bien desbrozo el mal de la tristeza, también entiendo que nada puedo cosechar si no siembro y cultivo…

Mi paso es tembleque, mi letra infantil… ¿Cómo he de comenzar de nuevo? ¿Es posible amar con entrega a partir de la nada? ¿Podrán mis palabras encontrar la referencia de la sorpresa?

Duermo entre sábanas incrustadas de otras pasiones, y ya nada es mío. Gesta mi muerte en su capullo de tramas ignoradas, y es reposo tan grato la inconsciencia donde permanezco sin añoranzas ni perspectivas… Pero sé que he de volver al mundo real para llevar a cabo el singo que me corresponde y ya escucho un primer sonido, un parpadeo rítmico, latido del primer instante. No sé si estoy lista para andar mi sino.

Le saludo con reverencia y mi total respeto por su luz en presencia.

Encapullada entre sábanas.

Señora C.

martes, 19 de agosto de 2008

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XXV

Lunes 18, agosto

Respetable señor B:

Dicen los hechiceros del reino que la coincidencia supone coincidir; y que para ello es menester poner en voluntad las fuerzas de lo invisible. Pues bien, en una declaración así no es posible buscar razonamiento: es cuestión de fe la creencia, y nunca es mi afán convencer por fuerza a nadie, mucho menos a usted.

Sin embargo, me resulta pleno el azar de hallarme justo al centro de mi manda por las cincuenta epístolas a través de las cuales he de purgar mi ánimo de la terrible enfermedad que ha tiempo me trajo a puerto; y en prenda de recuerdo pongo a usted la cita de la misiva primera que a favor de sus amistad he puesto a su entendimiento el destinatario.

En algunos de sus breves comunicados, que mucho aprecia mi ánima la dedicatoria suya, he observado, no sin algún desconcierto, que mis palabras a veces resuenan en extrañamiento para usted, pero he de asegurar que ningún motivo de mi parte hay para urdir pensamiento contrario al respeto que mi humilde condición profesa por su fina dignidad. Muy por el contrario, acepte usted la reiteración de mi reconocimiento y mi admiración por la entrega con que usted acuña en oficio el mandato de las musas, y ruego porque ellas siempre le guarden en plena virtud.

Es pues la coincidencia de mi centro epistolar feliz, pues sirve la cábala para poner en su conocimiento que pronto está por llegar al reino de Oz un emisario, quien lleva consigo el encargo que nuestra labor conjunta ha tenido en bien ofrecerme.

Siéntase usted, querido señor B, en derecho de revisar y comentar a placer de su genio el escrito encomendado; pues no he sabido dar satisfacción absoluta al comprometido sentir con que me imbuye su persona, y ciertamente la del honorable pintor real E, sobre cuya obra hemos acuñado el linimento para aportar ingrediente al potaje exótico que habremos de cometer.

Aguardo por su venia haciendo equilibrio sobre esta esdrújula.

Con aprecio: señora C.

lunes, 18 de agosto de 2008

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XXIV

Domingo 17, agosto

Estimada Duquesa D

Poco he sabido de usted, amiga mía, y mi ser extraña la fortaleza de sus palabras y su presencia siempre edificante.

Le escribo porque he recibido varios telegramas provenientes de altamar, se trata del joven Capitán X, quien pretende, con idea de encontrarme, dirigir su buque a puerto; hecho que consterna mi ánimo, querida, pues no encuentro en mi haber algún signo que me permita descifrar el porqué de la pasión que este hombre dice profesar para mi simple persona.

Ay, Duquesa, es que usted sabe que mucho se ha fatigado mi alma y mi carne de amoríos improvisados, los que duran un instante y luego nada de ellos da pauta para que permanezcan en el espíritu; cansancio por aquellos que no dejan ni un pequeño extrañamiento, ni un pensamiento por dedicar.

Muchas veces he creído, dadas las historias sin trama ni protagonista en las cuales me he visto involucrada en los meses pasados, desde que he recibido aquella maldición dictada por el Caballero Negro, que mi sino es la soledad. No sin tristeza y muchas horas de congoja, he sabido aceptar el requerimiento del tiempo por permanecer anónima para el amor, aceptar y aguardar sin más reproches ni exigencias, pues tal no es el camino dictado por la sabiduría.

Y usted sabe, amiga, que en días anteriores he conocido a un distinguido señor que en mucho llama la atención de mi ser más profundo; sin embargo, no puede, por ahora, ser prenda mi corazón de tan preciada imagen, pues no deja de ser ilusión sin sustento, y no me corresponde, ni a nadie, inventar figuraciones donde no hay seña segura de recíproco interés, el cual no me es dado averiguar, por prudencia y respeto para con él y para mí.

Dada la enfermedad que me ha traído a refugiarme al Convento de las Purísimas Hermanas del Silencio, es deber, impuesto por propiedad, la salvaguarda de mi paciencia, querida; sin embargo, el joven Capitán X ha venido a poner la nota dispar a este momento de meditación profunda: son tan cálidas sus palabras, tan arriesgada la osadía por dislocar distancias y venir a mi encuentro, que no he podido sustraerme a la curiosidad.

¿Es que en verdad arribará su buque a puerto? ¿Será la pasión sólo un atractivo del misterio? Y, en todo caso: ¿cuál es el mensaje que el destino me trae con la presencia de este joven?

¿Cuál es su opinión, estimada Duquesa? ¿Cómo he de leer la afrenta donde la vida me coloca?

Postrada en signo de interrogación:
Señora C.

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XXIII

Sábado 16, agosto

Capitán X, Buque de la Armada Real

Estimado Capitán; he recibido sus múltiples telegramas, y he de confesar que la pasión de sus palabras me sonroja. No sé bien quién es usted ni qué pretende, ni siquiera tengo la certeza de que su buque arribe a puerto; si tan sólo nos hemos visto una vez, por unos pocos minutos, hace tiempo ya.

Usted no me conoce tampoco, ello es bien cierto, aunque usted hable de la felicidad de las coincidencias y el vértigo de aquello que surge como una flama y nos llena cuerpo y mente, un día tras otro… Puedo decirle que también soy ser de intensidades, que busco como animal hambriento los pretextos para sentir la fuerza del instinto correr entre mis sueños; pero quizá la naturaleza de nuestras pretensiones sea en mucho distinta.

Hay sentimientos encontrados en mí, estimado Capitán, pues es mucha la distancia que separa nuestros arrojos. Y no hablamos sólo de los kilómetros que median entre nos. Usted bien sabe que no es sólo eso.

Es verdad, Capitán, que el alma romántica espera siempre que el amor surja en gran algarabía de pasiones; que uno sueña con el amor que desata los miedos y nos imbuye de valor para arrojarnos sin más meditación que la fuerza que atrae hacia los brazos del amado… Pero yo no sé si ahora soy capaz de un acto divino como ese…

Un poco le he dicho de las razones por las cuales me hallo en el puerto: vaciar mi alma de anhelos vacuos, aprender que puedo vivir también en otra frecuencia, menos intensa, quizá, pero más estable y duradera, aprender que mi soledad no es castigo sino bendición creativa.

Tanto lo he dicho: el que ha de ser, ya es. Y ahora, frente a la posible llegada de su barco a este puerto oscurecido, no alcanzo a reconocer signo alguno que me permita prever nuestras consecuencias.

Es usted tan joven, querido Capitán, y sé que en buena medida se debe a ello su temeridad al proponer este encuentro, en una tierra que a ninguno pertenece, puerto neutral para anclar la fantasía. Si yo fuera otra, y usted otro, pienso; pero de inmediato me doy cuenta de que no, que no podría ser sino de este modo, y justo ahora, y aquí.

No puedo hacerme ensoñaciones, Capitán; discúlpeme. Y no por usted en lo preciso, es que en este momento guardo en castidad el alma y no puedo pretender por nadie. Sin embargo, sí puedo asegurarle que en verdad deseo conocerle, pues su disposición me llena de alegría, son su halagos un bello regalo de humead en medio de la sequía del desierto que soy.

Le espero, pues, estimado Capitán X, con el corazón en blanco, sin otra expectativa que la posibilidad de mirarle de frente y conversar.

Que los vientos marinos sean favorables para traerle en bien a puerto.

Con estima: señora C.

domingo, 17 de agosto de 2008

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XXII

Viernes 15, agosto

Añorada Infanta U

Con placer indecible he recibido vuestra carta, la cual he leído con meditación por la profundidad de sus expresiones.

En efecto, el alma recibe sus impresiones del entorno, pero es, sobre todo, el dialecto interno quien dicta la sentencia respecto de lo que ha de ser juzgado en bien o en mal. Y es bien cierto que arduo, y en mayoría infructífero, es desear a capricho controlar los fenómenos de la naturaleza y aun aquellos que atañen al artificio del ser humano. No es dado a una mortal simple e ignorante, como yo, augurar la certeza, y no debiera, pues, ser de mi congoja el acontecimiento ni su resultado; apenas me es dado, con mucho esfuerzo de concentración, vivir en plenitud la experiencia del instante, guardar las energías de luminosidad blanca para atravesar la noche oscura de mis delirios.

