martes, 29 de septiembre de 2009

POTAJE EXÓTICO NO. 3


DES.NUDOS METAMÓRFICOS

Queridas y queridos todos señores y señoras mías de nuestro Mágico Reino de Voz; nuestro barco toca puerto en Querétaro.

Zarpamos los días jueves 1, viernes 2 y sábado 3 de octubre.
A las 20:00 horas en la Escuela de Laudería
Tres únicas funciones del POTAJE EXÓTICO NO. 3 DES.NUDOS METEMÓRFICOS
Ultima muestra artística de las artes vivas en Querétaro...

No se pierdan la oportunidad de abordar la Nave Nodriza, conocer en vivo a algunos de sus tripulantes y des.anidar el alma para lanzarnos a a la mar (al amar)...

Los esperamos.

"Y como además sale gratis soñar, y no creo en la reencarnación, con un poco de imaginación, partiré de viaje enseguida..."
Primer Admirante a Bordo de Nave Nodriza: Pirata Cojo

domingo, 20 de septiembre de 2009

BITÁCORA DE NAVEGACIÓN REGRESIVA

DÍA SEIS

El Capitán De´Lira y su Primer Admirante a bordo en preparación para abordar la Isla de los Efebos...


jueves, 10 de septiembre de 2009

BITÁCORA DE NAVEGACIÓN REGRESIVA

DÍA CINCO

Caballero de los muros de Mi-nos, animal del bosque lúbrico, monstruo del latido de la sangre, demonio del fuego profundo de mis oscuridades. Tú que aprendes y emprendes recién el vuelo de vuestras alas por tu Dama conducidas; vos que decir haberos ganado al fin un alma en brazos de la mujer amada: ¿Decís que soy una dama? ¿Me llamáis maricón acaso? Yo no recuerdo los besos de los que me habláis, pues si decís “otros labios”, he de suponer que antes hubo entregas… Y no lo recuerdo, oh espíritu de la lejanía. Vos decís que soy una dama, pero he aquí que mi vestimenta es de pirata, mi alma una valquiria, mi razón la del samurai, mi corazón un águila guerrera… ¿Luz? ¿Osas hablarme de la Luz, oh espíritu de raíces tenebrosas? Decís que “otros” ojos habrán de llamarme, si yo no recuerdo haber acudido al llamado de Nadie, soy pirata y no tengo amigos. No recuerdo haber tenido un amigo nunca. ¿No veis que soy un malhechor, un patán de la noche que por sorpresa embauca a las tontas damiselas para robarles la joya preciada de su dignidad? Tengo herido mi costado, oh silueta de la realidad virtual, oh, ánima del deseo en carne. Y he preguntado entre el delirio de la fiebre: ¿Quién ha osado? ¡Quién ha sido el hijo de su reputa madre que me ha hecho un dolor así?... ¡Y sabéis qué me ha contestado la tripulación! ¡Que he sido yo, vive Dios! He sido yo mismo quien por mi propio honor he rajado mi carne… Que he permanecido encerrado durante días, escribiendo unas cartas y lanzando botellas vacías al mar; que luego he salido del camarote así, herido; pero que Nadie había conmigo ahí dentro… Que he debido caer presa del delirio… He preguntado, ahora, en el espejismo de la fiebre por la herida engusanada; casi a punto de una lágrima, ¡por Dios, qué soy machín!... He preguntado quién, quién ha sido; y mi capitán De´Lira, creo que ha sido él, al borde de mi lecho de moribundo, me ha dicho que Nadie me ha herido, que he sido yo mismo, por mi propia espada. Una dama, decís. Las damas, oh, amo del batir nocturno del vuelo de las entrañas, son crédulas. Decidme, os lo exijo; os lo exijo de hombre a hombre: negadme que nuestra naturaleza es desear, desear siempre Más Allá y Más Allá y Más Allá; y una carne y la otra, y un exceso y el otro… ¿Está una dama a salvo de vos mismo?... No os creo, demonio; veo tu sonrisa incierta, el tanteo dudoso de tus alas de negra piel: ¡Mentís, no sois ser de luz!... O no existís, tentadora visión, sois un extremo de mi conciencia perversa, sois el cabo más profundo de mis deseos de venganza, traición y blasfemia. Os aprovecháis de que he perdido la memoria y queréis llamarme Dama… Dama… O no existís, sois producto de la fiebre; o mentís: veo el celo de la noche en tu memoria. ¡Sois un Demonio de la Oscuridad, vive Dios! ¡Desenfundad, defenderos!

