lunes, 20 de octubre de 2008

EPÍSTOLA RETRO-PERSPECTIVA

LA ENVÍA POR CORREO UN QUERIDO AMIGO, PERO COMO NADIE ESTÁ SEGURO JUNTO A UNA NARRADORA, HA AQUÍ A CONSIDERACIÓN DE LAS MUY SEÑORAS Y CABALLEROS MÍOS DE LA NOCHE, LA INVITACIÓN QUE ME HACE (HABRÁ LEÍDO LAS LETRAS CHICAS DEL CONTRATO PARA VENDERME PARTE DE SU ALMA???
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Saludos cordiales, Domadora de bestias.

Hay días que es necesario expresar los sentimientos a las personas que uno estima; a veces lo veo como un tipo de válvula de escape o liberación; ¿sentido de culpa?, podría ser... (Sin rodeos), sólo quiero externarle mi más sincera admiración por usted, he leído sus cartas y he quedado maravillado. Usted tiene el don de entrelazar las palabras y transportar al lector a mundos fantasiosos y realidades demónicas, Por un momento me puse su piel. Por un momento nací también en la tierra de los mil soles al sentir esa expectativa ganada que dio la espera; por un momento fui espectador; por un momento fui lienzo colgado; realmente me hubiera gustado violentar las cerraduras del tiempo y la realidad para entrar a un pasado de ficción y haberla acompañado para atestiguar su nacimiento. ¿Quién es usted ahora? … ¿Aún se hace la pregunta?, yo sugiero que se haga amiga del diablo y se convierta en instinto. Quiero que enaltezca su sonrisa.

El sentido de culpa es mi ausencia, pero sepa que mi amistad es incolora, insípida e intangible, pero pesa; es muda y está agazapada en un rincón en espera de que el toro ordene. Muy señora mía, vendo un pedazo de mi alma (claro que no toda y sin destinatario) para que tenga su don y poder expresarme como usted lo hace; que mis letras sean transporte y pueda sentir lo que quiero decirle torpemente con mis garabatos; le quiero decir que la estimo aún en ausencia.

Tome estas letras en gratitud por su respiro, por existir.

Su más ferviente admirador (aunque tal vez ese designio no lo sustente).

Conde del Reino de las Oscuras Dualidades.

martes, 23 de septiembre de 2008


LA CIENCIA TRANSFORMADA EN ARTE

26 y 27 de septiembre 10:00 hrs, Museo Regional. Entrada libre.

¿SABÍAS QUE LOS CIENTÍFICOS Y LOS ARTISTAS SE PARECEN A TI? Aunque algunos se ven muy serios, por dentro conservan el gusto por jugar, es decir: se hacen preguntas, y experimentan; son seres muy curiosos... Y se emocionan tanto como tú cuando descubren o crean algo maravilloso.

El equipo de POESÍA PARA CIENTÍFICOS se ha puesto a jugar con la ciencia. Un grupo de traviesos investigadores, docentes, promotores culturales y artistas han escrito sobre aquello que les apasionan de su trabajo, y quieren compartirlo contigo… VEN A ESCUCHAR SUS HISTORIAS Y A COMENTAR CON ELLOS CÓMO TE PARECEN

lunes, 15 de septiembre de 2008

CINCUENTA EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA

EPÍSTOLA L

Viernes 12, septiembre

Estimado señor B:

Dada la circunstancia de vuestro ofrecimiento en voluntad de asumir el título en el remitente adscrito, sirva la presente para extender la impronta de saldar el rol de palabra al que os habéis comprometido.

Vuestra sábana permanece intacta, y ha sido confeccionado conforme a vuestros requerimientos. Sé que vos coincidiréis en mi estima por convocar el tiempo de hacer efectivo el pago acordado por el oficio que vuestra merced me ha solicitado.

Estimado señor, confío en que al postularse al papel, usted ha leído las letras chiquitas, las más pequeñas, inscriptas en contrato al habla. Atiendo a dicha nomenclatura al decir que, como escenografía, las epístolas han quedado en agrado, la luz del sol cae justo en atmósfera escénica, y es tiempo de dar tercera llamada, señor B.

El público aguarda impaciente, y es a ellos a quienes hemos consagrado el sino del oficio: es hora de que el performance dé comienzo, pues he dejado aquí las epístolas para ir al mar por mi cargamento de sábanas: la utilería está completa y puesta en circunstancia.

No es momento de olvidar el parlamento, habremos de improvisar si es necesario. Corra usted la cortina, que quien dirige es su merced; yo nada más escribo. Y la escena es, usted lo sabe mejor que yo, la síntesis de la acción, como se grita en el cine al punto de rodar.

Yo no soy yo, ya se lo he dicho, yo sería incapaz de decir esta sarta de vulgaridades; a mí no se me ocurriría nunca decir esto; yo nada más represento, soy un papel donde se inscriben las letras de una tal señora C; ojalá fuera yo poeta y supiera decirlo a modo de resultar encantadora, y que el llamado se entendiera en su plenitud sin exigencias, mero vuelo de la coincidencia. Porque sin diálogo, querido, no hay obra. La dialéctica de los sentidos (sensuales y de orientación) es la clave de sol donde resuena el ritmo del arte. Sin dualidad, sin opuestos a cuyo linde referir la trama, no hay obra, mucho menos habremos de aspirar a la maestría.

A estas cartas les falta su respuesta. Sin embargo nada sé de esto que escribo, porque nunca antes lo había referido mi esencia; soy simple relatora de mi estrecha percepción. Y si esa voz no es suya, no importa, pues entonces tal vez sea el llamado en eco desde el canto de los antiguos.

Llego con ésta a la quincuagésima epístola, ha logrado mi espíritu su manda en afán de renovación: arrojar todos los signos al senote primigenio, que sus aguas desvanezcan el recuerdo y se haga el vacío que ha de ser colmado.

Cincuenta epístolas de amor a la distancia.

Conté hasta cincuenta cartas en la baraja; es tiempo de la cuenta regresiva, señor B; y, curiosamente, como en el espejo, el cálculo inicia en cincuenta para luego descender la escala de sus ritmos. ¿Qué suma le da a usted? ¿Cuál des-cifra arroja vuestra incógnita cabalística? A mí: churriguerescos árabes en malabar de triple mortandad: vueltas y vueltas, espirales y pétalos, enramadas en uva edén a mitad de precio en la compra de un impulso.

¿Acaso fui obscena? Ruego vuestra indulgencia si tal fuere la impresión; debéis tomar por cierta mi palabra en lienzo blanco, como bandera de paz. Usted es quien dirige, en su ritmo me inscribo, sin advenimientos a los cuales no he sido convocada. Es cosa de comprender naturalezas, la mía consta de un puñado de palabras: es cuanto he podido ofrecer sin faltar al dictado de mi sangre y sin por ello causar ofensa. Ruego a las musas por que nunca mi palabra le resulte infamia, pues he pasado mil y un vidas para contemplar sentimiento purísimo como el que me conmina a relatarle sin pudor y sin miedo y sin afán.

Contar cincuenta cuentos no ha sido sencillo: pinche Sherezada, estaba cabrona, quien fuera… Pero claro, ella se jugaba la vida en la intensidad de sus palabras; aquí, desde luego, no hay apuestas, salvo que al juego de cartas le llaman también azar, albur (doble sentido, re-flexión de la pausa donde le miro).