En mucho aprecio vuestros consejos respecto de la moderación en el beber y el comer, y en otros excesos que el cuerpo débil ha merced requerir, pues sabemos que en mucho afecta nuestra psique aquello que ingerimos, pero también aquello que pensamos…

Extraño muchísimo la hora del té en vuestros jardines de flores y animales exóticos, la hora de la encomienda catártica donde es posible recrear el pasado para darle una forma y una explicación, pues por más que nuestras elucubraciones resulten fantásticas en ocasiones, son siempre punto de enlace, ritual con el cual hacer amanecer de nuevo en bienestar de acompañamiento.

Estos días en el Convento de las Purísimas Hermanas del Silencio han sido de gran provecho, querida Infanta; mi alma se fortalece y prepara para reanudar el cotidiano, y guardo esperanzas de hacer perdurar mi equilibrio entre los temblores que siempre aguardan tras la vuelta de cualquier instante. Es ahora todo lo que pido: guardar mi compostura, pues no me es posible exigir nada a nadie, pues no me es posible juzgar de los otros sus emociones.

Bien entiendo vuestra congoja por la precaria economía que priva las arcas reales, en mí circunda también un temor gemelo al vuestro. He de volver a nuestra entrañable tierra de Oz con los bolsillos vacíos y sin perspectiva cierta de mantener el oficio; mucho hemos hablado de que no es privativa nuestra tal situación, querida, y que ella afecta en cantidad las relaciones entre las personas… Hay miedo en el mundo, dulce Infanta, un miedo terrible que es de todos la posesión en común; pero, por ello, hemos de saber navegar en tempestad, con el timón de la fe bien asido, es tal nuestra labor.

No sé ahora cómo consolar vuestra incertidumbre, pero en algo ha de ayudar saber que resta aún fuerza en nuestros cuerpos para desbrozar de nuevo la tierra y echar simiente. Algo hemos de cosechar bajo la benevolencia de nuestro ímpetu de mujer, querida; es todo cuanto nos queda... Y, seamos honestas: ¿No es nuestro espíritu de animal salvaje quien nos pone en tal situación? ¿No es cierto que mucho hemos desdeñado la jaula y la prisión de las formas comunes?

Con mucho amor para usted

Señora C.

viernes, 15 de agosto de 2008

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XXI

Jueves 14, agosto

Capullos tejidos con primor y tantas las ganas mías por desahuciar a las sombras, viene la tarde y es cama en silencio; no lloro, hace tiempo que no, como tampoco repinto la carcajada, pues soy animal de escenarios y es requerido el público para confirmar el artificio de la tristeza, la farándula del gozo: por hoy: sonrisa leve pero íntegra. Así va la sensatez marcando el segundero.

Quedan rastros de ansiedad; los domino en malabar de circo y algo se echan para atrás; es la noche y la sábana ninguna historia me cuenta en arrullo. Descanso en paz. Hay tibieza en mi acto, bien cierto es, pero así he de aprender a domesticar mis premuras: no hay más muertos por quienes evocar lamentos. Mejor así, pues es de vacío el trabajo que emprendo (si alguna vez he de mirarle será sin espejos, querido señor).

Casi estaba por nombrar, pero no es posible, me retracto: es paciencia de gota la que orada la roca para crear piezas de maravilla.

Ya es lo que había de ser.

Entre la estampida de sus caballos salvajes.

Señora C.

jueves, 14 de agosto de 2008

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XX

Miércoles 13, agosto

Queridas Madame K y Lady I

Con placer extremo he leído las palabras que vuestras mercedes han tenido en bien dedicarme, en mucho agradezco y son pocas las lisonjas que pueda yo decir para expresar mi orgullo y amor por vosotras.

En verdad tenéis vuestra pluma atascada de razón: he de continuar re-signándome, pues no hay motivo en el dicho de tan preciado caballero con quien sueño para provocar profundas ni superficiales conmociones en mi sangre.

Y bien, pues no es por él en sí el tiempo en que medito mis ficciones, sino el bello vacío por quien hemos de suspirar, aspirar, expirar e inspirar, mientras aguardamos de la paciencia su arribo, teje y desteja la orilla del mar, la mirada ciertamente perdida en lontananza, el corazón en profunda oración gramatical por “quien merece amor”.

Lo ha dicho con claridad la apreciada Duquesa D: todas queremos al señor B… B de Bueno, EL bueno, y ojalá también ESTÉ bien bueno, vive Dios que así sea…

Sea, pues, altezas mías, la convocatoria por el hombre que ha de compartir el trago de oscuro insomnio y la construcción de la fe por el tiempo de la luz… Los sueños más húmedos, queridas, no son los de cama, vosotras bien lo sabéis.

Yo, por mi parte, y por mis demás órganos también, y en este hábito de fin del mundo, no he de interrogarme en demasía por el devenir, pues no es mucha mi suerte y poco es lo que encuentro en mi ánimo, a no ser unas cuantas palabrillas mal remedadas de magníficas señoras “que sí leen y escriben”, y vosotras sabéis cuán torpe es mi gesto y torpe mi actuar y torpe mi paso de errante…

Ha este respecto, ha dicho el Príncipe de Q, alteza de la razón, que no he de mirar más a los ojos de un supuesto buen mozo que en algún futuro vulnere el latido de mis entrañas, sino que es merced proceder a observarle los pies para ver si en ellos hay ansia de camino, y que es este bailarín de las sendas (sedas) quien, tal vez y sólo quizá, se oriente a caminar cercano su paso al trote de este toro vagabundo.

Por hoy no hay sueño ni señor soñado.

Con mucho amor: señora C.

miércoles, 13 de agosto de 2008

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XIX

Martes 12, agosto

Apreciada Madame K:

Ya no es posible sustraerme a las alucinaciones que yo había creído dominadas. He escrito a Lady I narrándole mis sospechas y ella ha tenido a bien enviarme el ritual correspondiente, el cual he comenzado a seguir con lujo de apego, pero los delirios continúan, y con mayor saña, pues he tenido un sueño espantoso, querida, y es necesario que lo cuente a fin de soltarlo y que sus ecos oníricos se expandan al cosmos, viajen muy lejos y vuelvan transformados en serenidad…

Y es así que mi piel es arena y el hombre al que no puedo nombrar aparece, sumergido en reflejo de luna sobre el cristal del agua. Se levanta una ola henchida sobre el mar y es su cuerpo al arrojarse sobre la arena de mi vientre. Las orlas de sus piernas lamen su enredo entre las mías. La onda suave de sus dedos arrastra una estela húmeda por mi cuello, ancla su bandera en mis pezones, limita el orificio de mi ombligo y es espuma salina cuando al fin rompe su oleaje al centro de mi estirpe quejido de viento. Por un instante, su lengua es marejada y susurra gritos de naufragio al frágil esquife de mi espalda; azotan sus tempestades de caracol el arrecife de mis vértebras, arenas revueltas, mi voz estirpe de entrega… Y yo trato de volver a la orilla pero es tarde, es noche cerrada y la tormenta arrecia, se lleva su aliento los recuerdos de las sombras, arrastra y destruye la voluntad de mis ausencias. Se levanta una ola henchida sobre el mar y es su cuerpo al arrojarse sobre la arena de mi vientre. Soy nácar y roca pulverizada, partículas prehistóricas rugiendo entre el remolino de una ola y otra ola y una más al romper su canto de furia entre los pliegues de mi caracola abierta. Penetra la alta mar lumínica por la oscuridad de los abismos inexplorados. Es destello y ceguera. Miles de pececillos en arrojo por la entraña y hemos engendrado el reino de los monstruos marinos, somos mito a la orilla del amanecer en calma, arena revuelta, maderos fragmentados de un barco encallado… Callado el nombre de quien sueño reflejo de luna sobre el cristal del agua…

Querida: ayúdeme, os lo suplico.

Con mi mano en compañía: señora C.

lunes, 11 de agosto de 2008

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XVIII

Lunes 11, agosto

Siempre cristalina y amada Lady I

Con la presente me encuentro sobre la tercera parte de mi crónica de muerte y resurrección. Mi corazón, mi Lady se encuentra pleno del instante, y aunque desconozco por cuánto tiempo podré sostener-me, el gozo de mi ánimo es profundo, pues me es dado tocar ahora la orla de la luz, y tal favor divino es más de lo que añoraba mi alma enferma.

Sin embargo, querida, a mis manos ha llegado un telegrama proveniente de altamar: y son ciertos los rumores aquellos, ahora lo tengo confirmado: se aproxima a puerto un barco y, con él, un marino. Un hombre que viene de muy lejos con el único propósito de reclamar mis pasiones.