Remitente Desconocido

miércoles, 9 de septiembre de 2009

BITÁCORA DE NAVEGACIÓN REGRESIVA

DÍA CUATRO

Nuestra nave nodriza se balancea estremecida, sorteando las rocas en punta; kilómetros de guardianas petrificadas, negrísimas y afiladas, defendiendo el paso hacia la mortífera Isla de los Efebos; es muy noche ya, tengo frío, cierro los ojos…

Es un sueño de extrañamiento; cualquier quejido recuerda la plegaria de su piel; y no, no hay tiempo, no hay nada más por decir, nada puede hacerse en este instante, más que transcurrirlo; inmóvil y silenciosa, a través de la lluvia mi palabra hueca. Él se despide molesto, muy molesto de mí, en duda se cuestiona si alguna vez creí. Nunca me la creí, que me hayas echo caso, debo confesar; me dijo en el último aliento, antes de que su amor muriera. Y yo había deseado un final feliz, el que nos dimos entre los manantiales de agua caliente, comiendo y bebiendo, inventando grandes éxitos gruperos; y así fue, hermoso. Más no sus palabras, pero ya casi no las quiero recordar, quien así me habla no es el hombre que amo…

Mi mente permanece quieta, sólo por momentos se revuelca un poco mi columna, cuando mi cuerpo extraña el suyo, su presencia reveladora de mi paciencia, de mi propia serenidad, de mi creación interna. Mi psique extraña la levedad de su entusiasmo cuando nos proponíamos crear el uno al lado del otro, y funcionaba; así fue, hermoso. Más no su mirada fría, vacía de compasión, indiferente; quien así me mira no es el hombre que amo…

Quiero seguir agradeciendo el valor de mi pasado, para que mi Dios verdadero me conduzca por la estela correcta para hallar de nuevo esas realidades tan magníficas, comprobadamente posibles… Pero vamos un nivel arriba, digo yo. Ulises sabrá dar sustento y continuidad a su amor; él sabrá renovarlo para sí. Él sabrá conducir sus propias cadencias, sus intenciones, él será un hombre libre antes de venir a mi lado, para que hable con libertad, y con esa misma libertad actué en persecución de su propio dicho; perseguir la propia palabra como quien persigue su sueño preciado.

¿Cuál era el tema? Olvido de que venía hablando (ablando el alma); ahora mismo no sé si esto lo escribo, o continúa mi delirio de fiebre, y es tal vez un sueño deslindado por aquella antigua herida, muy lejana ya, Más Allá del tiempo, en otra vida, quizá, no lo recuerdo; es quizá, como dijo mi maestra Elena, un recuerdo del porvenir. ¿Cuál era el tema? ¿Cómo eran sus ojos? ¿Alguna vez viví en aquella historia? ¿Cuál historia? ¿Cuál era el tema? ¿Qué estaba yo diciendo?

El primer Efebo aparece nítido frente a mi pasión (la del dolor, quiero decir, la de una herida que supura gusanos de seda, y teje, teje, sigue tejiendo como hacía yo antes, aferrada a la orilla del ovillo de nuestra playa lejanísima (¿La playa de quién? ¿De quién estoy hablando? ¿Cuál era le tema?))

Veo, pues, nítido, al primer Efebo; tiene el ojo morado por la última batalla de macho cabrío que emprendió contra los titanes de la oscuridad. Un Efebo elegante, siempre embobado conmigo, acechándome con su mirada seductora, impresionado en verdad por mi presencia de sirena embaucadora de tontos… Qué hermoso Efebo, sí lo es, musculoso como lo describen las antiguas cartografías de cuento que guían nuestra aventura: bronceado, alto, joven… Y toda su atención puesta sobre mi presencia, en mi cintura breve de brava sirena traidora; y puesta también en mis palabras certeras de diana cazadora de incautos… A éste sí habría que privarlo de su libertad, porque es en extremo peligroso, lo es; él mismo lo sabe, se da cuenta, conoce la punta afilada de su naturaleza de chacal, devorador de estúpidas sirenitas.

Y no estoy resistiendo, deliberadamente no estoy resistiendo nada; ejerzo mi libertad de albedrío para no forzar situación alguna, pues yo misma pierdo la línea; el Efebo proyecta su vibración viril de macho primitivo; y cualquiera cae, cualquier se embriaga… (Estoy siguiendo tus pasos Ulises, has pasado por aquí, lo sé, lo dices en tus memorias; y cada día te comprendo más, amor, cada noche quiero seguir más y más tus enseñanzas de osadía).

Aún no llegamos a la isla, y ya se aparecen los influjos de las promesas de la piel. Sus labios carnosos, su porte esbelto (se parece al cuerpo de Ulises (pero no es Ulises (todos sabemos que no es Ulises (pero se parece (¿Cuál era el tema?))))).

Son los delirios de la fiebre, soy presa fácil de los efluvios de imagen voraz de los Efebos. Cualquiera cae, cualquiera se embruja. Deliberadamente dejo de oponer resistencia. El Efebo manda, no podría yo herir susceptibilidades, porque entonces sí… Hay que dejarse llevar, sin prejuzgar los propios aborrecimientos, dicen, para tener alguna mínima posibilidad de salir ilesas de entres los brazos sin alma, los besos sin entrega. Pero acaso es momento de probar mis nuevas facultades; porque a éste sí habría que enclaustrarlo, para que a nadie dañe con su mortífera belleza; es peligroso, muy peligroso, y no es una ficción… O sí… O es una imagen del delirio. ¿Cuál era el tema? ¿De qué estaba yo hablando? ¿Por qué estoy herida? ¡Qué fue lo que hice, vive Dios¡

Mi cuerpo se balancea de un lado a otro, sin control. Y ahí frente a mí, el Efebo, sigue sonriente, penetrando con su mirada mis pensamientos más perversos. Y de nuevo: quizá yo ya no soy ésta, tal vez me he desangrado y esta voz es sólo mi alma convertida en imagen etérea; al fin descansando en paz, mirando al Efebo, sólo mirándolo, sin juzgar su presencia (dicen que es el único modo de sustraerse a sus encantos viriles).