Hasta aquí llega mi voz, querido señor B; ha sido un gusto indecible mantener vuestra presencia tras las letras (y el relato trata justo de no-decir, creo yo, así, en creencia, en acto de fe). A las mil y una noches de cuentas no llego: cuando es monólogo se agota el tópico, el tema, no-tema, no se indigne su potestad, pues es correcto así, porque cincuenta días con sus cincuenta noches le han sido ofrendadas al creador a través de vuestro silencio y, sobre todo, por intermediación de la pasión en prisma que le intuyo, en contemplación de los márgenes de oficio que vuestra dignidad a tenido a bien permitirme admirar. Sírvase pues recibir mi agradecimiento por aportar la tinta a los días de renovación.

El placer, necesariamente es mío: he cumplido la palabra dada a mi confianza, muy propia. La señora C se despide de vuestra merced en tan público anonimato. Queda suya la voz en la distancia, pues con vos inicia y con vos concluye la representación.

Desde Nunca Jamás y en recorrido hasta Siempre.

De sí: señora C.

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XLIX

Jueves 11, septiembre

A la Corte Real

Queridas damas de la Real Dignidad: os saludo al arrojar sobre la mesa las cartas que me restan. De nuevo he blofeado con la vida, apuesto mi eterno par de dos contra su quinto de ases: frente a ustedes tenéis lo que he podido decir: nada, casi nada.

Habrá que seguir hablando del señor B, tal como hemos hecho a través de las vidas que nos han sido concedidas. Siempre en su busca. Es acaso que el sentimiento se vuelca verdadero o falso asegún el ánimo en vuelo por el cielo raso del alma. Puede ser. Hoy queremos a uno, al día siguiente es otro el depósito de la imagen. Ella es quien permanece, inmutable en vigor por la entraña de hueco femenino: la imagen.

Es nuestro paso buscar hombre. Porque nosotras somos signo de la renovación de dios. Por eso nuestro sexo se abre para recibir, igual hace nuestro corazón; por ello nuestro sexo se abre para dar a luz. Hágase la luz, dijo; y la luz se hizo de entre nuestras piernas abiertas, como abierto es nuestro corazón que expulsa sueños hacia la claridad.

Quisiera dejar de amar, pero no puedo. Somos la estirpe del amor en pleno. No buscamos el dinero ni el poder: somos hijas de la noche, nuestro vientre contenedor del fruto de la creación. Isis es nuestra madre. Auto-concebimos igual que nuestra patrona Nix; por ello también es nido de monstruos la oscuridad de nuestra caverna: el amor también ocurre a través de su opuesto, el espejo trae consigo su imagen: ambas son, las dos existen: ¿quién habrá de entramar las fuerzas de nuevo en su unidad?

Esta es la fuerza del Toro Blanco, mi Nahual en pasión. Cómo quieren ustedes que no se alborote mi espíritu ante la escenificación de la fiesta brava: un hombre en traje de arlequín, lentejuelas en malla rosada; con su fantasía de baile al vuelo enrojecido. Cualquiera se arroja hacia la espada ante la fascinación del amor, travestido en la feminidad del torero; oculto el amor en la poesía del rito. Es poeta el hombre encantador. Y es mi sino morir sobre la arena, ofreciendo el espectáculo del sacrificio a cambio de vislumbrar la maravilla, un segundo apenas, y es un instante sin tiempo, la llama de la eternidad entrevista, como iridiscencia entre el oleaje, al abrir el pliegue marino de un verso, en el envés del sustantivo, entreverada en el verbo.

Y, entonces, si el amor es la narración de una trama, hemos de buscar en pie los pre-textos: las sogas con que hemos de atar el nudo que otorga el sentido, el porqué, el hacia dónde: el foco narrativo puesto en la sordera de sus ojos. Es la percepción de nuestra subjetividad quien alumbra el escenario para dar un efecto ahora, una transición aquí, la ilusión destacada a la izquierda y al fondo, junto a la tradicional ventana de lluvia en alborada.

En nombre del verbo justifico la blasfemia de nombrar. Ábrase el cielo al final de la frase, y que cada quien vislumbre el suyo reino del placer.

Señor poeta: cómo no pensar que es divino su proceder en el oficio. Su palabra hermética abre las puertas del laberinto. Usted me lleva a correr tras la fantasía, y en espiral caer por el terrible pozo que conduce al reinado de las maravillas. Es locura la voz del tiempo en el poeta. Enloquecer de amor. Tener visiones. Escuchar voces. Imaginar personas. Hablar por boca del actante. Ignorar hacia dónde le lleva el planteamiento de su obra. Sucumbir al grito desesperado del relato pendiente, ignorarlo, abandonarlo. Crear de nuevo, esta vez un híbrido, un ser deforme, sin credibilidad alguna.

Lo que nos resulta inverosímil es la vida, por ello intentamos hacer verosímil la ficción. A mí, señor mío, me resulta imposible. Carezco de la disciplina necesaria para darle sentido a la palabra; es ella quien me otorga el rumbo. Me resulta imposible nombrar mis pasos, pues es complejidad el instante, tridimensional la red que me sujeta a su influjo arácnido. Poeta araña, muerde, lame la flor de la criatura que soy.

La soledad es el cobijo de mis letras. Soy ser de cartografía silente, y no elegí serlo, fue la selección natural: sólo respondo a mi naturaleza, sin posibilidad de huir de ella pues sería huir de mi sombra en el bosque de nunca jamás.

Soy un relato. Por ello la palabra también se llama geografía. Son los accidentes quienes dan textura y nombre a la serranía de la pasión. Me nombro, y soy. Me he creado a mi propia imagen, el imaginario poético del mágico reino de Voz. En voz estamos. Somos habla sánscrita de la metáfora.

Es reproductivo el reino divino de la creación, y en ellos está implícita la sexualidad de la naturaleza: vientre y semilla. Elementos que se penetran para engendrar el fuego, la cadena química que detona la palabra amor.

Venga a nos el reino de la metáfora, luz del incidente, artificio para dar vuelta a la realidad y mostrar el revés, que no siempre es trágica la comedia. Siempre es último el aliento inscripto en el llamado. Soy mujer de palabra. La cumplo en virtud de la cruz que me toca llevar a cuestas, torpe caigo de rodillas antes de llegar a la cima de la ola; desde la altura me arrojo en espuma por borrar la huella de un hombre en la arena de mi historia. Arena de fiesta brava en mar embravecido.

Cúmplase la vos divina en verbo encarnado: hágase el instante.

Bajo vuestros pies, en la sima del volcán.

Señora C.

jueves, 11 de septiembre de 2008

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XLVIII

Miércoles 10, septiembre

Señor B:

Cuando no le perturbe el oficio, reciba mi agradecimiento por vuestra hospitalidad; desearía haber demostrado mejor mi gusto por saludarlo; pero soy apenas una mujer del pueblo y desconozco el protocolo a seguir en Palacio Real; además de mi turbación por las horas de camino en diligencia y aún con la salinidad del puerto y el sueño del recorrido en equipaje póstumo.

Como siempre, mi Lady ha hecho una elección exquisita para la sesión de imágenes al proponer los jardines metálicos de vuestra potestad; mejor lugar para recibir el arribo de mis pasos no pudo existir.

El mensaje que le he hecho llegar con el lacayo electrónico ha tenido por fin atenuar mi falta de cortesía; espero no haber importunado vuestros quehaceres. Reconozco que ha sido modesto arrebato de mi toro blanco, pero observad que se trata de eso mi naturaleza, ningún afán conmina mis palabras que el aprecio por la amabilidad de sus comentarios al referir la obra del corazón que le he entregado; provenientes del ritmo preciosista de vuestra merced, resultan alentadores de las musas.

