lunes, 11 de agosto de 2008

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XVIII

Lunes 11, agosto

Siempre cristalina y amada Lady I

Con la presente me encuentro sobre la tercera parte de mi crónica de muerte y resurrección. Mi corazón, mi Lady se encuentra pleno del instante, y aunque desconozco por cuánto tiempo podré sostener-me, el gozo de mi ánimo es profundo, pues me es dado tocar ahora la orla de la luz, y tal favor divino es más de lo que añoraba mi alma enferma.

Sin embargo, querida, a mis manos ha llegado un telegrama proveniente de altamar: y son ciertos los rumores aquellos, ahora lo tengo confirmado: se aproxima a puerto un barco y, con él, un marino. Un hombre que viene de muy lejos con el único propósito de reclamar mis pasiones.

Yo no lo conozco, querida; le he visto sólo una ocasión, tiempo ha, cuando me encontraba yo, entonces, por embarcar con rumbo a los dominios de la Condesa de la Condesa. El caballero en cuestión me ha dirigido, entonces, unas pocas palabras alabando mi presencia. Mi pudor, querida, usted sabe, me ha hecho dar parca respuesta y sólo le he dicho, entonces, mi nombre, y acaso he referido mi oficio. Pero él ha averiguado mis pormenores y por un tiempo recibí sus telegramas apasionados, a cuyas palabras no di importancia, pues está muy lejos, me dije, y apenas ha podido verme unos minutos, no ha de recordar en verdad mi faz, pensé… Y hace tanto que he dejado de recibir halagos tan insistentes de un caballero, y cuando además me resignado ya a que a ningún hombre le valga yo cruzar el tiempo para conocerme, he creído que el arrebato del marino se trataba sólo de un entretenimiento para pasar el tedio de las horas marinas…

Pero ahora me escribe con fervor renovado: que ha debido desviar su nave hacia el Norte, dice, y que al fin ha llegado a la isla donde había de resguardar el tesoro de sus batallas y que, una vez entregada su diligencia, ha puesto ya su embarcación en rumbo y tienden sus velas hacia el viento que baja al Golfo, donde estoy yo. Que no tome yo otro hombre, me suplica, que le espere atenta, me dice…

Enmudezco ante la sola perspectiva, pues si bien mi corazón renace, es apenas una cimiente sin germinar, pequeñísima y frágil semilla. No estoy lista, mi Lady, para la afrenta de la decisión y mi razonamiento se ha enfrascado en preguntarme por qué, por qué no es profundo el regocijo por quien me llena de lisonjas y promesas de arribo…

Y estoy llegando a una conclusión terrible, mi Lady, pues hace cosquillas a mi pensamiento el rizo de otro caballero; alguien, querida mía, a quien no me es dado siquiera nombrar, pues ninguna seña tengo yo de él, pues no ha dado él motivo para que yo le piense si no es como un querido amigo, y si, además, un sabio razonamiento me dice que es imposible que yo formule deseo alguno, que no tengo permiso para ello, pues, querida, él es señor rodeado de bellas y finas jóvenes cortesanas, él es señor de exquisitos modos y yo, querida, soy mujer en pecado, soy mujer vulgar, mujer del vulgo y sin fortuna para ofrecer en dote a nadie…

No puedo, usted sabe bien, pensarle siquiera, y aún más porque él ha sido delicado en su proceder, quizá porque en la torpeza de mis gestos él haya supuesto de mí un gusto, y ha tenido a bien no responder a la carta de despedida que le he hecho llegar antes de venir a mi retiro; y en virtud de tan noble y en mucho cortés silencio de parte de este distinguido caballero, no puedo yo manchar la distancia, mi Lady, usted sabe que no puedo cometer una arrebato como ése…

Diga usted, sabia mía; haga favor de enviarme una oración, un brebaje, algún conjuro para alejar de mí el pecaminoso pensamiento…

Descalza por la arena, su atenta servidora:

Señora C.

2 comentarios:

Carla Patricia Quintanar dijo...

UN CORREO DE MI QUERIDA AMIGAZA PILI... YA ESTOY ALLÁ PARA ECHAR CHELA Y MIRAR ESOS SURFISTAS FEOS DE LOS QUE ME HABLAS. AMIGA: TE QUIERO Y SE TE EXTRAÑA

Mi querida y amada Señora C. Con beneplácito he leído sus palabras impresas en esa nueva forma de comunicación que se llama blog. (Apenas por la falta de tiempo para hacerlo). Debo decíros estas palabras: Ha hecho Usted que mi día se vuelque lleno de esperanzas, nostalgias, recuerdos y con un rico sabor de vista. Gracias mi querida amiga por tu forma de plasmar (como nadie), los sentimientos de los que eres presa.
Ahora toca a mí impulsarte a la sin razón, a la vorágine de la pasión, que tu cuerpo se quiebre pero de locura carnal, que te despedaces en cada llegada al paraíso del deseo, desembocate en cada camino hacia la profundidad de lo carnal, cae uno y otra vez y vuelve a hacerlo nuevamente. Me alegra inmensamente de la perversión de tus pensamientos, de la humedad que emana de tu hermoso cuerpo, para eso es y ha sido construido, no importa que llegue el rey, el principe, el duque o un lacayo, disfrute mi extrañable Señora C. de lo que el ser supremo os donó para la mujer.
Cercana a Usted me siento por la cercanía de la playa, de la tranquilidad y la inmensidad del mar, de la locura que me provoca su locura (como quisiera disfrutar de sus momentos de soledad). No dude Señora C que es recordada, admirada y amada es por toda la corte.
En mi corazón, por toda la eternidad como una lápida, Usted estará.

Ileana Cruz dijo...

Querida amiga, lo único que puede hacerse es encerrarla en un frasquito y llevarla cercana al corazón, para que la acompañe, pero vigilada, sojuzgada a la prudencia.

Para atrapar la pasión, es necesario:

10 libros de filósofos aburridos o si te gusta la filosofía, entonces tratados de biología.
30 horas de plática con un profesor investigador, si no se tiene a la mano, baste no sentir, no pensar por el mismo número de horas.
Un frasco en donde previamente haya depositado sueños (se le susurran por la boquilla, mientras más eróticos, mejor, así la pasión quedará atrapada.

Una vez los ingredientes listos, procédase como se indica a continuación:

Platique con el investigador o no piense y no sienta por las 30 horas indicadas, en pequeñas dosis, así como se vierte la leche cuando se prepara café.
Una vez en el estado somnífero adecuado, duerma 5 horas, si tuviere sueños húmedos, susurrelos a la botella o frasco, asegúrese de taparlo.
Lea los libros, como cerniendo harina, despacio, y encuentre el humor para soltase, para vaciarse.
Háblele a la botella una vez más y con esta acción, deje ir su pasión hasta que el recipiente esté lleno.

Una vez hecho esto, cuelgue la botella a su cuello y disfrute la visita del Capitán X, al señor innombrable, guárdelo también embotellado hasta que su corazón esté listo para enfrentarse sin miedo, sin apego, verlo frente a frente y si se diera el caso, amarlo.

Con mucho mucho cariño