Yo no lo conozco, querida; le he visto sólo una ocasión, tiempo ha, cuando me encontraba yo, entonces, por embarcar con rumbo a los dominios de la Condesa de la Condesa. El caballero en cuestión me ha dirigido, entonces, unas pocas palabras alabando mi presencia. Mi pudor, querida, usted sabe, me ha hecho dar parca respuesta y sólo le he dicho, entonces, mi nombre, y acaso he referido mi oficio. Pero él ha averiguado mis pormenores y por un tiempo recibí sus telegramas apasionados, a cuyas palabras no di importancia, pues está muy lejos, me dije, y apenas ha podido verme unos minutos, no ha de recordar en verdad mi faz, pensé… Y hace tanto que he dejado de recibir halagos tan insistentes de un caballero, y cuando además me resignado ya a que a ningún hombre le valga yo cruzar el tiempo para conocerme, he creído que el arrebato del marino se trataba sólo de un entretenimiento para pasar el tedio de las horas marinas…

Pero ahora me escribe con fervor renovado: que ha debido desviar su nave hacia el Norte, dice, y que al fin ha llegado a la isla donde había de resguardar el tesoro de sus batallas y que, una vez entregada su diligencia, ha puesto ya su embarcación en rumbo y tienden sus velas hacia el viento que baja al Golfo, donde estoy yo. Que no tome yo otro hombre, me suplica, que le espere atenta, me dice…

Enmudezco ante la sola perspectiva, pues si bien mi corazón renace, es apenas una cimiente sin germinar, pequeñísima y frágil semilla. No estoy lista, mi Lady, para la afrenta de la decisión y mi razonamiento se ha enfrascado en preguntarme por qué, por qué no es profundo el regocijo por quien me llena de lisonjas y promesas de arribo…

Y estoy llegando a una conclusión terrible, mi Lady, pues hace cosquillas a mi pensamiento el rizo de otro caballero; alguien, querida mía, a quien no me es dado siquiera nombrar, pues ninguna seña tengo yo de él, pues no ha dado él motivo para que yo le piense si no es como un querido amigo, y si, además, un sabio razonamiento me dice que es imposible que yo formule deseo alguno, que no tengo permiso para ello, pues, querida, él es señor rodeado de bellas y finas jóvenes cortesanas, él es señor de exquisitos modos y yo, querida, soy mujer en pecado, soy mujer vulgar, mujer del vulgo y sin fortuna para ofrecer en dote a nadie…

No puedo, usted sabe bien, pensarle siquiera, y aún más porque él ha sido delicado en su proceder, quizá porque en la torpeza de mis gestos él haya supuesto de mí un gusto, y ha tenido a bien no responder a la carta de despedida que le he hecho llegar antes de venir a mi retiro; y en virtud de tan noble y en mucho cortés silencio de parte de este distinguido caballero, no puedo yo manchar la distancia, mi Lady, usted sabe que no puedo cometer una arrebato como ése…

Diga usted, sabia mía; haga favor de enviarme una oración, un brebaje, algún conjuro para alejar de mí el pecaminoso pensamiento…

Descalza por la arena, su atenta servidora:

Señora C.

domingo, 10 de agosto de 2008

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XVII

Domingo 10, agosto

Monseñora Su

Su Excelencia dispense mi palabra egoísta, mas el impuso de mi sangre me llama a la esta segunda confesión sin velos: anoche se me ha aparecido el mismísimo Virgilio, Monseñora. Y es verdad que me ha llevado más profundo que en el sueño anterior, más abajo en la profundidad del abismo: no al fondo del mar sino debajo del mar.

Se me ha presentado Virgilio encarnado en un bellísimo efebo, con la comisión, me ha dicho, de mostrarme un reino aún más oscuro que aquel donde mis sueños me han conducido por intermediación de las sombras de Sor U y el padre Santos.

Monseñora: he entrado al laberinto, ya no hay vuelta; he llegado, anoche, al centro de la ficción más prístina; me ha sido dada esta gracia divina.

Primero, me ha llevado a las alturas y me ha hecho examen Virgilio; el moreno efebo me ha preguntado sobre mis pasiones favoritas y yo, Su Santidad, no he podido responder; no he sabido decir mis autores predilectos, no he podido nombrar una sola canción querida, una película admirada, un actor, una pintura, un poeta… Ha quedado muda mi alma frente a la inquisición por algún hombre amado… Ya he concluido y sé que mi alma está vacía, que nunca he aprendido ninguna disciplina: no soy una artista, Monseñora, no lo soy… Y he de comenzar por abrir un primer libro y aprender mis primeras letras, si cuando re-encarne en verdad deseo ser llamada a escena, he de comenzar a aprender ahora el signo de la humildad, pues sólo con la tinta de mi sangre disciplinada podré escribir al fin, por vez primera, un primerizo y único pero verdadero relato.

Y al darse cuenta el Virgilio efebo que soy Nadie y que Nada sé, me ha tomado de la mano y me ha hecho descender la escala hacia la plenitud de la muerte. No es nada lo que has visto, me ha dicho, sólo destellos de ilusión; pero ahora, de dicta, te voy a dar el don de la vista para que puedas ver el mundo real.

De la noche, me dice mientras me conduce por las calles de Tampico, se abren las fauces de la tierra y de las cloacas salimos nosotros: las quimeras, los bicéfalos monstruos, las serpientes y los murciélagos, de la noche emergemos los que somos hijos de la vida, me dice Iván.

El Richie, Monseñora, es un club: siempre los mismos comensales. Huele a orines y sudor, huele a humedad rancia y a cerveza. Las oriundas de Lesbos no mienten su naturaleza: se besan con amor junto a la rockola, y en ella canta Cher, luego Madona a dúo con Alejandro Fernández, enseguida Chayan, le hace coro la Sonora Dinamita, le hace segunda la voz de la Dalessio y nunca para de cantar el bullicio. Al ladito de ellas que se besan, baila un chico de cintura breve, le toca el hombro al panzón de negro, más macho que los machos y por eso es calado. Les sigue un hombre maduro, camisa blanca abierta al pecho, piel correosa, acento de faz más bien disonante; una chica de talla ajustada entra y el maduro disonante la abraza por la cintura, le acaricia las caderas y ella enciende un cigarro, su gesto de ella es molestia, pero él le habla le habla y la acaricia y ella al fin vuelve a la calle; el padrote se queda a conversar con las dos putas, entradas en carnes y en tiempo, que ríen mucho a su lado, pero no están trabajando: es hora del coctel de viernes por la noche y por eso ahora llegan las chicas de la oficina, trajecito sastre y medias en tacones altos. Alguien dormita en su banquillo, y nadie lo molesta, por el contrario: sigue encendido el tono del rumor para que descanse su arrullo al cobijo de lo ordinario. A diez pesos las cervezas, Monseñora: ¡A diez pesos! Cobra la matrona, grande y muy concisa, cada ronda, en son de paz, vive Dios: para que nunca haya desacuerdo en las cuentas claras y el aroma a cada segundo más espeso, conforme vamos llegando los que faltaban: Ahí viene ahora sí la fiesta, me dice Virgilio, y entra la Pita muy ufana en verdad: los brazos en alto, la peluca rubia, el trajecito negro de falda mínima, pegadita la ropa a su cuerpo regordete y sensual, entra la Pita con algarabía y todos nos volvemos para admirarle el donaire: ella hace el rol, sube la escalinata y ahí viene de vuelta, bajando como la gran diva que es, levanta la pierna, se contorsiona para mostrar los senos, agradece al respetable y se va para el rincón a saludar a las de Lesbos y al rato es la que más baila con los hombres del local. Al que no han dejado pasar es al muchacho de cabellos ensortijados: por puto, le rechiflan, y tiene que retirarse con su séquito a rastras. A cada rato pasan los que mercaderes: chicharrones con salsa, pan de pulque, un pay de queso para el postre, chicles, cigarros, rosas para las señoras… Y al fin llega un trol muy serio y me ofrece el amuleto: llévate el San Judas… O mejor a la Santísima, me dice, y me pone en la mano el llavero de la Santa Muerte… Yo vine a encontrarme con la muerte, le digo a Virgilio; y el mercader me la deja a quince. Yo vine a buscar la muerte, le digo a Virgilio, y él asiente sin hablar.

Es la una de la mañana. En el Richie levantan las sillas y prenden la luz. Nos tapamos la cara y los ojos, pues somos seres de la noche. Me derrito con la luz, digo en broma, pero en las mesas de al lado sueltan la sonrisa y afirman con gozo mi comentario. Salimos en desbandada, como aves nocturnas en busca de sangre. Y por ello se confirma la leyenda inscripta en el baño de damas, tatuada la madera como el enigma sobre la entrada del laberinto: “Mucha jota presumida, pero el ambiente está chido”.

Ahora por acá, me conduce Virgilio más abajo.