Mucho agradezco vuestro espejo. Ah, y un bienaventurado no-cumpleaños a usted ya que estamos en el reino de azogue de tan vulgar Alicia. Soy mujer de palabras: he ahí la medi aluna que brilla sobre mi frente, el filo más agudo de mis dagas, el toro blanco en pleno se quita el sombrero frente a vuestra figura: no el tocaría ni con la mirada, para que la visión de la belleza no se desvanezca entre la bruma.

Sé que usted sabe dispensar la furia de mi atrevimiento, porque a usted le crecen árboles en los brazos y a mí plantas en los pies: de seguir enraizando así, surge el bosque. Silencio: no hay que despertar a las musas: están soñando con nosotros.

Con absoluto respeto y admiración.

Señora C.

martes, 9 de septiembre de 2008

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XLVII

Martes 09, septiembre

A quien corresponda:

Los enseres están casi dispuestos. Anoche cayó el diluvio que habría de limpiar la atmósfera para abrir camino al regreso. Muchas son las valijas, pero regreso sin nada. El demonio nunca se va, pero llevamos un mejor trato a partir de ahora. No le vendo el alma, no me la pide. Nos contemplamos como la imagen contempla su cuerpo desde el azogue.

La luz divina da frente al laberinto y ya no es cloaca la voz. El loto en capullo aguarda plácido el momento de abrir sus pétalos al llamado del sol. Quizá no habré de hallar lo buscado, pero ya guardo en mi pecho lo encontrado, y es grande y puro. No sé si mis cavidades serán suficientes para darle abrigo y conservarlo en latencia interna, pero tal es la misión de resguardo que se me encomienda.

He debido echar al mar mis pocas partencias y ya no pertenezco ni me pertenece nada, muchos menos nadie. Soy. Ahora mi mano desabotona las vestiduras, desplaza el calzado de mis pies, las joyas y los adornos caen en tierra y es viento de arena el que hunde las antiguas prendas en el misterio del futuro. Nada he de llevarme, ni el nombre. Ahora mi planta se desenraíza y doy el primer paso, el que me pone sobre la colina desde donde admiro el valle oscuro; en lontananza se abre el toque muy apenas de un lienzo morado. El primer indicio de que me encuentro ya en el reino del fuego, en este mismo sustantivo inicia la Edad del Sol.

Atrás de mí escucho el aullido de las bestias del infierno, me llaman con sus quejidos sinuosos, quieren que me devuelva hacia las furias de sus matanzas, a devorar con ellos las entrañas putrefactas de la inocencia. Eres de las nuestras, murmuran. Te seguiremos, amenazan. Tras de mí siento el aliento espeso, un hilo de baba en rabia cae sobre mi hombro, entre los cabellos de mi nuca siento el filo de su pezuña fría y húmeda: Mi amor, me dice al oído su pestilencia, Sólo yo te amo sin condición y en lo eterno, susurra; No has de hallar a nadie en la ceguera de la luz, estarás muy sola, me dice… Pero no me vuelvo. Arranco mi otra planta de la tierra. Comienzo el descenso al valle.

Desnuda en la madrugada. Señora C.

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XLVI

Lunes 08, septiembre

Queridas Madame K y Lady U:

A vuestros pies los mantos herméticos del signo renovado. No hay palabras nuevas para decir de la dicha el sino; pero blasfemia de impotencia no por el momento, amadas señoras de la luz en luna irradiada.

Continuemos los preparativos para la noche de brujas, vistamos de la sangre el emblema, pues un corazón ha de ser extraído de su habitual estuche para mostrarse en panal de mieles a las ponzoñas del abismo.

Dejemos el hábito de vaporoso blanco. Transformemos el rostro de dulce en furia, el cuerpo de seda en piel de chacal, el espíritu de benevolencia en garra asesina e invoquemos al Nahual poderoso que también nos habita, sobre cuyo lomo trascendamos la noche sexual de nuestra entraña en género femenino. Por hoy no hay susurro sino grito de encomienda despiadada. Vayamos a la noche con la daga en mano, puño de fuego, vientre en pasión latiendo, vayamos en busca del néctar de nuestra naturaleza salvaje, la más primitiva nuestra fuerza. Más de alguno habrá de morir en la cacería, tal es el objetivo al surcar el tiempo oscuro, justo en la más terrible tiniebla, un segundo antes de que la luz nos devuelva a la frágil mortalidad.

Queridas: es ratito de ocio el que ocupamos en ser inmortales, aprovechemos pues, antes de recoger a los hijos, enviar cédulas de empleo y trasigar la tarde terminando el pendiente.

Inmortal en mi tiempo libre va mi espíritu hacia vosotras.

Señora C.

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XLV

Domingo 07, septiembre

Madre Superiora Eme

Es último domingo antes de abandonar la crisálida del convento para retornar a Palacio Real; por ello escribo a usted mis oraciones, en prenda y talismán por recordar las enseñanzas experimentadas en la dicha del resguardo en sus dominios.

Los demonios, Superiora, siempre están al acecho, igual que el monstruo que está afuera, siguiéndonos el rastro para devorarnos cualquier noche. Pero hemos de seguir guardando en santidad el corazón, tal como usted hace respecto de las faenas por conservar el inmueble de su apostolado.

Se me ha concedido conocer las maravillas del puerto, amada Superiora; y es gracias a los místicos recorridos y encuentro que usted a bien ha tenido organizar para deleitar mi estancia y reforzar mi espíritu que ha llegado aquí enfermo y que hoy ha sanado en mayoría.

He podido saborean la tradicional jaiba rellena, los mosquitos me han dejado sus marcas la cicatriz del trópico en las piernas, he visto los cocodrilos en plena calle, un marino ha desembarcado para traer nuevas del otro lado de la tierra y he visto de cerca las naves nodrizas de los extraterrestres que cuidan al puerto de la entrada de los huracanes. He visto las maravillas de su tierra, Superiora; pero sobre todo, he conocido los subterfugios de la noche y de las almas de amistades sensibles en el arte de oficio y vida.

Los reales que le he dejado a cambio de trazar sobre el lienzo la sacrosanta caligrafía de los hermanos herméticos, no compensan la dedicación de usted a tan noble tarea. No me despido, Superiora, pues le espero ya en la mágica tierra de Oz, a donde espero corresponder a la hospitalidad y el refugio de ánimos que usted me ha brindado.

Quede pues la palabra empeñada y el alma atenta a los murmullos del amor a la distancia, querida Superiora.

Beso a usted el hábito (de ser quien es, de su fortaleza y la pasión que entraña su voz)

De usted: señora C.

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XLIV

Sábado 06, septiembre

Mi Lady:

Un barco ha llegado a puerto; y con él, un marino. Las vísperas del viaje que ha de volverme a nuestra mágica tierra de Oz, ha tocado tierra. Pero no se trata del joven Capitán X, como era de suponerse, sino de un pirata en la máxima extensión de la imagen, ex General Brigadier de la Real Fuerza Naval de la Madre Patria, ilustre salvaje quien cuenta en sus años diez exactos más que yo. ¿No le parece ello un signo de cábala antigua?

Él ha cruzado los océanos del cosmos, entre golfos de misteriosas constelaciones; él ha combatido múltiples y tormentosas vidas para acudir puntual a la cita, en el momento justo y en el lugar correcto, bajo un cielo en preludio de tormenta y mi ánima en vaporosa concentración de mí.