Mi cuerpo se balancea; mi memoria también. ¿Cuál era el tema? ¿De qué venía yo hablando? ¿Por qué estoy herido? ¿Quién ha osado herirme de este modo? Que Nadie me lo diga, vive Dios, porque pirata soy, y presta está mi espada para defender-me el honor… ¿Quién ha sido el hijo de puta? ¿Quién ha sido el cabrón?... ¿Y cuál era el tema? ¿Y de quién venía yo hablando? ¿De quién? ¿¿Quién es quién??

En fiebre ilegible; con daño cerebral en las zonas del recuerdo y la bondad.
Señora... Señora ¿Quién? (¿¿Quién anda ahí?? ¿¿Quién vive?? ¡¡Identifíquese!!...

lunes, 7 de septiembre de 2009

BITÁCORA DE NAVEGACIÓN REGRESIVA

DÍA TRES

No hay modo ya de sufrir más: la bruma seca nos talla los brazos, raspa la lengua, empolva los cabellos, colma con su desierto los rincones sagrados de la mente, erosiona el ánimo, desteje el instinto. Ya no hay modo de sufrir más en el tedio de la sospecha y el arrebato de rencor, en la traición y el pillaje, en la indiferencia… Así que, tras el último hueso resquebrajado, justo cuando creíamos que ya éramos polvo mismo de esta bruma seca, cuando ya no fue posible sufrir más, de pronto he aquí que la niebla comienza a disiparse: hemos llegado al final del bosque de bruma inhóspita; allá lejos, en efecto, se divisa, tan lejano y apenas pre-sentido, un breve montículo de tierra.

No toda la tripulación ha sobrevivido, nos percatamos ahora que la claridad vuelve a nos y hacemos recuento de los caídos… Algunos se han quedado atrás. Las más tímidas de nosotras (las que habitan dentro de cada una), se han disecado en su propia sal de llanto, las más aferradas se arrojaron contra las rocas filosas de la desesperación y las incautas se deshicieron en ellas mismas, devoradas por la humillación, víctimas de la más absurda flagelación de sí. Sólo quedamos algunas, éstas, las precisas.

Lady I arregla de nuevo la peineta que sujeta la crin desbocada de sus cabellos de ilusión, recoge los polvos de brillantes fantasías, desperdigados entre las velas rasgadas, en los filos de los cristales rotos por la furia de la bruma; seguida por las campañitas gráciles de sus dos capullos de cristal, sus pequeños hijos. La Condesa L carraspea la voz, busca la nota para afinar de nuevo la tesitura de su fortaleza de diva, mientras hurga ya entre los escombros en busca de una magia para sustituir la cuerda perdida de su violín encantador de ratas, el complemento original de aquella famosa flauta, rescatado por ella misma de las grutas del silencio, allá muy adentro, en la entraña de un cuento. La Duquesa D organiza las faenas, recuenta los víveres; limpia las mejillas de sus hijos, les da un barco de papel de re-uso para que jueguen con los charquitos que restan aún sobre cubierta, mientras ella termina de poner orden. La Infanta U es la más escéptica, claro, no confía para nada en que esa porción mínima de tierra sea verídica; pero ella es, ciertamente, la más activa, así que apresta la intención de tomar timón hacia la dichosa isla; prepara té para quitar el susto a todas, regaña a las sobrevivientes histéricas que no dejan de revolcarse en el piso, presas del vómito de sus entrañas congestionadas por el frío de la indiferencia; la pequeña Infanta recoge luego su enagua de niña traviesa y se va a ver cómo les quedó el ánimo a sus hordas de animales míticos. ¿Yo? Yo asomo el torso por la boca del camarote hacia cubierta, veo lo que acabo de ver, y noto de inmediato el calor de la herida en mi costado izquierdo, cerca del corazón; no he salido ilesa del trance: me he rebanado con mi propia espada, sin darme cuenta cómo ha sido el descuido fatal que me ha llevado a hacerlo.

Sin embargo es cierto: aquello es definitivamente tierra, una Isla quizá, lo más probable si podemos creer en las crónicas de viaje de nuestros predecesores de ficción, quienes antes navegaron por este nudo de la trama. Es tierra y, por el rumor del nuevo viento que inflama el tejido de las velas, pudiera ser la isla de los Amazones, la tierra de los Efebos. Qué lugar peligroso es, si es que es, si es que existe y está ubicado en la islita de posibilidad que se halla frente a nuestras narices, muy lejos aún, pero ahí, en la mira. La Isla de los Efebos. Cuarenta hombres cabalgando desnudos por la playa, cuarenta Efebos como cuarenta eran aquellos ladrones que una vez nos hallamos a la entrada de la cueva del tesoro y el genio. Una puede perderse para siempre en la piel desnuda de éste y aquel joven encantador, siempre vigoroso y bronceado y macho alfa, el moreno y también el mulato, macho alfa el rubio y el negro macho alfa es… Dicen, eso dicen. Y entonces perderíamos el rumbo de la intención que nos conduce: encontrar a Ulises en un Lugar Común…

Quiero disuadir a la tripulación de enfilar hacia el islote terrible, pero la herida de mi costado continúa empapando los holanes de mi levita, así que el capitán De´Lira, luego de inspeccionar la herida, determina que no hay remedio, que el remedio es llegar a la Isla, y lo más rápido posible, antes que mi cuerpo quede seco, vacío de humedades, estéril como la bruma reseca que en mí ha hecho sus efectos malignos… Resultar blanco fácil este viejo lobo de mar, venir a pasarme a mí.

