jueves, 28 de agosto de 2008

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XXXIII

Martes 26 de agosto

Pasado mío:

Treinta y tres fue nombre de hombre. ¿Acaso queda brizna de aliento para llamar, aullido en celo de la noche, por la voz de quien ha de nombrar mi signo de mujer? Si aliento persigo a través del espeso bosque en bruma, maldito bosque de hombres vueltos bruma al influjo de mi antiguo sexo en brama. Bruma carnívora en acecho por hacer de carne presa el instinto de su humanidad perdida. Abrumada.

Treinta y tres fue número de hombre. ¿Acaso queda rasgo de ingenio para contar, ecuación profunda en conjunción de luna, con la nomenclatura que ha de multiplicar la incógnita de mi ser? Si rasgo persigno en cincel mi estela, a través del espeso bosque del tiempo, bendito bosque de mítico Nahual vuelto hembra por influjo de mi nuevos sexo en brama. Toro blanco. Toro mi elemento de agua. Toro encarnado al acecho, sumergido en las arterias de mi laberinto, instinto de humanidad hallada. Satisfecha.

Brama la raza blanca de mi estirpe. Media luna enmarca el aro al centro de mi frente. De bruja en hoguera me lanzaron, pero salamandra soy, y es fuego el trono de mi potestad: entregada flama en brama: muero al instante de vivir en pos del intenso resplandor de mí.

Treinta y tres fue sino de hombre. Sacrificio del cuerpo en pos de la luz. Y por la muerte del más preciado amor de mi pasado, en sacrificio fue mi oficio escribir.

En reverencia y ritual por que mis santos muertos reposen en paz: una oración, en desapego total, por quien estas letras me enseñó.

Señora C.

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