Él ha viajado desde universos inmemoriales con la misión de traerme un mensaje proveniente del otro lado del tiempo. Desde las tierras inaccesibles de lontananza, el marino ha venido a decirme que estoy en el rumbo correcto, quién sabe a dónde ni hacia quién, pero en bienaventurada dirección de rumbo el viento.

El marino ha deleitado la tertulia del encuentro refiriendo breves estampas de su paso por las regiones subterráneas de la oscuridad, donde ha debido atravesar, y luego vencer, los cantos malignos de las sustancias alucinantes. Ha llegado luego a la isla de las brujas, donde ha conocido la magia verídica, en la tierra donde la vida no vale nada, en esta tierra nuestra que por dicha virtud ha tomado en patria para vivir su destino de marino errante, y desembarcar en puerto sólo para hablarme, durante unas pocas horas, de mi juventud y mi belleza… Y yo he visto en sus arrugas mis tientos y en sus ojos llenos de fantasmas mis alucinaciones y he comprendido que pocos años habrán de durarme los dones de la piel.

Es así, infanta, que he visto mi reflejo en los años. Hacia el pasado por el salvoconducto de lucidez que me ha hecho saber mi propensión a los placeres de la carne, y es a ello gracia el conocimiento que no me ha permitido trasgredir un cierto límite, y he pasado por las tierras inhóspitas de la oscuridad con pequeña linterna y sin penetrar por mucho tiempo. Hacia el futuro, porque he mirado el tiempo de preludio otoñal en pleno, y el paso incesante de nuestra marcha ha de ser la brisa que corrugue el tamiz de la cubierta.

Ha sido apenas un roce el que ha tocado el marino salvaje, redimido en el acto de absolver a otros de las sustancias tan deseadas y a las cuales hay que resistir; ha sido breve el tacto y breve la palabra; y yo he agradecido mucho la presencia… Pero usted sabe que no me es posible una entrega, pues no está mi corazón en el mar, sino tierra adentro, en el caliginoso semidesierto de mi natalidad. Qué le vamos a hacer, sino guardar respetuoso silencio.

Un beso. Señora C.

domingo, 7 de septiembre de 2008

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XLIII

Viernes 05, septiembre

Amadísima Hermana:

Estoy a unos días de volver al hogar. No he querido escribirle más por temor a complicar más el triste desacuerdo ocurrido entre nosotras, por el cual me encuentro muy consternada; y es de hecho el único incidente que en verdad nubla la razón de mi alma.

Quisiera que usted sintiera cuánto la amo y cuánto es mi respeto por la fuerza y la decisión con las que usted vive. Mucho se lo he mencionado, pero sé bien que la palabra no basta si no halla eco en la sustancia del acto.

Ojalá usted pueda comprender que todo ha sido un grave malentendido, pues nunca es mi intención ignorarla y mucho menos ofenderla; cómo no iba yo a querer ayudarla, hermana, si usted me ha ayudado tanto y si le debo en reales y sobre todo en complicidades; si usted, aunque sea menor en años que yo, es mi ejemplo de grandeza y constancia y practicidad…

Usted dice que yo no veo el gesto que se ejecuta en mi rostro cuando usted me pide algo…Y tiene usted razón plena, hermana: no lo veo. Pero le suplico de rodillas si es necesario que escuche usted lo que es cierto en mí: que no es gesto de desprecio, muy por el contrario, es mi preocupación instantánea al no saber si seré capaz de corresponder a la petición, si mis muy pocas fuerzas y mi torpeza podrán apoyarle del modo adecuado.

Yo sé que usted desespera con mis parsimonias, con mis dudas, con mi carencia de decisión para actuar y con la lentitud de mis reacciones. No es por mal, querida mía, a mí no s eme ha dado su capacidad para ver con claridad y actuar en tiempo y eficacia justas, como usted tan maravillosamente hace.

Es cierto, amada hermana; mi alma es de una fragilidad terrible, y muchas veces ni yo me aguanto. Así que entiendo. Pero invoco a la sabiduría suya para perdonarme si la he ofendido o decepcionado. Yo la amo y me gustaría que usted me amara de nuevo, que haya de nuevo confianza de usted hacia mí; ruego a su paciencia que mire mi mucho amor por usted.

Le mando un abrazo.

Su hermana que la idolatra: Señora C.

sábado, 6 de septiembre de 2008

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XLII

Jueves 04, septiembre

Madame K:

A vuestra misiva llegan tarde mis retro-sesos, pero heme aquí, enhiesta en igualdad la tinta de mis arterias. Pronta estoy a volver al hogar la flama; y es ello razón de atolondramiento, entre rezos de postrimería y levantamiento de adminículos y dispensas de viaje.

No ha llegado del joven Capitán X su buque a puerto, mas ello ha resultado en alivio, pues no está el horno para bollos… Sabe usted, Madame, que he tenido un sueño místico y es verídico mi dicho. Y en él se me ha revelado con mayor intensidad mi temor de acercarme a nadie, querida, pues en mí permanece la impresión de que el amor se va de quien me toca: yo se lo extraigo, se lo quito… Sin querer, muy cierto; pero hay una fuerza extraña, de vampiro o ser maligno, que deshebra las posibilidades en cuanto el tacto de hombre roza mi piel.

Por ello, Madame, me avengo a vuestra palabra sabia al decir que no he de pretender las tormentas ni del agua su reposo. Ya el muy prudente Príncipe de Q mucho ha advertido mi sino de errante. Y es pues quizá el movimiento de esas mismas aguas en cauce que ha de trazar mi ruta. Cuán imposible me resulta pensar siquiera en alguien particular, querida; pues mucho me aterra que la maldición aleje la precaria cercanía. Es así que, antes de volver a la mágica tierra de Oz, estaré en labor de hacer mis votos por renunciar a cualquier aspiración respecto del señor B, Madame, pues no quiero perder la intensidad de artilugio maravilloso que mis reflejos creativos hallan en la obra y en la energía que irradia tan apreciado caballero; pues sé bien que podrían pasar infinitas vidas para encontrar de nuevo admiración y coincidencia tales, como las que a mi alma cautivan ahora, con tanta serenidad como ahora.

He de renunciar, Madame, a mis aspiraciones por salvaguardarle a él, y a cualquier otro, y a mí, y sobre todo por proteger este amor purísimo que ahora siento igual que una inspiración. Son musas, querida, las que han bajado para hablarme de sus melodías, cómo he de renegar de la bondad de una gracia suprema como ésta, insana sería yo si tal hiciera; por el contrario, es bendición, y ante ella me inclino como un sirviente fiel.

Mis votos porque la cicatriz del pasado sea la seña del mapa que ha de guiarnos entre los salvajes y voluptuosos territorios vírgenes del presente (mire usted qué bella paradoja).

En deseo por abrazarla y charlar.

Señora C.

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XLI

Miércoles 03, septiembre

Querida Infanta U:

Me encuentro ya sobre la cuenta regresiva para volver a la comarca de Oz y arribar en fe a Palacio Real (de la divina realidad); y ojalá sepa yo, querida, guardar mi tan grande encomienda de plenitud sin conveniencias.