Quiero que al menos conste que ha sido por un hombre que bien ha valido el placer de amarlo. Así comienzan las palabras que dicto a mi capitán Anónimo De´Lira, quien durante el día se ha dado sus vueltas para asistirme en la fiebre y echarme alcohol para combatir la infección que ha dado inicio en la herida. También me informa que la Infanta U está llevando el timón con la fortaleza que su estirpe de zootecnia le impone a su andar; o sea que sabe mucho de animales, pues, y esquiva con pericia la zona de rocas que comenzamos a atravesar al atardecer…

Ahora es noche, pasadas las once, y dicto testamento en pluma de mi capitán Anónimo De´Lira; por si no llega mi alma en cuerpo a la Isla Tentadora. Que conste, al menos, que he caído herida entre los brazos de un hombre que bien vale el gozo de la entrega. Que mi cuerpo es una prisión, dijo; y yo abrí mi carne para que viera que mi entraña es vuelo de canto abierto, para que pudiera salir y no sufriera los embates de las contracciones abrasadoras de mi sexo. Porque no hubo forma de explicar que cualquier enamorada se abre en dos cuando la persona amada la mira a una con indiferencia, cuando a una la ignoran desde dentro, por completo, hasta hacerla a un lado, hasta desaparecer… No, no hay celo en mi palabra, hay sorpresa terrible frente al abismo… No es, ni será nunca, motivo de queja que un hombre se pueda ir o se vaya con otra: si se va a ir lo hará; si se ha ido ya para qué luchar. Es la forma como ocurrió la que me ha trastocado: perder su respeto hacia mi presencia; es el dolor del espasmo interno de contemplar a mi amigo amado convertido en una persona desconocida, por influjo de la misma niebla de la duda, con su mirada atravesándome como si fuera yo un fantasma, como si yo no existiera; y más: como si estorbara mi latido sus maniobras…

Esta madrugada, antes del amanecer en el cual saldríamos al fin de la zona de niebla abrumadora, ha encallado una botella con un mensaje suyo, de mi amigo más preciado… Todo se corrobora: soy prisión y desconfianza… Y no quiero ser la cárcel de ninguna fantasía, por estrambótica que resulte, por descabellada que parezca la hazaña; me niego a ser como Barrera para el hombre que amo, el más querido, el más entrañable. Así se lo hice saber, lo que ha sido y es, y seguramente será por mucho tiempo: el más amado y respetado más allá y Más Allá de Más Allá… No puedo, señoras mías, concebir un hombre mejor para haberme acompañarme en el cierre de mi ciclo más importante; he sido afortunada por compartir la plenitud más grande de la que soy capaz con mi amigo del alma; sé que no hay nadie más como él en este viaje, el personaje más maravilloso que mi imaginación disoluta hubiera podido imaginar jamás. Así se lo dije y así es. Por eso es pérdida para mí. Una muy grande. Una pérdida insustituible. Su capacidad para encantar, su gran sentido del humor, su fuerza para contagiar la levedad, la calma, la cadencia de sus voces, la magia de sus dedos, su apoyo, su talento, su inteligencia…

Por ello es pérdida insustituible. Porque, honorables miembros del jurado celestial, a mi amigo lo he escuchado incontables veces hacer citas con sus amigas, con sus amicos y sus comadres, siempre interesantes, siempre especiales, para invitarlos a trabajar juntos, para echar el cotorreo necesario, para recordar los tiempos por venir; siempre encantadas con la maravillosa ligereza de mi amigo, si por lo mismo me encanté yo, vive Dios, que tal es su don divino; tuve el privilegio de contemplar a mi amigo hermoso al charlar, con pasión y risas, con innumerables amigas y amigos de sus entrañas, quienes lo amamos y gozamos de su ingenio y su gracia. Al más preciado de mis amigos lo he visto hacer y recibir la lluvia iridiscentes de llamadas, de correos, de mensajes de mujeres, de hombres, de quimeras, y él siempre cordial, siempre risueño, siempre presuroso a dar apoyo, a entregarse, a emocionarse y fascinarse, a participar, a trabajar, a confortar, a brindar por la vida; y tal ha sido otra de las enseñanzas preciosas por las cuales me entregué a sus melodías distorsionadas. He sido testigo de la cualidad invaluable que mi amigo añorado tiene para hacer nuevos amigos, jóvenes y viejos, ricos y pobres, sanos y enfermizos, de luz y de oscuridad, de fama y de anonimato, mujeres y hombres de toda condición, porque él encuentra en todos nosotros la belleza: y yo lo he admirado por tan grande ser, por tan bello impulso de su ser…

Lo ocurrido fue otra cosa, fue su mirada y su ánimo atravesándome como si fuera yo un fantasma, o como si mi presencia fuera la de un ave de mal augurio, o como si yo no existiera, o como si hubiera sido mejor que no estuviera ahí, para no partirme en dos con su indiferencia, con sus ganas de irse ya con aquella sirena… Y no es ella, no es la sirena voraz, pues soy también estudiosa de los animales y bien sé que cada ser de estas tierras extravagantes tenemos nuestra propia naturaleza; y las sirenas cantan artilugios de alabanza para embrujar a los hombres, y lo hacen bien, lo hemos comprobado; magnifico ha sido mirar a esta criatura, perfecta depredadora, actuar en su hábitat natural. Y no se crean, señoras, que no anoté más de tres modos que le admiré a ella: qué manera de disuadir, qué maestría para agandallar y de plano convertirla a una en polvo de bruma seca. Pero por eso mejor ni tratos, temería caer yo misma en el hechizo de la ceguera por adulación mortífera (de verdad, sin ficción).

