jueves, 10 de septiembre de 2009

BITÁCORA DE NAVEGACIÓN REGRESIVA

DÍA CINCO

Caballero de los muros de Mi-nos, animal del bosque lúbrico, monstruo del latido de la sangre, demonio del fuego profundo de mis oscuridades. Tú que aprendes y emprendes recién el vuelo de vuestras alas por tu Dama conducidas; vos que decir haberos ganado al fin un alma en brazos de la mujer amada: ¿Decís que soy una dama? ¿Me llamáis maricón acaso? Yo no recuerdo los besos de los que me habláis, pues si decís “otros labios”, he de suponer que antes hubo entregas… Y no lo recuerdo, oh espíritu de la lejanía. Vos decís que soy una dama, pero he aquí que mi vestimenta es de pirata, mi alma una valquiria, mi razón la del samurai, mi corazón un águila guerrera… ¿Luz? ¿Osas hablarme de la Luz, oh espíritu de raíces tenebrosas? Decís que “otros” ojos habrán de llamarme, si yo no recuerdo haber acudido al llamado de Nadie, soy pirata y no tengo amigos. No recuerdo haber tenido un amigo nunca. ¿No veis que soy un malhechor, un patán de la noche que por sorpresa embauca a las tontas damiselas para robarles la joya preciada de su dignidad? Tengo herido mi costado, oh silueta de la realidad virtual, oh, ánima del deseo en carne. Y he preguntado entre el delirio de la fiebre: ¿Quién ha osado? ¡Quién ha sido el hijo de su reputa madre que me ha hecho un dolor así?... ¡Y sabéis qué me ha contestado la tripulación! ¡Que he sido yo, vive Dios! He sido yo mismo quien por mi propio honor he rajado mi carne… Que he permanecido encerrado durante días, escribiendo unas cartas y lanzando botellas vacías al mar; que luego he salido del camarote así, herido; pero que Nadie había conmigo ahí dentro… Que he debido caer presa del delirio… He preguntado, ahora, en el espejismo de la fiebre por la herida engusanada; casi a punto de una lágrima, ¡por Dios, qué soy machín!... He preguntado quién, quién ha sido; y mi capitán De´Lira, creo que ha sido él, al borde de mi lecho de moribundo, me ha dicho que Nadie me ha herido, que he sido yo mismo, por mi propia espada. Una dama, decís. Las damas, oh, amo del batir nocturno del vuelo de las entrañas, son crédulas. Decidme, os lo exijo; os lo exijo de hombre a hombre: negadme que nuestra naturaleza es desear, desear siempre Más Allá y Más Allá y Más Allá; y una carne y la otra, y un exceso y el otro… ¿Está una dama a salvo de vos mismo?... No os creo, demonio; veo tu sonrisa incierta, el tanteo dudoso de tus alas de negra piel: ¡Mentís, no sois ser de luz!... O no existís, tentadora visión, sois un extremo de mi conciencia perversa, sois el cabo más profundo de mis deseos de venganza, traición y blasfemia. Os aprovecháis de que he perdido la memoria y queréis llamarme Dama… Dama… O no existís, sois producto de la fiebre; o mentís: veo el celo de la noche en tu memoria. ¡Sois un Demonio de la Oscuridad, vive Dios! ¡Desenfundad, defenderos!

Remitente Desconocido

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