Vuelvo con mi equipaje de letras en lienzo de sangre impresas. Vuelvo sin proyecto y sin destino, sólo vuelvo como el ave vuela de vuelta al árbol nido. Mi expectativa es que la noche caiga cada noche y que el día se haga al abrir los ojos. No llevo más promesas de sustancia, dulce Infanta, sólo la memoria del dicho enigma hallado sobre la entrada del laberinto, aún sin resolver, pero medito en él mientras ando los pasillos, dibujando fórmulas plausibles para tal vez reconocer la cifra mágica que me ha de llevar al centro mismo de toda ausencia: la serenísima hermana muerte.

No es que haya un cambio radical, es sólo un cambio pequeñísimo, tan apenas que abarca su vapor las muchas vidas que he dejado atrás. Es complejo explicar la sensación del regreso, querida, pues no es dolor ni ansiedad. Se trata de un sentimiento jamás experimentado, para el cuál mis designios no tienen grafía ni voz. Y quizá es mejor no saber nombrarlo, para que mi torpe razonamiento no lo confunda con la determinación de mis vulgaridades, y quede por siempre etéreo: completo: único: el uno.

Así también ha surgido en mí el amor, Infanta; al cual conozco por vez primera, en su unidad sin fracciones ni equivalencias, sin incógnita por despejar, sin división ni raíz ni exponencial. Mi garganta es despeñadero de piedras mientras le escribo esto, pues mi alma se llena de sí, de unas ganas por tocar y besar, por abrir la entraña y mostrar mi vacío sin fronteras… Pero no reclama por nadie mi deseo, Infanta, pues es deseo puro el que la gracia me da; y por este solo momento de sentir sin buscar, vale su peso en oro la soledad, y usted bien sabe cuán pesada es.

De pie frente a la era del sol.

Señora C.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XL

Martes 02, septiembre

Sólo usted comprende:

Cuarentena. Las fiebres han cedido a base de fomentos de ausencia y silencio. Respiro presencia, pues el tiempo se cumple sin aspavientos. Es verdad: no hay bochornoso ni maligno deseo por la imagen del hombre, queda la tenue gasa de la carne y el hueso suyos. Hombre concreto, sin pretensión de amar, pues el amor es propio y se dispensa sin esperar los frutos; sólo la sencilla satisfacción de mantener intacto el canto de las musas al bajar por el rizo de la creación.

Cuarentena. He sabido guardar para usted el calor de mi entraña: tibieza en la piel y lava al rojo en las cavidades luminosas de mi entrega, intensidad maleable la que aguarda por su herrero. Es lujuria contenida y harto contenta la que avienta sus lenguas de flama entre los conductos laberínticos de mis sueños más primarios, el mismo acto salvaje que soñaron mis ancestros, en aquella primera conciencia del llamado aroma de sus manos como bestias en celo.

Nada más poner el cuerpo en la cama y es bufar de toro en sangre al blanco vivo. Herrero de las grecas de hierro en rococó: si tienes oídos, escucha: soy gemido en postración de ti; si tienes ojos, mira: soy pliegue a punto de reventar el continente de sus aguas en pos de ti. Nada más tocar el lecho (el lecho literario de mis sábanas en voz) y es mi cuerpo la sinuosa oración por que se haga la comunión. Amen. Sea. Pues ya mi loto aguarda el llamado de sus perfumes. Ya mi ignorancia busca su maestro. Ya la inocencia del nuevo tiempo anda olfateando el nicho de su perversión.

Visto la túnica del rito vaporoso; sacerdotisa en linterna por las profundidades del deseo, a luz plena de luna en acuario, que de agua también es signo el toro. Cuarentena del alma. Cuarentena del cuerpo. Embiste el impulso de mis metales al blanco vivo. Maleable sustancia de convocatoria. Ábrete Sésamo. Filtros de amor por el tamiz de mis ojos en los tuyos reflejo del divino intento. Herrero de las churriguerescas volutas: aguardo en sabia serenidad, hasta donde topa mi paciencia con el límite de la piel. Herrero de la espada mística de la fe: forja la materia de mis brillos, que son tus manos el filo para abrir el tiempo en cruzada por el santo grial de nuestros cuerpos en alma unidos.

Transcurro en serenidad el tiempo.

Suya: señora C.

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XXXIX

Lunes 01, septiembre

Hechiceras de la noche azul de mar:

Ayer me he descubierto entre el laberinto. El toro blanco ha sido feliz en su elemento: entre muros-sábanas, grafiteados con los signos de quien he sido y seré: el destino, dicen los antiguos, se deduce de aquello que perdura. Me he visto al fin en el laberinto de mis sueños. Rodeada de mí. Es a un tiempo gozo y una pizca de nostalgia por aquellos que han muerto en el camino, sí; pero sobre todo por la claridad y la sorpresa de observar mi muerte en cada instante.

Yo sé que ya puedo irme en paz. Y es quizá la sensación de la muerte la que signa los tránsitos y las volteretas de la rueda eterna. De frente al cielo, de cabeza al infierno; una vez y otra, hasta el final de los tiempos.

Yo he sabido que mis sábanas signan el cruce de las aguas del antes y el después; remolino espiral que me lleva a los abismos oscuros, al reino que se halla bajo el mar, donde todo termina. Y es probable que después de tal instante, no quede en mí más por decir ni por hacer, sino recobrar los tesoros perdidos, las tierras fantásticas y todo cuanto y cuento me ha sido concedido: tiempo de recoger los pasos para entregar en balance las cuentas a la vida, y nada quedar en deuda.

Inicio hoy las diligencias para emprender el camino de vuelta a casa.

Con mi amor en ustedes: señora C.

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XXXVIII

EPÍSTOLA XXXVIII

Domingo 31 de agosto

Querida Lady I:

Que la estrella que muestra el camino le llene con su luz. No desmerezca sus ánimos, querida, pues es pecado la desdicha, y de los mayores. Si usted es brillo pleno, con su energía de campanillas y polvos sutiles de los bosques antiguos.

Ya verá usted el loto abrir su flor entre las aguas de los estanques prístinos del Palacio Real (el real, querida, no el imaginario). Y a sus aromas de perfume saturado de encantos colectados a través de los siglos, el hermoso Fauno habrá de llegar al éxtasis de su travesura; el centauro ha de converger el misterio de su dualidad en su presencia.

Vendrá la cosecha, querida; y por ello hemos de ser sabias para tomar las herramientas de labor y preparar la tierra de nuestra entraña, abrir surco y echar semilla; desbrozar las malas hierbas para que germine el tiempo. Y en el acto de preparación hemos de sabernos plenas: no es el fruto la recompensa, sino el satisfecho cansancio con que nos vamos a dormir tras la jornada en bien concluida.

Vea usted: nada sé de Nadie y Nadie viene a mi encuentro. El señor B permanece en la cúpula crisálida de su mutismo encantador; el bucanero ha desviado sus rutas hacia la ausencia; los músicos reales son meras texturas para calmar la alteración de los sentidos. Pero no importa, mi Lady, nada importa frente al gozo de la entrega que he sido y seré: en la flama de mi intensidad se ha de consumir mi vida, y tal inmolación es la ofrenda para mi dios de eternidad.

Oremos, juntas, querida; frente común para las manos en plegaria por quien apenas vamos a ser, frente común en visión por nuestro mucho amor ofrenda.

Prístina luz a nuestros ojos.