Sobre el Tropicana caemos la rapiña voraz. Los mismos de antes, y muchos nuevos. Virgilio le gana la mesa a las dos magníficas muñecas que se han distraído a la llegada de un grupito de gringos sonsos: qué after ni qué spring breaker, sentencia Virgilio, y sí, la promesa se cumple: los gringos se toman un tequila y la foto del recuerdo, rapidito el acto, y salen despavoridos sin atreverse a nada más… Luego, es vorágine la madrugada: enanos y panzones con vestido de lentejuela, mujeres que ofrecen cuerpo, parejitas de heteros haciendo la fiesta, entra una reina de la primavera con corona y todo, se la disputan las demás travestis; por allá una princesa de largo azul y acá muy cerca una mujer por los cincuenta, bajita y de cabello corto que trata de enfocar en mí su borroso deseo desde el balanceo de su borrachera (me abrazo a Virgilio, por supuesto); en la tarima baila una mujer aun paso de envejecer, más ebria no puede estar, danza con los brazos al aire, la mirada entrecerrada en un ensueño de cabaret; luego baja e intenta robar mi cerveza, pero Virgilio la detiene; yo, de todas formas se la doy porque me veo en sus ropas de adolescente, en su delirio de lo que nunca fue, y es profunda mi tristeza al imaginarla por la mañana en casa, solitario su recuerdo, tal vez los hijos en maltrato de frustración sin nombre, hace tanto embarcado el marino que no ha de volver; hace falta sólo un azar para haber sido ella… Pero se escucha el altavoz y todos regresamos al estrado: Tony y su show. La pasarela encarna y es casi una visión, pues son en verdad unas señoras las que bailan en play back: Mónica Naranjo y Edith Marquez son muy cantadas pero apenas aplaudidas; en cambio es la locura cuando la doble auténtica de Paquita nos dice inútiles a todos; pero es delirio cuando Tony aparece y yo veo una señora auténtica, más Lupita que la Dalessio. Con ella concluye el espectáculo.

Aquí, me dice Virgilio, los hombres quieren ser mujeres; y las mujeres, hombres. Aquí cada quien es como es, lo que quiere ser. Aquí no hay poses, me dice: aquí somos.

Y, entonces, comprendo por qué Virgilio me ha traído.

Aquí, los hombres quieren ser mujeres, las mujeres quieren ser hombres y yo quiero ser yo… Quiero ser yo. Quiero ser yo. Quiero ser… Virgilio me regresa al convento cuando la aurora está a un instante de reventar.

Monseñora, cuál ha de ser mi penitencia. Yo quiero ser yo. He visto la luz en esa oscuridad. Yo quiero ser yo. La muerte me ha seguido los pasos por esta noche de infiernos profundos. Yo quiero ser yo… Y para ello, Monseñora, perdóneme la paradoja, he de disfrazarme de mí misma, por una vez aunque sea: va mi resto: para sentir-me, para encontrar-me. He de abrir mi corazón al cielo y aprender con fervor el signo de mi soledad, que solitario es el oficio de escribir… y si, cuando re-encarne, en verdad la misión mía es ser llamada a escena, he de comenzar a aprender ahora, con fe y sin exigencia ninguna, pues sólo con la tinta de mi sangre podré disciplinar mi destino, y escribir, al fin como al inicio, por vez primera y por vez última, un primerizo y único pero verdadero relato…


Con el corazón pleno de vacío, desde la noche canicular del puerto de Tampico, su atenta servidora, de usted y de mi gente toda, a quienes amo, suya de verdad:

Carla Patricia Quintanar

PD: ¡¡¡Quiero unas fotos vestida de travesti!!! Y ya me hice mi chaqueta artística para el próximo año… Ileana: vamos a travestirnos con el Pirata Cojo de Sabina: ya te he contado ese sueño… Y sigo tejiendo mi mortaja de sábanas: gracias, gracias en reverencia a mis amigos y a mi familia querida!!!!

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XVI

Sábado 9, agosto

Condesa de la Condesa

Esperaba que mi alma llegara a un buen puerto de serenidad para poder dedicarle palabras más coherentes que aquellas impresas en el escrito que le envié en ocasión anterior y para el cual, comprendo los motivos, no he recibido comentario suyo. Sé que recuperar la amistad ha sido un esfuerzo de voluntad de parte de las dos, pues reconozco, como le he dicho entonces, que vengo arrastrando mis huesos por un periodo de tremenda desolación y sinsentido.

Casi dos años he dejado de escribir, querida Condesa, y es ya un año y medio el tiempo en que me he hallado sumergida en la confusión, en el letargo de un vacío asfixiante donde nada podía dar sustancia a mi espíritu marchito. He estado habitando entre los muertos, querida; y es un reino al que no invitaría ni a mis más ensañados enemigos.

Entiendo bien, si me pongo de su lado, el enfado que le he causado en mi más reciente visita a su Condado. Sin embargo, amada Condesa, he debido pasar por ese trance que en mucho ha contribuido a que ahora yo me encuentre en este viaje donde en verdad intento, con mis últimas fuerzas, recuperar-me. Ha sido necesario aquel encuentro con el místico Xamán para deshacer la maldición que el Caballero Negro arrojó sobre mí al marcharse: Eso que tú quieres nadie te lo va dar, dijo… He debido romper este terrible mal-decir sobre mi persona, porque usted puede dar constancia de cuánto ha sido la pasión que en otra vida profesé por tan oscuro caballero, a quien los dioses tengan en gloria, a él y a su nueva amada, con quien sé por terceros que ha contraído nupcias, y en bien sean dichos esponsales para él y su doncella, lo digo con mi alma llena de verdad.

Sé que puede sonar estúpido y ser hecho incomprensible para usted lo que le digo, pero apelo a nuestros años de aventuras para solicitar benevolencia para esta mujer perdida: sé que el amor nuestro sobrepasará lo comprensible para alojarnos de nuevo en la aceptación de quienes somos: para amarnos a pesar y precisamente por lo que no entendemos la una en la otra.

Ha sido requerido por el itinerario de mi viaje en este mundo aquel encuentro con el místico Druida, querida Condesa: al desmitificarlo y mirarlo en carne propia, he podido desencarnarme de todo mi pasado. Ese momento ha sido punto de partida hacia este puerto donde ahora estoy terminando de morir. Lamento haberla herido. Lamento no haber sabido explicar lo que sigue sin tener explicación.

Esperaba contar ahora una historia más coherente, sin embargo no me es posible, amada Condesa… Eso que tú quieres nadie te lo va dar, lanzó su maldición sobre mí el Caballero Negro, y por cuanto lo amé, usted sabe cuánto, pudo su conjuro hacer el daño… Sin embargo, al fin lo he comprendido y por eso estoy aquí, buscando a Nadie, pues Nadie me espera en casa, Nadie ha de arribar a mi puerto, a Nadie sueño desnuda el alma, por Nadie dibujo mi grafía en el mar…. Nadie ha de venir por el rumbo de la niebla, por el mismo instante donde Scarlett ha perdido al mítico Rhett Butler, por ese mismo nicho del momento ha de llegar Nadie, a encontrarse conmigo, que Nadie he de ser igual, pues sólo así podré mirarle y escucharle sin espejos, sin escenografías y sin mitos recalentados. A Nadie amo, por Nadie aguardo junto al mar, tejiendo y destejiendo la trama de la sábana de oficio donde hemos de abrigar nuestra carne mortal.

He querido, añorada Condesa, escribirle cuando estuviera mi alma en tierra firme, cuando pudieran ser mis palabras cierta coherencia… Pero no me es posible: no termino aún de enloquecer, y antes de volver a la vida, lo sé bien, he de terminar mi recorrido por los círculos del infierno, pues mucho he pecado de tristeza y son estas epístolas la penitencia por la cual he de re-signarme.

Pero usted debe saber, Condesa, que la hermosura de su fuerza es uno de los misterios de este rosario que soy; usted debe estar cierta de mi amor y mi respeto por su empeño, por su energía sin límites, por su visión prístina y su dedicación de mujer, incólume su femenino en un mundo que fue concebido para los machos. Le admiro, y es egoísta mi admiración, pues de ella sostengo eslabón para el ancla con que al fin he de atar mi barca para descansar en paz mi ánimo aterido y tan lleno de miedos.

A su Condado he de volver, querida, para abrazarle y reinventar el tiempo que le debo, si usted así me lo permite, y lanzar juntas el grito de las amazonas: FIESTAAAAAAAA…

Desde la cima del acantilado por donde he de arrojar a mis muertos al mar.

Señora C.

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XV

Viernes 8, agosto

Monseñora Su

Sólo a usted es posible dirigirme: terrible es la aflicción de mi pensamiento y he de confesarme ante quien detenta luz y equilibrio.

Al fin mi instinto ha ganado sobre la razón: anoche he bajado al centro del inframundo. No sé si lo he vivido en la realidad de la vigilia, si se ha tratado de un espejismo del sueño, o si acaso fue una mezcla mortífera de ambos estados. Es intrascendente, en todo caso, la naturaleza de lo que he visto, pues en mi mente destellan nítidas las imágenes reveladas.

