lunes, 18 de agosto de 2008

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XXIV

Domingo 17, agosto

Estimada Duquesa D

Poco he sabido de usted, amiga mía, y mi ser extraña la fortaleza de sus palabras y su presencia siempre edificante.

Le escribo porque he recibido varios telegramas provenientes de altamar, se trata del joven Capitán X, quien pretende, con idea de encontrarme, dirigir su buque a puerto; hecho que consterna mi ánimo, querida, pues no encuentro en mi haber algún signo que me permita descifrar el porqué de la pasión que este hombre dice profesar para mi simple persona.

Ay, Duquesa, es que usted sabe que mucho se ha fatigado mi alma y mi carne de amoríos improvisados, los que duran un instante y luego nada de ellos da pauta para que permanezcan en el espíritu; cansancio por aquellos que no dejan ni un pequeño extrañamiento, ni un pensamiento por dedicar.

Muchas veces he creído, dadas las historias sin trama ni protagonista en las cuales me he visto involucrada en los meses pasados, desde que he recibido aquella maldición dictada por el Caballero Negro, que mi sino es la soledad. No sin tristeza y muchas horas de congoja, he sabido aceptar el requerimiento del tiempo por permanecer anónima para el amor, aceptar y aguardar sin más reproches ni exigencias, pues tal no es el camino dictado por la sabiduría.

Y usted sabe, amiga, que en días anteriores he conocido a un distinguido señor que en mucho llama la atención de mi ser más profundo; sin embargo, no puede, por ahora, ser prenda mi corazón de tan preciada imagen, pues no deja de ser ilusión sin sustento, y no me corresponde, ni a nadie, inventar figuraciones donde no hay seña segura de recíproco interés, el cual no me es dado averiguar, por prudencia y respeto para con él y para mí.

Dada la enfermedad que me ha traído a refugiarme al Convento de las Purísimas Hermanas del Silencio, es deber, impuesto por propiedad, la salvaguarda de mi paciencia, querida; sin embargo, el joven Capitán X ha venido a poner la nota dispar a este momento de meditación profunda: son tan cálidas sus palabras, tan arriesgada la osadía por dislocar distancias y venir a mi encuentro, que no he podido sustraerme a la curiosidad.

¿Es que en verdad arribará su buque a puerto? ¿Será la pasión sólo un atractivo del misterio? Y, en todo caso: ¿cuál es el mensaje que el destino me trae con la presencia de este joven?

¿Cuál es su opinión, estimada Duquesa? ¿Cómo he de leer la afrenta donde la vida me coloca?

Postrada en signo de interrogación:
Señora C.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Querida Señora C. Cuánto siento no haber leído estas líneas antes, pero asuntos de real importancia me lo impidieron. Cuánto siento no haber podido decirle estas palabras en el momento, "viva el momento, llene su corazón de esperanza, de anhelos, de ilusiones" lo peor que nos puede pasar es no sentir en nuestro corazón, en nuestro vientre, en nuestro ser, ese ligero revolotear de suaves alas que iluminan nuestro rostro, que iluminan nuestro ser. No obstante tenga cuidado pues querer que esas sensaciones sean infinitas en breve, no nos lleva más que al vacío. Dar tiempo al tiempo, ser pacientes y darse en su momento, no a la primera brisa que sintamos en el rostro. Yo se lo que es la espera y de verdad le puedo decir que es dolorosa, pero también del dolor se goza. Más quisiera saber sobre el Capitán. A caso toco puerto? Las inclemencias del tiempo le hicieron variar su rumbo? Noticias de usted hemos tenido, pero no nos ha contado más del Capitán. Sea tan amable de informarme. Su ausencia hace mella en mi alma. Su alivio se ha convertido en mi enfermedad. Mi silencio es resultado de mi soledad. En espera de su pronta recuperación
Duquesa D