Señora C.

martes, 2 de septiembre de 2008

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XXXVII

Sábado 30 de agosto

Apreciado señor B

Ninguna noticia suya he recibido desde hace treinta y siete días. Muy bien sé que las diligencias son lentas y que en el camino sufren asaltos, que los buques tardan meses en cruzar el océano con su cargamento precioso. Y ruego a las musas por que mis palabras hallen eco de bondad, pues mi extrañeza es por saber si se encuentra usted en bien; mi júbilo será conocer cuál es estado que guardan sus proyectos.

Por acá, el retiro ha sido del todo fructífero; muy contadas salvedades nublan el regocijo de mi alivio. La más, es la tristeza de que mi muy querida hermana se encuentra en disgusto conmigo y no se ha dignado responder las misivas que con fervor le he enviado. Tal situación sí resiente en extremo mi ánimo. No quiero pensar que tal sea el sacrificio por el bienestar del equilibrio que con minucia y paciencia construyo un segundo tras otro.

Por otro lado, el camino de mis letras se topa a cada instante con acantilados y murallas que cortan el flujo natural de mis pasiones inscriptas en tal oficio. Y en parte porque a propósito he vaciado mis referentes; pero también porque tropiezan con bandidos y malhechores que quieren darles uso indigno, y el toro de mi ética se desboca y ataca al perder la paciencia y olvidar por instantes mis votos de serenidad.

Con usted, no, querido señor B. pues a pesar del silencio es mucha mi admiración por las suculencias de las fantasías que usted elabora entre las blancas fojas del bosque místico que circunda a nuestro reino de Oz. Hermoso follaje el que usted evoca. Con usted no, pues esa misma distancia se impone como un dulce cobijo para arropar instintos y hacerlos dormir en paz.

Querido señor B, con gran serenidad le saludo, en oración por que las musas le regalen sus divinos bálsamos por siempre.

Señora C.

lunes, 1 de septiembre de 2008

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XXXVI

Viernes 29 de agosto

Noble Duquesa D:

Comprendo que la crisis que priva sobre las arcas reales afecta en mucho el ánimo, y nuestras posibilidades de guardar el equilibrio se reducen. Comprendo los argumentos del cansancio, cuando el cuerpo renuncia no sólo a los placeres, cuando es deseo apartarse del vértigo cotidiano y no da el cerebro para concordar el tiempo.

Pero, querida, amada Duquesa: no hay vereda, tome usted el pico y yo la pala, la invito a que tracemos el rumbo. En efecto: es peligro de selva y desolación del desierto lo que se alcanza a ver hacia lontananza. Pero, mire usted: dice, cuentan, que en la selva es posible admirar criaturas maravillosas y que muy rojos y violetas son los cielos sobre las dunas. Si por tal hazaña hemos de morir: venga a nosotras la dulce visión del destino.

Respire junto conmigo, que aliento no tengo, pero entre dos y entre tres y entre las que somos, las todas muchas que a cada una habitan, algo de brisa confortante hemos de abanicar.

Comprendo, querida, entiendo bien los signos de la soledad y el temor. Si un lenguaje hablo es tal. Pero, amiga: hoy es tiempo de celebración, porque ya hemos atravesado el tiempo que nos estaba dado construir, como un puente sobre nuestra pasión: todo hemos entregado, no hay reproche ni reclamo por hacer. Venga, querida Duquesa: vino y bailes para no olvidar la esencia del gran dios en nos.

Privilegiada por saberle cerca su alma de mí: señora C.

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XXXV

Jueves 28 de agosto

No lo quiero tocar, ni con el pensamiento, para no convertirlo en bruma con la embestida de mi intensidad en sangre océano, para que no se deshaga la fragilidad del viento musical con que las musas endulzan el imaginario: Dios nos libre de nosotros. Carne roja. Vino tinto. Ni siquiera sé si me atreveré a mirar sus ojos, temo que la maldición de la medusa lo convierta en piedra. Y estatua de sal ya no, nunca. Por eso no lo nombro, para no hacer ruido y escuchar la resonancia, muy apenas, asustadiza, la de sus mil y un nombres de leyenda… ¿Escucha usted? Son plegarias, el murmullo de nuestros antiguos mitos.

En silencio: señora C.

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XXXIV

Miércoles 27 de agosto

Bondadosa Infanta U:

Con gozo puedo decirle que he logrado domesticar a varias de las bestezuelas malignas que circundaban entre los pliegues de mis instintos.

El estado de mi salud ha mejorado notablemente, lo veo incluso en los retratos que ilustran mi paso por el reino de los muertos, en este viaje impuesto por gracia del destino.

Dulce es la sensación, querida, al haberme desecho de las expectativas perversas. Por ello, mi ánimo se halla liberado de imágenes; mi espíritu vacío es apenas la intuición cópula que me habrá de engendrar.

En tal circunstancia, querida, me resultan cada vez más difíciles las palabras, y es porque al momento no hay impresiones de las cuales hablar. Vacío. Pero no aquel de la indiferencia, más bien la nada primigenia.

Yo no sé si seré capaz de tejer la red finísima de la humildad para, con ella, colectar para el oficio algo nuevo por narrar. Sin embargo, eso ya no importa, querida: los muertos descansamos en paz.

Si el camino da su venia, vuelvo pronto a nuestra entrañable tierra de Oz, y ya estoy en deseo por abrazarla y charlar en sus jardines de maravillas.

Señora C.

jueves, 28 de agosto de 2008

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XXXIII

Martes 26 de agosto

Pasado mío:

Treinta y tres fue nombre de hombre. ¿Acaso queda brizna de aliento para llamar, aullido en celo de la noche, por la voz de quien ha de nombrar mi signo de mujer? Si aliento persigo a través del espeso bosque en bruma, maldito bosque de hombres vueltos bruma al influjo de mi antiguo sexo en brama. Bruma carnívora en acecho por hacer de carne presa el instinto de su humanidad perdida. Abrumada.

Treinta y tres fue número de hombre. ¿Acaso queda rasgo de ingenio para contar, ecuación profunda en conjunción de luna, con la nomenclatura que ha de multiplicar la incógnita de mi ser? Si rasgo persigno en cincel mi estela, a través del espeso bosque del tiempo, bendito bosque de mítico Nahual vuelto hembra por influjo de mi nuevos sexo en brama. Toro blanco. Toro mi elemento de agua. Toro encarnado al acecho, sumergido en las arterias de mi laberinto, instinto de humanidad hallada. Satisfecha.

Brama la raza blanca de mi estirpe. Media luna enmarca el aro al centro de mi frente. De bruja en hoguera me lanzaron, pero salamandra soy, y es fuego el trono de mi potestad: entregada flama en brama: muero al instante de vivir en pos del intenso resplandor de mí.

Treinta y tres fue sino de hombre. Sacrificio del cuerpo en pos de la luz. Y por la muerte del más preciado amor de mi pasado, en sacrificio fue mi oficio escribir.

En reverencia y ritual por que mis santos muertos reposen en paz: una oración, en desapego total, por quien estas letras me enseñó.

Señora C.

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XXXII

Amable señor B

No hay motivo alguno por el cual dedicar a usted mis líneas (acaso divisorias, frontera entre su reino y el mío? Es tan sólo un sencillo regocijo quien empuña la palabra, con todo respeto a su persona, ciertamente; pues hoy estreno mi nueva condición, si bien tembleque aún, recién parida a través del tiempo y sabe Dios cuántas ausencias.

Esencia perfumada en terciopelo y gasa de seda, traje de carnaval confeccionado a talla, hilado a ocasión del éxtasis. Ya sabe, no es usted, es para Nadie mi palabra tibia.