La primera impresión es la encontrarme en una cama, rodeada de tiernísimos muñecos de peluche; abro los ojos por no entender dónde me encuentro y apenas alcanzo a distinguir, en la oscuridad, figuras de animalitos colgantes, movidos en su marcha de círculo por el viento cálido que penetra la ventana entreabierta.

Decido levantarme, porque no reconozco, porque no me doy cuenta siquiera de poseer un cuerpo, trato de levantarme porque no sé de dónde he venido ni quién soy, trato de levantarme, y no puedo: me rodean paredes cóncavas y estoy sumergida en un líquido, una pecera de carne me acoge, y es silencio y es oscuridad.

Y entonces, una luz. Un pequeño punto de luz.

Y el líquido se fuga por el hueco luminoso. La fuerza de la fuga me jala y no hay modo de resistir, el remolino me arrastra y caigo dentro del resplandor más profundo.

Ciega de luz, camino a tientas por un pasillo estrecho, así lo presiento, estrecho y luminoso. A lo lejos, dos figuras aguardan. Voy hacia ellas; no por convicción, voy porque son oscuridades con forma en medio del infinito destello; voy hacia la noche de las dos siluetas porque ellas son el único referente al centro del manto lumínico sin fin.

Al fondo del pasillo encuentro a Sor U y al padre Santos. Aguardan por mí junto a una reja escoltada por hombres morenos y enormes; la reja se abre cuando yo me acerco y entramos en un vestíbulo adornado con fuentes.

Cien monedas cada uno. Cien monedas pagamos y el más enorme de los guardianes, un gigante moreno, es quien nos escolta entre las fuentes hasta la puerta principal. Él abre y nos indica entrada franca. La puerta se cierra tras nuestro paso.

Adentro encontramos un pasillo ancho, dispuesto con sillones y mesitas; hombres y mujeres, delgadísimos y pálidos, ocupan los asientos. Con elegancia excesiva, de finísimas copas cristalinas, beben un líquido rosa, pálido y delgado como ellos. No hablan, se miran a los ojos con profundidad, hipnotizados en sus miradas tiernísimas, miradas pálidas y delgadas, como ellos.

A un costado del pasillo, una barra de ébano labrado; una sola pieza larguísima, de ébano el más negro, en cuya talla es posible distinguir la escena del paraíso: el manzano al centro; la serpiente es una parra de rizos rococó, sus tallos recorren el paisaje, de sus hojas brotan los seres de la creación… Adán y Eva no están por ningún lado: han sido expulsados ya. Tras la barra, una matrona de cabellos cortos, corpulenta, mirada maciza y oscura como la madera donde apoya los codos, atenta a los deseos de los comensales.

Tras la matrona acodada en el paraíso de ébano, la vitrina donde reposan los utensilios del deseo: morteros de porcelana y piedra, frascos de hierbas secas y ramas aromáticas, pomos de cristal con partes animales e insectos conservados en éter, libros de antiguas recetas, botellas de licores, ácidos, vinagres y aceites, cuencas colmadas con piedras preciosas, bolsitas de polvos y cristales, pastillas de colores, parches preparados, gasas y vendas, jaulas con avecillas, batracios y pequeños reptiles vivos, amuletos y huesos colgando… Por supuesto, un espejo resguarda el fondo de la vitrina, duplica en su reflejo la abundancia de sus formas y magias... Tras el espejo, sólo detrás, entre el cristal, las salamandras de azogue desperezan su paso lento entre los ajuares del deseo.

Al centro de la vitrina, el altar. Decenas de veladoras iluminan las imágenes: un arlequín multicolor, maquillaje exótico, cascabeles; y el sagrado corazón en actitud de bendición.

La matrona me sonríe al ofrecerme una copa vacía e indicarme con su mano rechoncha la cortina de terciopelo y tul que cubre la boca del fondo del pasillo.

El velo se descubre y al correr del lienzo aparece una sala amplísima y en ella la música estridente, el estrobo epiléptico, los rayos láser en color neón.

Una hermosísima muñeca aparece en primer plano, enmarcada por los pliegues recién abiertos, de terciopelo y tul; y ella de pie al centro, con el inmenso salón bullendo tras su presencia, sus cabellos rubios caen en suaves rizos por sus hombros, recogida la abundancia de su cabellera sobre la nuca; las ropas breves y ceñidas, el maquillaje impecable, las pestañas de bosque espeso, los músculos definidos de su vientre, las piernas delgadas y fuertes, los senos hinchados y blancos. Por un momento casi envidio su porte, el trazo perfecto de su faz, dibujada acuarela de perfecto artificio; pero entonces la muñeca se inclina con suave disciplina, como un actor del NO, en reverencia sensual ante el público con quien inicia la función. Se yergue frente a mí, y sin recato mira ella mis senos pequeños, lívidos, sin rocallosas, mi rostro pálido y salpicado de manchitas del tiempo, las ojeras amoratadas, las cicatrices en mis tobillos, mis piernas enclenques, el bulto de mi vientre sin definición, mis cabellos escasos y enmarañados. Y somos una envidia mutua la muñeca NO y yo: una es cierta, la otra no: la imagen frente a su referente.

Sor U, el padre Santos y yo avanzamos con lentitud entre el bullicio. La muñeca nos guía ahora por una escalera de caracol y nos deja instalados en un palco lateral, desde el cual es posible mirar la magnificencia del salón.

Un joven con el torso desnudo se acerca a llenar nuestras copas, el líquido es negrusco y espumoso, expele pequeñas chispas color aguamarina y un vapor espeso que repta por el borde como nido de viborillas. Bebemos y tomamos nuestros asientos.

Y es aquí, Monseñora, donde comienza en verdad el martirio, la visión fantástica.

Hay una reina de corazones sentada en el palco central, le rodean los bufones, las muñecas, y una hermosa pareja semidesnuda se acaricia junto a ella. Detrás de la reina bailan los vapores de una llamarada, las flamas en cuerpo lamen su calor, ennegrecen los muros adornados con los cientos de cabezas amputadas por el capricho del corazón real. La reina de corazones mira complacida la escena al centro del salón, abajo.

Abajo, al centro del salón se halla una jaula enorme. Dentro, baila un centauro, su cuerpo en extremo flexible, relincha, se contorsiona en violentos reparos. Descubro más jaulas en los muros del salón. En cada una danza un mito. Dragones y caballos alados, sirenas y mujeres con cabello de serpientes, faunos y hadas; brincan sin pausa entre el frenesí de los tambores.

Los mortales departen en la pista, danzas y caricias caóticas, entre seres alados, demonios de fuego, muñecas preciosas, jóvenes desnudos. Los monitores encendidos, aquí y allá, arrojan imágenes de castillos medievales, puentes góticos y rascacielos futuristas. Algunos autómatas recogen las copas vacías. Robots esféricos de un solo ojo lanzan luces sobre los comensales. Los tambores precipitan su ritmo, se eleva la cadencia, el aire huele a tabaco y sudor, un fuerte aroma de risotadas y sexo abierto. Tiempo de carnaval.

Tiempo de carnaval, anuncia una voz al viento. Los tambores siguen en éxtasis, más fuerte y más rápido su ritmo primitivo. Danza de la lluvia. Danza del sol. Danza del vientre. Danza del espíritu inmortal que nos habita. Dice la voz al viento.

Al fin salgo de mi ausencia y puedo desigualar las escenas y los rostros del enredo de piel y luz. Allá está Sabina contando del pirata un sueño. Borges acaricia el lomo del minotauro. Virgina entra al río una y otra vez, sin más método que su lenguaje de olas oníricas. Calrice fríe el huevo metafísico a la mexicana. Montecristo susurra al oído de Scarlett (y ya son amigos). Luisa baila un tango con el Garza. Silvio ha encontrado su unicornio tras el telón. Arreola sostiene un sapo en forma de corazón, mientras Pedro Páramo le dicta sus fantasmas a Rulfo. Y más y más caras. Y más-caras. Y máscaras tras las cuales, Monseñora, en el último compás del frenesí, me descubro yo: soy cada uno de los comensales, mi rostro está en ellos, Monseñora…. Soy yo…

Soy yo y, entonces, despierto.

Desperté, Monseñora con la piel oliendo a humo, mis cabellos ennegrecidos, mi sexo húmedo, mi mente en blanco… Diga usted cuál es la penitencia por este sueño, diga pronto porque temo la noche, tengo miedo de dormir de nuevo y volver a ser yo.

En un suspiro.

Señora C.

sábado, 9 de agosto de 2008

TELEGRAMAS EN INTERMEDIO

PRUEBA ALQUÍMICA

EL TORO DICE: Linda noche! Te mando la humedad de esta cantina de puerto, subterránea, oscura, plena de seres fantásticos.

MADAME k RESPONDE EN SU LETRAS: Noche bohemia, de tornamesa, agua de las bendiciones bíblicas

HERALDO REAL RESPONDE: Ja, ja, ja. Qué bien amiga! Salud!