Y aún así, con mi transparencia impuesta, quise yo pensar que el altercado había sido un simple encandilamiento repentino; pese al mareo y el dolor provocados por mi transmutación en nada translúcida, traté de articular algunas posibilidades, tartamudo y torpe mi pensamiento nebuloso… Pero mi amigo querido me ha sacado de mi error de percepción: no es libre conmigo, mi cuerpo resulta una suerte de jaula. Tener pareja da claustrofobia, se desesperó su voz cuando le dije que sí, que me mantendría abierta, que quería sanar mi turbación, recuperar mi corporeidad para poder abrazarlo sin temor a contagiarlo de indiferencia, para que la sospecha no hiera presa de nos… Tener pareja da claustrofobia, casi llora al decirlo… Y resulta que yo fui su pareja durante nueve meses…

Así que él se despidió de mí, y ahora me corrobora en su carta que soy una prisión y una desconfianza, y yo no quiero ser eso tan nauseabundo: reniego de haber sido la maldita que tal vez nunca confió en él, por no haber callado mi queja de dolor al transformarme en nada. Rotundamente me niego a privar de la libertad a nadie, si es verdad que en mí está la maldición de un poder tan nefasto como ése: el poder de quitar la libertad (sólo espero que, si sobrevivo y tal poder es verídico, logar dominarlo para hacerlo funcionar a voluntad, entonces sí: ¡venga a nos tu reino!; pero ni en mis más perversas debilidades se halla la de humillar a nadie de un modo tan brutal como resulta privarlo de el don más preciado de Dios: nuestro libre albedrío; y él estuvo en claustrofóbica pareja durante nueve meses conmigo, qué horror).

No he preguntado nunca a mi amigo hermoso con quién sale ni cuáles son los pormenores pervertidos o gloriosos de quienes forman su vida; ni siquiera he tenido interés en conocer si la sirena y él se sumergieron en mayores o menores profundidades. A veces, eso sí, he tenido la debilidad de entusiasmo de compartir el gusto por las personalidades extravagantes que mi amigo me presenta, las personas que lo quieren, sus reinas y sus amigas, y los cuates entrañables de su ser que tanto he amado, a quien muchos hemos entregado nuestro respeto y devoción a su amistad bellísima. Lo que ocurrió en mí fue el dolor por la mutación en transparente indiferencia, experimentada durante un lento proceso que duró cuatro horas, imperceptible al inicio, cuando me salí a fumar, incluso con la idea de dar espacio para que mi amigo conversara con la nueva amiga, a quien habíamos invitado al íntimo convite, antes de salir hacia la aventura rumbo a un Lugar Común, pues las semanas anteriores habían estado colmadas de emociones y plenitudes, de trabajo arduo, de apoyo y logros comunes e individuales, de la más magnífica, nítida y cachonda plenitud imaginada desde siempre, y creí prudente la cortesía de retirarme un momento, lo mismo que había hecho la noche anterior, durante el convite de despedida en el castillo de De´Lira, mientras mi amigo conversaba con sus conocidos queridos.

He confiado plenamente, es por ello que bendigo el momento en que este hombre se cruzó por mi camino, ese momento ha sido mío y de él y, sobre todo, de un espíritu creativo que surgió por el contacto de nuestras miradas; por ello os digo que he caído en besos de un hombre que bien ha valido mi confianza en pleno, mi entrega más profunda, mi pasión más extrema, mi sueño más dorado… He sido muy feliz, soy muy feliz de que haya sido mi amigo quien me acompañara en este momento maravilloso de mi vida. Por eso es dura la pérdida que experimento… Que Dios te bendiga, amigo, que nadie te diga nunca quién has de ser ni cuáles debieran ser tus facultades o tu sueños, que tú sabes ser un gran hombre, un magnífico amigo, un estridente y suave amante, tu talento es enorme y tu trabajo continuo… Y tu entereza para seguir un camino, tu convicción para no apartarte; te he dicho cómo admiro eso, es motivo de ejemplo: tu constancia, tu congruencia con tus ideales, que me imbuye de fortaleza para con mi camino que bien conoces; amo tu búsqueda de perfección, tu ser de renovación e invención constante, la magia redentora de tu humor, de tu sonrisa, de tus increíbles personajes. Qué fantástico has sido y eres para mí.