Es que anoche he pre-sentido su tacto sobre mis dedos. Y no soy yo quien habla, es la voz de Isis en caligrafía por el lienzo de oscura sábana la noche. Es dulce el canto del Nilo (hilo de la trama) poderosa la voz del cause desbocado. Ve usted: soy contradicción: materia imperfecta la grafía que a Nadie signa.

¿Qué quiere usted que yo sea? Así rezan mis pesadillas al dios eterno: Padre, Madre. Hijo: unidad de mí: qué quiere usted que yo sea, qué quiere usted, qué quiere y por qué es mi cerebro un eco de la misma inclinación ???

Pero no se aflija usted, se lo pido, si digo en letra que le he soñado, y esta vez es cierto, pero no a usted, que mi toro tranquilo pace en verde pastizal de benigno insomnio; no se aflija si le digo que yo soy Nadie y usted es Nadie y que Nadie le nombra de vez en verso. No se aflija, porque los nudos de pasión que por el día enredan el velo de mi entraña, mismos deshago al sino de la noche, cuando elevo el mantra de mi sueño, y libero el natural salvaje de sus caballos… Y entonces surge la maravilla, el misterio divino y es indecible espectáculo verles cabalgar hacia su origen.

Nadie soy. Nadie le escribe.

Señora C.

miércoles, 27 de agosto de 2008

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XXXI

Domingo 24, agosto

Queridas magas de la oscura sábana de la noche:

El calor infernal de Álamo es poco frente al humor del día pleno.

El Saltimbanqui Real Erre ha convocado a los escultores A y M para apoyar la faena previa al ritual; llega también, proveniente de las tierras de Tuxpan, el escriba P, quien ha de dar fe de la acción.

La Madre Superiora organiza los enseres para el sacrificio; con suma parsimonia anuda el cordel para tejer la red donde mis pasiones han de ser atrapadas. Mientras, yo rezo mis votos sacrifícales: instruyo en la palabra a un pequeño grupo congregado en la creación.

Una vez concluida la ceremonia previa, es horario del sagrado alimento. Exquisitas viandas nos son concedidas: mondongo y bocalitos; licuado de tamarindo con leche evaporada, a punto de nieve.

Llega la hora marcada para la prueba de fuego para los gobelinos bordados. Las sábanas como mantras al viento. Una especie de murmullo cuando la gente comienza a llegar a la plaza y van acercándose a las tramas. Yo, al centro, en el kiosco.

Queridas: no puedo describir la experiencia. Entre las benditas sábanas he nacido al fin. El pueblo ha leído la palabra y con ellos encarno el encuentro divino de la creación. Son mis entrañas las que penden, vienen y van como un oleaje místico. Es mi sangre la tinta en letra. Son mis oraciones vueltas manto en susurro. En ellas he muerto y he debido llegar al otro lado del mundo para tejer el capullo y al gestar de plenitud mis alas.

Mucho he pensado en ustedes, preciosas joyas de mi alma; porque de pronto ha sido gozo y sonrisa, arrebato y placer la fiesta alrededor; y ha sido de ustedes y en ustedes la noche de la iniciación.

La Madre Superiora ha estado conmigo en todo momento, satisfecha de su labor. Y vamos a brindar un dulce néctar de fraternidad, y en magia envuelta la noche nos sorprende el cansancio de la satisfacción, postradas en cumplimiento de labor.

La esencia del señor B ha pasado por mi lado, mientras mi cuerpo se llenaba de espíritu y mi ánima volvía en sí. Apenas un soplo de quien ha de ser, pues el milagro se ha obrado: he dejado de adorar imágenes falsas. Porque sabed, queridas, sabedlo con dicha y cantadlo al mundo, que esta gloria es amor: he sido plena sin hombre y aún así le he dedicado a uno mi alegría de ser, sin importar que Nadie lo sepa, sin que Nadie lo escuche en susurro de mi voz nocturna, pues es mi placer divino pensarle sin malicia, pensarle en callada bendición por la suya plenitud también y agradecida a Dios por la inspiración que él genera en mí, la cual recibo en humildad.

Brujas de la noche Nix: todo está cumplido.

Plena de mí. Señora C.

lunes, 25 de agosto de 2008

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XXX

Sábado 23, agosto

Queridas todas, hechiceras:

El viaje al Álamo ha complacido mi vista con hermosos pastizales de verde primor. El calor es ciertamente agobiante, y recrudece conforme nos acercamos al pueblo. Por el camino, el Saltimbanqui real Erre nos deleita con finos laúdes de Ojalá pase algo por quien merece amor y quién fuera encantador… Y por he cantado sin resquemores por mi nula voz, al amparo de la complicidad íntima del carruaje y la venia reconfortante de la siempre energía de la Madre Superiora.

Durante el trayecto, entre canto y rezo, el Saltimbanqui Real Erre, hace prefacio a la historia que habrán de narrar las sábanas, por el momento envueltas en taquito y atadas en la parte trasera del carruaje. Que hace poco hubo muertos junto a su cubículo, cuenta, porque allá las diferencias las arregla el filo del machete, el zumbido de la bala. Qué apenas esta semana los apicultores han instalado protesta en petición de apoyo por las abejas que están muriendo; y que la muy honorable presidenta le ha dicho que suspenda el tendedero de sábanas, pues no se sabe si los filos habrán de relucir… Pero el astuto Saltimbanqui ha guardado silencio ante la honorable orden y ha comenzado a establecer migas con los quejosos, les ha hablado de las sábanas y su trascendencia para el pueblo, y ellos han estado contentos con la idea, por lo cual la señora presidenta ha dado la venia, pero bajo la responsabilidad absoluta de mi querido Saltimbanqui.

Cuenta eso, y por un instante, mi mente en blanco… Y enseguida me asusta el hecho de nos sentir ningún miedo al respecto.

El colotero, escultura monumental del emblemático recolector de naranjas nos recibe a la entrada del pueblo. El colotero y el calor de humedad terrible.

Nos hemos instalado en la posada, y ahora, mientras tomo un instante para refrescarme, me doy cuenta de que mi emoción es al fin pura y cristalina: no tengo ninguna expectativa de lo que ha de ser mañana la muestra de bordados gobelinos de la sangre mía, nada imagino. Sólo pienso en que hemos de colocar esta tarde las cuerdas donde mis vísceras han de ser expuestas por vez primera.

El Saltimbanqui Real Erre llama a nuestros aposentos, hemos de ir a ingerir unas viandas a la célebre fonda Martha Alicia, donde hasta la sonora Dinamita ha estado.

Mis brujas de la noche etérea: no dejen de encomendar sacrificio ritual a nuestra patrona Nix, y que por su influencia lunar, retoñe nuestra femenina fortaleza de gótico y rococó.

Las amo. Señora C.

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XXIX

Viernes 22, agosto

Queridas todas, hechiceras:

El silencio mítico que priva en el convento se rompe hoy por el inicio de preparativos para la pronta partida de la Madre Superiora Eme y yo a tierras Veracruzanas, con motivo de una primera muestra de los gobelinos que con primor y sangre hemos estado bordando en estos días de profundo recogimiento… Recogimiento del alma, ciertamente, sólo del alma.

Hemos de irnos mañana a primera hora, en la carroza dispuesta por el Saltimbanqui Real Erre, quien en persona nos escolará hasta el calor de la tierra de los tres mil doscientos soles, la tierra de las naranjas.