DUQUE DE f RECITA: Qué envidia! Pensaba en ti. Estás bien? Cómo van esas sábanas?

LADY i PIENSA EN VOZ ALTA: Buena noche, amiga, desde la tranquilidad de mi hogar. Disfruta la humedad!

XAMÁN CONVOCA: Linda noche! Sí que la es, ésta la del 8 del 8 del 8. Comparto con usted el gusto y le guardo una sábana con memorias y confesiones escritas con algunas tintas.

JUGLAR REAL CALLA EN PRESENCIA: (manda mensaje en blanco... será una nota musical?)

ASPIRANTE A CAPITÁN x (estamos en casting): Vengaaa, andamos profundos!!! Qué rico que me piensas; circunstancias que hicieron no ponerme allá!!! Pero pronto, beba; y disfrutando de la salsa tropicosaaa, eaaa

SALTIMBANQUI REAL DIRIGE ESCENA: Plena de seres fantásticos, los poetas de la noche, los poetas de la luna, enemigos de la inmunidad, esos que prefieren vomitar poesía sobre las sábanas y compartirlas con el pueblo antes que dejar todas esas historias pudrirse en una cama triste, solitaria y fría. Recibo con prifundo beneplácito toda esa maravillosa humedad, que me inunde los huesos, que el torrente de historias que arrastra me ahogue el alma para seguir escribiendo su magia en el escenario. Si no estuviera (mi alma) con ustedes en este momento les envidiaría.

TIERNA INFANTA HABLA: Qué valiosa eres: esa posibilidad que conviertes en realidad es lo mágico, lo fantástico, qué gusto que sea así. Un abrazo.

DUQUESA d, SIEMPRE DISCRETA: Hola, Carla, buen día. Gracias por tu mensaje. Pásala bien.

ESCRIBA eme LLAMA: Ya te hallaste? Cuándo aparece el Capitán X?

MADRE SUPERIORA: No estén chingando: ni con poesía voy a ir: estoy rotulando sábanas.

SEÑOR B: (se desconoce su paradero)

MISS N: (se desconoce su paradero)

CONDESA DE LA CONDESA: (se desconoce su paradero)

MUCHAS GRACIAS: USTEDES SON MI ALIENTO, MI CARNE, LA RAZÓN DE MIS PASOS... LOS AMO!!!!!

jueves, 7 de agosto de 2008

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XIV

Agosto 7, jueves

Apreciable Madame K

De buena fuente he sabido que se encuentra usted en segura fortaleza, al centro de la Ciudad Imposible, ciudad que en mi ánimo se instala en eterna contradicción. Usted sabe, amiga, que es allá donde algún pasado me ha convocado en afrenta por saber de las letras cierta compostura, entre aquellos palacios se ha tejido mi gusto y mi suplicio por la palabra, y muy alto ha sido el precio que entonces he debido pagar por aquellos cinco años de aprendizaje. Pero ahora es un tiempo irrelevante. Ya somos palabra y es lo cuenta, lo que cuenta estas ficciones donde es posible recomponer el tiempo y hacerlo más nítido en la mentira piadosa de inventarnos la trama.

El Convento de las Prístinas Hermanas del Silencio mucho ha conservado mi luto por la propia muerte, querida, bien cierta es la afirmación. Como certero es que en esta distancia amorosa he logrado, por vez primera, hallar un rescoldo de serenidad, domeñar la potencia de mis instintos salvajes, aplacar la furia con que se lanza mi sangre bravía tras el vuelo enrojecido de la espada mortal… Tantas veces ha quedado mi cuerpo herido, desgarrado, tasajeado por la diversión vana de los ignorantes, y no han sabido ellos tener ni una miga de tiento para, aun en la muerte, abrir mi pecho y mirar que ahí reposa un corazón tan pleno de sí, plano de ofrecimiento y luces y pactos de honestidad. Es cierto que en mi retiro me encuentro, a mí, por mí, en este vacío del que ya no reniego y, por el contrario, aquí me instalo con fe, incluso a sabiendas de que pueda yo perder el logro por dejar a la distancia hacer su voluntad.

He pedido consejo a nuestra amada Lady I, también a la Duquesa D y a la tierna Infanta, sólo de mi Lady he recibido palabras de aliento para esta nueva afrenta de mis espejismos, pero no he logrado calmar mi delirio y temo por la seguridad de mi psique, Madame.

Más de trece días han acontecido, sé que es poco, sé que es nada, sé que ningún derecho me es dado reclamar… Si algo sé es esto, sí, Madame, pero no lo sabe así mi instinto que duerme, pero es justo en ese sueño donde resurge sin tregua para mi pobre mente extraviada.

La factura de mi delirio ha cambiado, querida, y ahora sueño con sacrificios rituales, por Dios, qué significa… Veo corazones sangrantes por doquier, como en un espectáculo maligno, mujeres y hombres vestidos de rojo alrededor de una mesa de roca sólida, ávidos ellos por lamer la carne de sus heridas y ofrecerlas a un desconocido dios oscuro… Y, como es mi sueño, seguro por eso, estoy yo al centro, abierto el pecho, las vísceras expuestas, un hombre o sacerdote o bestia mítica se acerca, enrojecida su mirada, se acerca con intención de ofrendarme o terminar de tajo por mi garganta con su daga, el sacerdote acerca su boca de humareda a mi nariz, siento su cuerpo de flama ardiendo en mi vientre… Y, entonces, despierto, Madame; y no es de canícula la humedad que reconozco entre mis piernas…

Algún espíritu de posesión me ha tomado. Madame: ayuda, por favor, os lo imploro, usted que conoce del ardor: qué mágica oración gramatical me ha de volver a la inocencia onírica, por qué me asaltan estas pesadillas y, lo peor, por qué las disfruto tanto…

En vuelo sobre la hoguera

Señora C.

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XIII

Agosto 6, miércoles

Entrañable Lady I

Su carta me conmueve, pues me encuentro en circunstancia parecida. Son los demonios, querida, ante quienes sucumbe el sueño y la esperanza. Es menester en tales circunstancias hacer acto de contrición, apretar el alma, la vagina y el cerebro, mi Lady, para dominar a las bestias, amansarlas de suavidad, como bien dice usted… Pero no hacemos referencia a tercera persona, querida, hablamos del interior, de las aguas que durante los años crecen y desbordan el continente de nuestra carne frágil y por demás caprichosa.

Será cierta la influencia del eclipse. Será la jauría paranoica y paranormal que nos persigue. Será el sereno o será la canícula. Será la nutrida fantasía que nos signa la frente como letra escarlata… Lo ignoro, querida, cada día ignoro más y más… Por eso me limito a describir, porque, vea usted, coincide el calor de mi sueño más reciente con esas imágenes suyas respecto del distinguido caballero del cual me habla… pero no con él mi sueño, ciertamente, vive Dios que por fortuna diferimos en el gusto, qué bendición fraterna más amable…

Pero, querida, tejo mi calma, cierto, es sólo que ha venido a mí una imagen terrible, pecaminosa en grado sumo… Es una fiebre de posesión que en duermevela no he logrado esquivar… Vuelvo a ser por las noches un animal, mi Lady, y sale mi espíritu en busca de carne, casi puedo sentir el llamado de la sangre abierta, y voy por la playa, entre la espuma, buscando esa figura de cabellos rizados, grácil caballero imprudente a quien me deseo busca por su cuello… Ciega de placeres mi carne de toro, bufo, troto sin rumbo, olisqueando los aromas de la mar que aún más encienden las ansias de mis dientes por desgarrar ese cuerpo soñado… No puedo nombrarlo, querida, pero usted sabe, usted sabe…

Recete usted una poción, mi Lady, que aplaque la maldición de mis aprehensiones… No quiero decirlo, pero siento que la locura vuelve, se instala de nuevo… Qué hemos de hacer

Desde el borde de la pasión

Señora C.

miércoles, 6 de agosto de 2008

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XII

Agosto 5, martes

Queridísima Lady I

Sólo a usted puedo confiarle las apreciaciones de mi ánimo, dada la naturaleza del clamor que las evoca. He logrado, querida, aplacar la fuerza bruta de mi toro, es verdad, y me siento orgullosa de mí por este logro del espíritu mío. Ahora me encuentro en la etapa de hallar la fórmula que me permita mantener la estabilidad en el tiempo. Este calor de humedad ayuda muchísimo a mi empeño, pero temo perderlo en cuanto me aleje de la orilla y me adentre de nuevo en tierra. Porque es verdad: aquí estoy como fuera del tiempo, inmersa en otra realidad, encerrada en una esfera que me aísla de mis propias pasiones.

Por fortuna para mi psique, el barco que se acercaba de tierra adentro se ha desviado en su curso y aquel marino salvaje no tocará puerto esta semana. Mejor, pues no estoy en condiciones aún para ser rescatada, no he bordado aún mis buenas palabras y todavía son maldiciones mis sueños.