He tajado, señoras, muy a propósito, el costado de mi cuerpo abierto en dos. Para dejar salir a mi amigo y no causarle más ofensa. Yo creí siempre que la libertad se refería a nuestra capacidad, nuestra fortaleza, nuestro derecho íntimo e inalienable de decidir entre las opciones que se nos presentan, nuestra capacidad para hacernos responsables de nuestros actos y de las consecuencias favorables o nefastas que ellos causen en nos o en los demás; libertad como responsabilidad por los caminos que por voluntad emprendemos; libertad, pensaba crédula, es el poder divino del albedrío que se nos ha concedido para decidir, que ya es mucho decir, que mucho hay que agradecer cuando la vida nos da el regalo de ofrecernos opciones para ejercer nuestra libertad de ser, de pensar y de actuar por nosotros mismos, bajo nuestra cuenta, riesgo y placer. Siempre creí que la libertad era un derecho propio, detentado por nosotros mismos en nuestro carácter de personas responsables de nuestro paso, del bienestar propio y de nuestra gente amada… Tal ha sido mi error fatal, haberme mantenido en la credulidad de que por la fuerza nadie va, a menos que la vida o la integridad se hallen bajo la amenaza de un arma o por el uso de la fuerza bruta o el poder de la coacción o la tortura; y eso, hasta donde sé, es reprochable e ilegal en todo sentido, es una violación profunda del espacio del cuerpo, la mente y el ánima… Y mi amigo, que siente claustrofobia al tener pareja, se mantuvo durante tanto tiempo encarcelado, sufriendo por mi mala causa… O algo como eso, que yo he debido ocasionar por un influjo maligno desconocido, con el cual dominé su mente para meterlo en una jaula, para hacerlo mi pareja aunque él tenga fobia al claustro que una relación así le provoca; porque tonto no es mi amigo, pero para nada, así que seguro no fue por la voluntad de su cinco sentidos que se metió en una situación tan indeseable, tan baja, tan agresiva, brutal y reprobable: nueve meses de claustrofobia conmigo en pareja… Seguro ha de ser un hechizo fortísimo el que pende sobre mi cabeza para haber logrado yo convencerlo de vivir conmigo una experiencia tan inhumana y asquerosa.

Nada defiendo y no tengo por costumbre aburrir-me con la explicación de mis actos, soy pirata y voy para machín. Yo ya entendí muy claro lo que mi amigo me dijo, una vez y otra, para que yo no tuviera más dudas sobre la fobia de claustro que provoco. Yo ya entendí que he sido torpe y no he sabido decir con claridad cómo es el dolor y cuál es el tiempo de recuperación para sanar cuando una ha resultado sometida a la invisibilidad... No me defiendo más. El maestro ha dejado a la escritora sin palabras. (Ve usted, Condesa L, cómo es que dejar al narrador sin dicho es cosa de lo más común; pura vulgaridad que somos los de letras, parece ser, qué desgracia la nuestra, bola de desgraciados).

Denme los santos óleos, por si acaso; y hago aquí la ofrenda de mi amor profundo, de mi respeto entregado (no puede ser de otro modo, no puede ser de otra manera: profundo y entregado), he aquí mi oración de confianza en él: Ejerzo mi libertad de abrirme el costado, para que con este acto simbólico se libere la voluntad de mi amigo, y de nuevo pueda hacer a su placer, que mi amigo quede libre de mi presencia carcelaria. Ejerzo mi libertad de amarlo y la libertad de atenerme a las consecuencias del desánimo, a las noches en plegaria de sexualidad anhelante, a la ausencia malvada de su risa encantadora; me responsabilizo de la ansiedad provocada por las batallas que se avecinan, en lucha contra las Arpías de la desorientación y el miedo. Ejerzo mi libertad de responsabilizarme por mantenerlo lejos de mi maldición de cárcel, ejerzo mi libertad de respetar su petición de liberarlo de mi presencia de pareja claustrofóbica. Ejerzo mi libertad de aceptar, en plenitud de mis facultades, que sobre mí recae el gravamen de poner en peligro a la tripulación, al no dejarles más salida que la de encaminarnos a la playa terrible, por su amor a mí, por su afán de salvarme, por la libertad que ejercí al tomar la decisión de abrirme mi carne para liberar a mi amigo, motivo por el cual me desangro, por lo cual se dirige nuestra embarcación hacia la tierra perversa de los Efebos, donde he de ver si puedo controlar mi nueva naturaleza de piraña enclaustradora, de voraz carcelera…

La mancha de sangre en mi levita es tan abundante que se ha vuelto negra mi vestimenta, la cual, por convocar a amigo, elegí siempre en rojo sangre, rojo fuego, rojo vino tinto, rojo lecho de rosas, rojo quemado por el incienso de la entrega a cada mínimo instante que gocé con su presencia, con saberlo mi confidente, mi confesor, mi pareja, mi compañero, mi Amigo del Alma. El rojo siempre me gustó para vestirlo con él; es el tono en el cual vi batir a mi corazón su ritmo inflamado de la confianza plena que tanto me gustó ofrecer y recibir de mi amigo, mi jade precioso, mi pluma de quetzal, el canto del cenzontle…

Lo imagino apacible, tumbado en su habitación; ligero, lleno de sí, liberado del claustro de tener pareja. Lo imagino escuchando el dictado inspirador de su piano; lo intuyo apasionado, un rato después, volcado su ser pleno en la creación de sus ritmos microscópicos. Lo imagino radiante, saludando aquí, conversando allá, contestando como siempre sus mensajes, sus llamadas que son campanillas de amistad y trabajo, haciendo reír a la chica del mostrador, animando al cuate en apuros. Lo veo en su amada soledad, tomando su café cargado o en su complicidad con el piano a quién él escucha quejarse con paciencia, hasta curarlo del achaque de sus afonías, hasta afilar de nuevo las puntas de su voz. Y me da mucha paz pensar que al fin se halla en recuperación su bella alma, malamente poseída por mis viejas presencias…

La nave nodriza se balancea estremecida, sorteando las rocas en punta; kilómetros de guardianas petrificadas, defendiendo el paso hacia la mortífera Isla de los Efebos; es muy noche ya, tengo frío, cierro los ojos…

En sangre, siempre de sí:
Señora C.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

BITÁCORA DE NAVEGACIÓN REGRESIVA

DÍA DOS

Yo no estoy para juzgar a nadie, mucho menos a mí misma, ser de debilidades, frágil perversión, matiz profundo de un instante. No os había escrito, queridas, porque he visto, por un instante, mi rostro reflejado en los ojos de mi amigo, quién si no habría de venir a perderse conmigo en Más Allá, quién si no tocaría de ese modo estridente la puerta misma de mis entrañas, como si de algún vulgar infierno se tratara; y se relamen las fauces de mi sexo abierto, los colmillos afilados de mi alma entregada: he tenido la dicha inmemorial de vivir la plenitud del gozo, el placer del encuentro, la marejada de hormonas contagiando de sudor al tiempo: he pasado una noche enamorada, en el más pleno esplendor de la locura… Os escribo esta confesión ahora que nuestra embarcación se halla al fin mar adentro, mar abierto (abierto en dos, en tres, en cuantos cuentos sea necesario arribar)…

Y no he perdido la cabeza esta vez, hermanas; he seguido relatando, haciendo el malabar de la palabra para no perder la cabeza a manos de un Sultán de hadas… No, sólo prosigo, en canto abierto, porque mi amigo se ha lanzado en pos de un Lugar Común, ha subido a sus hombres a la nave y ha partido en busca de los cánticos de embeleso de los monstruos marinos, la piel blanquísima de las diosas de los Olimpos, se ha ido a ver si puede sustraerse a los embrujos, y me ha pedido que aguarde en puerto su regreso triunfal de la aventura, que aguarde, que aguante vara, que me aliviane… Pero tanto no dijimos, y yo sigo, en palabra abierta, siempre, en busca de Ulises, tras sus pasos; porque es verdad, Ulises, es cierto: ¿quién se resiste al canto mortal de la sirena aduladora? Sirena aulladora, como la que a cada rato pasa bajo la ventana virtual, por la mar de asfalto, en busca de un herido, en canto por un muerto, entre la espuma acelerada de la ciudad... Tras ella se ha ido Ulises, mi querido amigo, el más preciado, tras el primer chillido vulgar que de sus oídos hizo presa. Y me he quedado en puerto, con la inútil palabra al viento…

Es que no es posible hablar de amor sin caer en el abismo ilegible del cliché, en la cursilería… Bienaventurada sea la palabra cursi, pro que en ella quepan todos y más, y muchos e infinitos gozos… Por eso nos hemos hecho a la mar, nos hemos hecho a la imagen y la semejanza de la mar, nuestro eterno germen de hembras… Y no sé si alguien en el barco cree en verdad en la ruta; parecemos dudar los unos de las otras, de vez en cuando, cada vez más, al momento del sol calentando nuestras cabezotas… Por momentos sólo queremos ir Más Allá y Más Allá, sin ton ni son, sin melodía, vaya; porque embrujan las aguas del bosque de bruma seca, porque tal es el peligro que corremos hoy, mientras atravesamos este inhóspito tramo… Hay síntomas de confusión entre la tripulación, hay hostilidad, desconfianza; corroe la sequedad de esta bruma sobre un mar de sal… En el aire se huele la sequía, se palpan sus gránulos de arena.

Después de Más Allá sólo hay Más allá, por extensiones interminables de tierra estéril; eso nos dijo el sabio, cuando vio la seriedad en el intento de zarpar. Pero era esto o lo mismo a la orilla, esperando a Ulises, acosada por musculosos y patanes, por sucios de amplia sonrisa y palabra aduladora. No es posible resistir más, Ulises: te amo, y por ello he tenido que saber por dónde navegan tus instintos… Y entiendo, comprendo lo difícil que ha sido mi osadía de aguardar tanto, pero necesitaba fabricar las velas, el tejido, el textil, el texto que habría de funcionar como una vela, a modo de ala para impulsar la nave…

Nadie avisó al capitán De´Lira que él habría de comandar la hazaña, hasta que fue tarde; De´Lira deniega el cargo, y la verdad es que ninguna hemos querido tomarlo, así que nadie va al timón, cada quien se ha sumergido en la bruma reseca de la duda. Apenas, para no dejarme llevar del todo pro los influjos del desierto, escribo estas líneas…

Tierra a la vista, tierra a la vista; grita alguien en cubierta, pero puede tratarse de una alucinación más de la Infanta U, alguna nueva exégesis enfermiza de De´Lira, alguna visión mística de la Condesa L, cualquier espejismo de Lady I o de la Duquesa D, quizá otro acto fallido de mis oídos sordos…

Incierta: Señora C.

martes, 1 de septiembre de 2009

BITÁCORA DE NAVEGACIÓN REGRESIVA

DÍA UNO

No os fiéis de mi palabra, que os hablo desde la febrilidad de la mar abierta; en ruta sobre la cartografía de Más Allá. Han sido los preparativos para este viaje los que me han impedido escribir hasta ahora, ardua ha sido la faena de levar anclas y soltar las amarras para arriesgarnos en esta aventura que, de ya, suena imposible, un acto suicida en pos de una tierra de la cual no tenemos certeza ninguna.