Pero letra por letra, mi Lady, voy tejiendo la trama de mi ficción. Me diluyo entre la humedad, tamizan los tejidos mi materia, y es cada vez más fino el polvo que soy. Anoche soñé con mi muerte y ya no le tuve miedo: hoy he de escribir, es todo por hoy, una letra más…

Gracias.

Señora C.

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XI

Agosto 4, lunes

Querida Duquesa D

Con gusto he recibido noticias suyas, y he de decirle que sus palabras me llenan de gran regocijo, pues me siento acompañada en esta distancia.

Este ha sido un día largo; y he tenido fuerte dolor de cabeza, quizá el calor, quizá los pensamientos que se ocultan incluso a mi mente, los que están por detrás, las voces que me niego a oír… Son aún los demonios del dolor, querida Duquesa, los que se ocultan tras mis hábitos de silencio.

Usted sabe que mi corazón es frágil, que sigue siéndolo pese a las capas y capas y más capas de concreto con que he procurado lapidarlo en estos días, para que se recupere allá abajo, en su tumba de pasado y pueda resurgir de nuevo, abierto al presente.

Por momentos pienso en el señor B, pero es un pensamiento que procuro mantener en el linde; no puedo permitir que me allanen las imágenes mórbidas, las locuras de la fantasía, no puedo… Pero en sueños me resulta más difícil, Duquesa. Sueño con caballos desbocados que salen furioso de entre la espuma del mar y vienen a mi encuentro, con intención de arrollarme entre su prisa salvaje… Y entonces yo me convierto en un enorme toro furioso, y me apresto a embestir contra aquella fuerza desconocida, pero es la misma con la cual se hincha mi sangre. Despierto en sofocos, Duquesa, sudando extrañamente, con una ansiedad desconocida…

Ahora ya estoy sola aquí, en el convento. Y se han acallado los rumores de aquel barco proveniente de tierra adentro. Diga usted: por qué escuchamos palabras de amor de quien no hemos convocado; por qué es silencio la voz de quien en verdad deseamos… Y más aún: será verídico ese deseo mío o se trata de una más de las fantasías que me han atormentado en el pasado, restos de lo inexistente, patrañas de artificio…

Lo cierto, querida, es que hoy no temo más a la soledad, por el contrario, la busco, la llamo, la mantengo aquí… Sin embargo, hay trampas por sortear, porque justo ahora que he salido de nuestra mágica tierra de Oz, me llegan misivas que reclaman mi presencia de vuelta. Y me resisto, Duquesa, se revuelca mi entraña ante la perspectiva de verme obligada a volver antes de tiempo… Un distinguido colegio reclama mis servicios como tutora y yo he de tomar una decisión, pues, por otro lado, acá ya me he comprometido a llevar mis hábitos a al muy real y noble reino de la Vera Cruz, con el amabilísimo saltimbanqui real R, quien se ha ofrecido a trasladar tanto los juegos de cama letrados como a la Madre Superiora M y a mí, y quien ya prepara un espectáculo teatral para enmarcar la colocación de dichos hábitos literarios… ¿Qué he de hacer? ¿Dinero o arte? ¿Materia o espíritu?

Por el momento, he hecho llevar un parte hasta nuestras tierras, pidiendo mayor detalle sobre los tiempos y las diligencias que, en caso de aceptar mi ánimo tal labor, me han de llevar antes de tiempo al regreso… No lo sé, nada sé, ignoro todo, Duquesa mía, y el tiempo para decidir se agota con cada segundo.

Le saludo y quedo en espera de sus sabios comentarios

Señora C.

lunes, 4 de agosto de 2008

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA X

Agosto 3, domingo.

Querida Infanta

Esta mañana el Duque de F ha cumplido su plazo y ha emprendido el regreso a nuestra entrañable y mágica tierra de Oz. Al fin estoy sola y ya más instalada en el Convento de las Purísimas Hermanas del Silencio.

Como es domingo, el recogimiento se impone; así que hoy, la Hermana Superiora M y yo hemos comenzado de lleno los rituales de absolución por lo que ella ha de imprimir voz en el lienzo de mis hábitos. Inicia hoy el sacrificio de la nada.

No puedo decirle mucho por ahora, dulce Infanta. Hoy es día de re-concentrarme en el arduo trazo del trabajo da comienzo. El sol es pleno y la humedad persistente. Sin embargo, cruza por mi conciencia un secreto, la insinuación de alguno que ya se había ido y ha vuelto justo antes de que yo saliera de Oz: allá he recibido velada declaración de amor, a la cual no he sabido prestar oídos, no he querido escuchar nada…

Hay sumas que dan menos, tierna Infanta: el parte del Músico Real Ele, los rumores de que un hombre apasionado viene del futuro a encontrarme en puerto (y no le conozco, no sé, no sé); y el secreto de antes de la ausencia emitido por el Señor Becario de la Corte, quien me ha hablado de su mucha cercanía de su espíritu al mío por cuanto atribuye razón y paz a mis palabras, las que alguna vez compartimos… Pero, infanta: no son ellos el delirio que ocupa a mi locura, no son ellos: es nadie, como el navegante que ha dado muerte al cíclope de mi razón: nadie me conmueve, nadie palpa el tacto de mi piel por estas humedades del Fin del Mundo: nadie, nadie, nadie… A nadie he de olvidar, querida, y usted sabe que nadie existe y tiene nombre verdadero… Y no quiero preguntarme nada por nadie, porque es mucha mi pasión taurina y es tal fuerza la que he de gobernar.

La extraño, querida. Reciba un beso.

Señora C.

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA IX

Agosto 2, sábado.

Mi muy querida Lady I

En gracia de ser la exquisitez de usted quien enlaza ecos con mis palabras, en mucho me honra que sea su ausencia la que ponga a quienes estimo en información de mi primer día en el convento.

La Hermana Superiora M ha recibido mi llegada con profundas bendiciones y externo beneplácito. Las dos primeras noches he debido dormir en la misma celda con el joven Duque de F, en camas separadas y bajo extrema vigilancia de la comunidad silenciosa, bien es menester aclararlo. Fino caballero es el Duque, he de alabarlo; y por demás sustancial el apoyo y el ánimo al cual ha dedicado su presencia, encargada por su amistad en labor por dejarme bien instalada.

Es así que por tan grandes consideraciones del joven Duque de F hacia mí, que la Hermana Superiora M y yo nos hemos dado a la tarea de introducirlo a él en el conocimiento de los oriundos lugares y personajes célebres del Buen Puerto del Fin de la Tierra.

Y en esta diligencia, en particular mi sorpresa ha sido conocer Messie Saltimbanqui R, extravagante caballero dedicado a la puesta en escena de la maravilla dramática… Y es sorpresa más preguntarme ahora que en cuenta caigo del porqué me signa en estos días tan noble oficio de la escena; pero es preciso detener aquí mi pensamiento, pues si estoy aquí es por no estar en parte alguna y vaciar mi corazón de sus propios caprichos.

Pues bien, prosigo: que el caballero Messie Saltimbanqui R, ha tenido en apreciación considerar como acordes los motivos de mi internado en este silencio conventual, y en muchas y agradables palabras ha puesto su mucho conocimiento y su más experiencia premiadísima para llevar mis hábitos de mortaja y nacimiento y sueño al muy noble y siempre teatral reino de la Vera Cruz, para ir a hacer manda de lectura a un pequeño pueblo donde él oficia la cultura, ofrecimiento que en mucho llena mi alma de cierta luz… Como ha dicho el joven Duque de F esta mañana, mientras mirábamos el mar en la compañía de las hermanas del silencio: ¿acaso, señora, no percibe usted sospecha de felicidad?

Y sí, sospechosa me siento… Pero mire usted, querida, hay hechos que perturban mi ausencia: he recibido el parte de saludos hacia mí del Músico Real Ele, conduciendo la palabra de él a hablar de mi persona en irreales términos: usted es sinónimo de perfección, me ha dicho en el pliego, de puño y letra… Y yo me consterno, señora, porque ese dicho me compromete: todavía no veo belleza en el espejo. Mis ojeras son marcas de antiguos llantos, son mis arrugas surcos donde ha caído muy mala semilla… Hoy mismo he visto un viejo edificio muy enfermo, árboles crecen por su muros y ello es poesía, bien cierto, pero se trata de una construcción que nadie habita, sólo fantasmas compadecidos por el día y acaso vestigios de algún terror nocturno; he visto tan desolada construcción y he pensado en el espejo. Y he reflexionado más sobre los motivos profundos de mi viaje, distraídos un momento por la algarabía de la llegada y la gratísima compañía del Duque de F, quien parte mañana de vuelta a nuestro mágico reino de Oz.