Por la otra ventana, queridas, vino a tocar, en efecto, mi amigo entrañable; me he quedado una noche apenas, entretenida en su aliento, charlando con él a la ventana, convidándole unas pocas viandas para confortarle del viaje que había emprendido para venir a buscarme a las orillas inciertas de Más Allá, mi lugar de retiro definitivo.

Grato ha sido el encuentro, estimadas señoras de la Real Realeza; pero es que él había viajado por un lapso tan densísimo con la única comisión de traer novedades de nuestro mágico Reino de Voz. Y ha venido a tañer las cuerdas de su voz bajo la ventana virtual para tejerme juglarías de entrega, llantos de porvenir, quejidos de amor en pleno… Y ha venido su voz a tañer sus cuerdas a orillas de Más Allá, para confirmar rumores que de antes se habían posado en el cristal de los murmullos nocturnos.

Ha venido, con su regalo de entrega, este tan grande amor que es cosa de no creerse, para salir huyendo, desplegar las alas y partir, irnos, alejarnos de la tempestad… Porque él quiso venir conmigo a las orillas de Más Allá, y después de Más Allá sólo hay Más Allá y Más Allá, por extensiones interminables de tierra estéril... Siempre lo otro, siempre mañana, siempre después, siempre queremos más y más y Más Allá y Más Allá... Y él ha venido porque quiere más, por querer más y Más Allá al fin ha tocado a mi ventana, ha venido hasta aquí a reclamar un destino.

Y he aquí, oh, Sultanas, que este hombre ha venido a mi corazón con murmullos de Voz.

Más allá de Más Allá, sólo hay Más Allá y Más Allá, por extensiones interminables de tierra estéril, de deseos incontrolables, de lujurias intangibles, de quimeras desobedientes… Más allá de Más Allá, sólo hay Más Allá y Más Allá; pero dicen, cuentan, que existe un mítico lugar Más Allá de Más Allá, un lugar donde el encuentro es posible: un Lugar Común.

Por debajo de la ventana se había colocado ya el descabellado rumor; y he aquí que es mi amigo quien ha venido con su arpón de cazar cantos de ballena a traer idéntico rumor de espuma, proveniente de nuestro mágico Reino de Voz.

Si fuera posible la existencia de un Lugar Común, si fuera tan sólo una posibilidad… Y he aquí que entonces, llegados de las regiones del desamparo, han arribado al borde de Más Allá las hordas implacables de navegantes, otros más, atraídos hasta los pantanales, al borde del mundo, por la sola sustancia de un murmullo: Lugar Común…

Hemos zarpado ya, queridas todas; lo hemos hecho sin premeditación, sin alevosía y sin ventaja, pues nos mueve el desatino antes que la razón, nos lleva la locura antes aun que la pasión, vive Dios… Hemos zarpado ya, e imposible nos resulta volver, pues nuestro capitán re-a-signado ha extraviado el camino, que por demás era ya una simple suposición de ruta, apenas un boceto, más bien una intuición, más bien la alucinación por la premura de una esperanza vacilante, como la flama de una vela al primer soplo de la tormenta... Hemos zarpado tras los paso de Ulises, a por él, a engendrar la estela de nuestras propias naves; hemos usado como velas el tejido que antes debimos confeccionar en espera vana, mirando a hacia las regiones de Lontananza; hemos zarpado, a ver si nosotras podíamos ser capaces de resistir al canto mortífero de los tritones, a ver si éramos capaces de sustraernos al deseo de convertirnos en piedra ante la presencia de cualquier alimaña rastrera; tal fue el cometido que la tripulación nos propusimos antes de subir… Pero tal ímpetu caducó no bien habíamos levantado el ancla, a pocos metros de puerto, quizá unos dos... Nuestro capitán De´Lira se arrojó por la borda, en triple mortal, de cabeza en clavado a la mar, tras el canto hipnótico del primer tritón que acechaba ya a rompe ola.

¡El capitán de lira, el capitán delira!, advertía yo a grandes voces, mirando cómo el capitán se embelesaba ya por el cántico sinuoso del monstruo marino, pero la confusión hizo presa en nos, y la tripulación sólo atinaba responder: Sí, sí, el capitán De´Lira, y me tiraban de a loco. Hube de izar a nuestro querido capitán lazándole el tobillo con la cuerda de anudar, tras cuyo acto, por demás carente de gracilidad, ha resultado herida nuestra nobilísimo guía, quien aún renquea mientras divisa a estribor, mirando a través de su calidoscopio lunar… Qué magnifico horizonte, delira De`Lira, al otear a través de los espejos, mirando figuras mágicas por el iris fantástico…


Suya. Señora C.
Polizón a bordo.