Y no para ahí mi inquietud, querida, y por ello tiemblo: otra misiva ha llegado de los océanos de tierra adentro: hay rumores en el puerto de que un barco está por llegar, un barco que viene del futuro, y que en él, dicen los susurros, viene un hombre que ha sabido de mi presencia en este confín, que viene a verme, que viene a reclamar una pasión que yo no he ofrecido… Y temo, mi Lady, porque dicen que es salvaje y se dirige hacia acá sin miramientos… ¿He de esconderme? ¿He de recibirle, en tiento y forma, sí, pero recibirle? ¿Es verdad que en rumbo viene un hombre a mi encuentro? ¿Y quién es él, vive Dios, quién es, por qué me busca?

Y luego, lo peor, aún pienso en el paradero del señor B, querida, pero no estoy en posición de crearme ninguna imagen, por afán ninguno, de tan distinguido caballero, pues bien cierto es, y apreciado por mi espíritu su gesto de él, que ha mandado por terceros los documentos con los cuales hemos de trabajar… Así es, así ha de ser.

Aguardo en ansiedad por su consejo, querida.

Envío mis bendiciones. Señora C.

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA VIII

Agosto 1, viernes.

Apreciadísima Miss N

Muy poco he podido informarle de viva voz la urgencia de mi partida, pero intuyo que usted sabe, pues en fechas anteriores y mucho antes hemos conversado acerca de los rasgos del vacío.

En nada puede parecerse mi martirio al destino que a usted le ha tocado encarnar, pues mientras mi sufrimiento es de distancia, el suyo es ausencias irreparables. Así que no he de contar mucho más sobre aquello que ha sido y ya nunca podrá ser (y por más de alguno, y tal vez por todos, a Dios en misericordia, por nuestra quietud, no sean nunca más nuestros ojos testigos dellos).

Pues bien, amada Miss N, he llegado anoche a puerto, en bien acompañada por mi querido amigo, el joven Duque de F, de quien espero pronto conozca usted su poesía en elevación. Y ha por iniciativa del Duque y de la Madre Superiora M, anfitriona mía en el Sanatorio de las Blanquísimas Fraternidades del Silencio, que antes de darme aun aposento, he sido conducida a la orilla misma del mundo.

Y así ha tenido lugar el primero de los rituales y he visto la negrura profunda del mar. Ahí en oración, escoltada por la Hermana Superiora M y el Duque de F, es que he puesto mi pie descalzo en el último extremo al que mi terrenalidad puede acceder: más allá es imposible sin instrumentos o naves: al fin he llegado al fin.

Y es frente a esa boca oscura, reverente envuelta en hábitos de humedad ardiente y madrugada, que he comulgado con el vacío. No he terminado ni he dado inicio. Arribo, querida Miss N, al lugar en que me vuelvo palabra y mortaja: usted sabe que ha parir-me y a morir-me he venido hasta el lugar de mi último paso. Ya estoy de lleno en el sitio donde nada existo, nunca he estado, nadie me ha visto, pues soy mi propio caos antes de la creación. Nirvana es el lecho para el cual he de confeccionar los textiles de la voz: tejo redes y miro al mar: por ahí he de volver.

Querida: hay que guardar silencio, aguantar la respiración casi, guardar incluso el pensamiento, para que el mal no sospeche de nuestra fragilidad: también usted está en pecado, casi el mismo es nuestro. Por lo indecible de mi expresión para usted, en bien de amor y por la compañía de su ausencia: ruego a quien nos ha enviado a reunirnos en esta distancia porque en mi silencio usted descifre su palabra.

Un trozo de mar le envío en el abrazo del punto final.

En deuda con usted, por siempre estoy: porque no comprendo su dolor es que entiendo la voracidad de tal magnitud, y en tan poco pago al cariño suyo le digo: nadie se ha ido: sólo yo no vuelvo, y es mínimo y muy módico sacrificio por el cual le presto mi carne para echar al mar su ruego, para enviar una botella con sus versos y llegue la plegaria a la Isla del Tesoro donde jugaré con él: y ahí sé que usted también está, querida N y por ello, dispénseme el atrevimiento, es que vamos usted y yo a sonreír aquí: mientras lloramos de amor.

Por lo que están y los que siempre están volviendo: nuestros hijos y su amistad.
Suya: señora C.

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA VII

Julio 31, jueves.

Señora alférez Iv:

Querida, muy mía, señora hermana en mi corazón: he partido con alegría profunda por la noticia de su feliz estado, aunque una parte importante de quien siente en mí, se entristece por privarme de compartir con usted los días de ir sabiendo en la prevención si ha de llegar quien usted ahora espera, y yo en usted espero también en alma propia. Sin embargo, la distancia es el menester obligado que hoy debo inaugurar.

Le escribo esta nota desde el parador donde el joven Duque de F y yo nos hemos detenido un momento a departir un ligero alimento con el cual reemprender el paso del camino. Justo es decir de la gratitud que endeuda mi alma para con el joven Duque de F, pues él ha puesto su compasión en mi destino y su carruaje a mi disposición, ofreciéndose él mismo para acompañar mi viaje, a modo que yo llegue, sin más sobresalto que el de mi corazón marchito, al Buen Puerto del Fin del Mundo, donde he de internarme en el convento de la Inmaculadas Hermanas de la Hermética.

El joven Duque ha tenido delicadas atenciones para mí, una vez puesto en conocimiento de mi viaje y la circunstancia oscura por la cual lo emprendo. Es así que a tempana hora ha instruido a sus lacayos para acudir a la morada que usted ha imaginado para mí e instalarme con mucha comodidad en el vehículo; y así, durante el trayecto él ha podido en algo distraerme de la ingenuidad de mis delirios a través de su estudiada y fina conversación.

Ha de saber usted, hermana de mi ser, hermosa mía, que el joven Duque de F es amante de las letras y es por tal que, en la marcha, me ha instruido en la poética de los antiguos que más son de su cercanía; en particular, me ha deleitado con exquisita selección de versos de Mallarmé, que de su memoria me ha ofrecido en la lengua del romance, y mucho me he entretenido conociendo el decir en aventura de los distinguidos poetas de nuestro terruño de Oz.

Y qué maravilloso es Dios al concederme un marco digno de tan grata compañía y mayor sentida amistad que hoy profeso hacia el joven Duque de F, pues es debido a las lluvias, preciso tesoro usted en mí, que puedo decir que el paisaje y el clima en el trayecto han sido benevolentes conmigo: los diferentes estados enverdecidos de la naturaleza han resultado gratificantes para mi alma enferma. De ya supongo más cercano asegurar que no ha sido error este viaje.

Usted sabe, hermana de mi más profunda sangre, sabe porque me conoce en la intimidad familiar, de la fragilidad que de siempre ha infectado mi percepción del mundo. Usted conoce la facilidad con que mi espíritu se desgaja en lágrimas… Y tal ha sido motivo de su inquietud conmigo, tal ha provocado sus consejos y, más de una vez, yo he sentido su disgusto o alguna desesperación porque no soy fuerte ni certera al grado suyo (motivo, la arquitectura sólida de su alma, de mis más grande admiración por mujer alguna en mi cercanía).

Usted sabe, señora mía, dueña de mi hermandad por siempre, cuán desolados pueden ser mis arrebatos. Y en mucho es gracias a su palabra y a la contundencia de su ejemplo que yo he recapacitado en estos días, justo cuando más mi cuerpo y el sueño en que lo velo resienten la tristeza. Es en justo grado su imagen la que también me alienta ahora al emprendimiento de mi viaje en busca de la última orilla del tiempo, donde espero hallar un gramo de tranquilidad.

Porque reviso mi historia y observo que mi sinsentido arraiga en mí desde mi más tierna conciencia… Y ha sido desde siempre que me he sentido como si mi alma no perteneciera a mi carne, ni ésta a la tierra. Y es por dicha apreciación que no he logrado estar… Como si estuviera eternizada en la confusión de nacer, como si continuara, apenas, siempre, naciendo y es dolor de llegar y no hacerlo en verdad el que conmociona mi espíritu renegado… Nacer. Y es confuso el mundo en cada vista de la luz, y es confuso el movimiento de mi cuerpo fuera del líquido de aquella inocencia que parece que pierdo en cada paso.

Por eso mis letras, señora, por eso este viaje donde he de terminar de parirme de una buena vez, para al fin estar en el mundo de los vivos, y así también pueda algún día volver en santísima paz al agua vital de la totalidad.

Hermana, señora, la más preciada sangre de mi sangre: ahora he retomar el camino, el joven Duque de F ya apresta el carruaje, él ha de entregarme en persona en el convento, y ahí ha de dejarme un tiempo, para que yo medite y vuelva otra, vuelva nacida a la realidad de la tierra.

Señora, entéreme de su estado y no deje de cumplir el reposo que el médico le ha ordenado. Usted es mujer disciplinada como ninguna, usted es un cimiento y la estructura entera, la más bella edificación de integridad y profesión de belleza. Rezo a cada paso por su buena salud y la de aquel que ha de llegar si es su tiempo. La amo.

Por siempre su más fiel admiradora y amantísima hermana.

Señora C.