La emoción es mucha por esta primera aventura frente al público real… No sé cuál pueda ser la reacción, pues a la teoría se opone siempre el hecho (el lecho de las sábanas).

Encomienden, queridas brujas, sus cantos a nuestra patrona Nix, y que por artilugio de la noche nos engendremos al alba, a nosotras mismas, en renovación perpetua. Las quiero.

Señora C.

viernes, 22 de agosto de 2008

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XXVIII

Jueves 21, agosto

Miss N:

No he sabido mucho de usted, querida amiga; pero en verdad deseo que el emprendimiento por rehacernos desde el vacío vaya recobrando el territorio de la luz. Muchos consejos no estoy en condiciones de ofrecer, pues aunque me encuentro en el intento, no sé en verdad cuál es la vereda correcta.

Pero es verdad que en los últimos días he podido, como nunca, encontrar reposo para mis interminables inquietudes. Siempre ese temblor del alma que no impide echar raíces, por más que digamos lo contrario, sabemos que hemos sido almas en eterna búsqueda, y no sabemos nuca qué hemos de hallar. Siempre en insatisfacción.

Pues hoy me hallo en un remanso donde deshago lo andado, que no es mucho ni poco, pero sí intenso, muy sentido y entregado. Y usted sabe, querida, lo mucho que he debido dejar en prenda por dichas intensiones… Pero ya no hay motivo para añorar nada de aquello, pues lo he vivido ya y es una vida que ahora se termina… Y a cada momento recuerdo sus palabras en aquella sesión mística donde usted ha enunciado con claridad el signo de mi destino; es sólo que también estoy en el trabajo de agotar las palabras y, en efecto, sílaba tras sílaba me quedo vacía de signo y referente. Tengo muchos deseos de terminar con todo, para comenzar de nuevo sin miedo, el gran miedo que aún me sigue los pasos…

En esperanza por recibir noticias suyas.

Señora C.

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XXVII

Miércoles 20, agosto

Apreciada Lady I:

Cultivo de espejos clavos sobre la aridez de mi tierra de Tara. ¿Qué quieres tú que yo sea? Pinta la pregunta al fresco en el viento. Y seguro hay más de un reflejo que ha de responder al llamado del descanso en pecho abierto. Pero acá, resuena la pregunta y los cristales de azogue abren su raja, como blanca y sencilla flor de nube.

Es difícil, querida amiga, no pensarlo, pues bufa mi vibración, oculta en el segundo frágil de un llamado nocturno, intruso demonio del deseo profundo, fugado entre el tamiz de mis sábanas, que de seda no son, y menos aún de porcelana.

Imposible inaugurar ningún rito, ninguna promesa que no hayamos roto ya, en cualquier prehistoria. Por eso no sirven mis palabras para convocarlo. Sólo puedo silenciar el acoso de mi taurino instinto dejando para mí un camino imposible, compuesto con miguitas de pan, de modo que las rapiñas lo devoren y nunca pueda volverme atrás, para no convertirme en sal y que la maldición de mis intensidades nunca más convierta en bruma al hombre por quien se admira mi plenitud.

En instante de complicidad: señora C.

miércoles, 20 de agosto de 2008

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XXVI

Martes 19, agosto

Su Excelentísima Monseñora Su

Es la palabra un signo que nunca termina de expresar la figuración del ánimo. Me resulta arduo, dada la longevidad de mis antiguos asuntos, ponderar cuáles animaciones de la imaginación son dignas de cultivo y cuáles ha menester arrancar, cual mala hierba.

Por imaginarías entiendo ahora el corpus de sensaciones, emociones, sentimientos y pensamientos, y ese “algo”, los cuales van con-formando mi esquema de universo interior. Y es que de pronto, en estos días de observar la entraña de mi psique, me percibo indefensa en el vacío… No es indefensa la palabra que mejor alaba mi nueva circunstancia íntima, no es; se trata más bien de un estado sobre el cual no alcanza la poca luz de mi razonamiento.

Siempre he buscado las intensidades, no por juicio, es simplemente de esta manera como ha sido, sin mi consentimiento, por condición de naturaleza propia. Y ahora me sorprendo con la idea de inventarme los delirios, en deseo por hallar materia prima para estrujar, disectar, añadir postizos y adornos; pues en mi anterior vida ha sido de intensidades que he labrado mis palabras, pero sometida siempre a imágenes externas, cierto es.

Pero en este ejercicio de convocar la vacuidad he vaciado los referentes de casi todos mis conjuros, ya no como algo que se me impone, sino por voluntad. Noto, entonces, que de modo instintivo, mi alma desecha sin conmiseración cualquier brote de pretensión; y no es sencillo, su Excelencia, pues si bien desbrozo el mal de la tristeza, también entiendo que nada puedo cosechar si no siembro y cultivo…

Mi paso es tembleque, mi letra infantil… ¿Cómo he de comenzar de nuevo? ¿Es posible amar con entrega a partir de la nada? ¿Podrán mis palabras encontrar la referencia de la sorpresa?

Duermo entre sábanas incrustadas de otras pasiones, y ya nada es mío. Gesta mi muerte en su capullo de tramas ignoradas, y es reposo tan grato la inconsciencia donde permanezco sin añoranzas ni perspectivas… Pero sé que he de volver al mundo real para llevar a cabo el singo que me corresponde y ya escucho un primer sonido, un parpadeo rítmico, latido del primer instante. No sé si estoy lista para andar mi sino.

Le saludo con reverencia y mi total respeto por su luz en presencia.

Encapullada entre sábanas.

Señora C.

martes, 19 de agosto de 2008

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XXV

Lunes 18, agosto

Respetable señor B:

Dicen los hechiceros del reino que la coincidencia supone coincidir; y que para ello es menester poner en voluntad las fuerzas de lo invisible. Pues bien, en una declaración así no es posible buscar razonamiento: es cuestión de fe la creencia, y nunca es mi afán convencer por fuerza a nadie, mucho menos a usted.

Sin embargo, me resulta pleno el azar de hallarme justo al centro de mi manda por las cincuenta epístolas a través de las cuales he de purgar mi ánimo de la terrible enfermedad que ha tiempo me trajo a puerto; y en prenda de recuerdo pongo a usted la cita de la misiva primera que a favor de sus amistad he puesto a su entendimiento el destinatario.

En algunos de sus breves comunicados, que mucho aprecia mi ánima la dedicatoria suya, he observado, no sin algún desconcierto, que mis palabras a veces resuenan en extrañamiento para usted, pero he de asegurar que ningún motivo de mi parte hay para urdir pensamiento contrario al respeto que mi humilde condición profesa por su fina dignidad. Muy por el contrario, acepte usted la reiteración de mi reconocimiento y mi admiración por la entrega con que usted acuña en oficio el mandato de las musas, y ruego porque ellas siempre le guarden en plena virtud.

Es pues la coincidencia de mi centro epistolar feliz, pues sirve la cábala para poner en su conocimiento que pronto está por llegar al reino de Oz un emisario, quien lleva consigo el encargo que nuestra labor conjunta ha tenido en bien ofrecerme.

Siéntase usted, querido señor B, en derecho de revisar y comentar a placer de su genio el escrito encomendado; pues no he sabido dar satisfacción absoluta al comprometido sentir con que me imbuye su persona, y ciertamente la del honorable pintor real E, sobre cuya obra hemos acuñado el linimento para aportar ingrediente al potaje exótico que habremos de cometer.

Aguardo por su venia haciendo equilibrio sobre esta esdrújula.

Con aprecio: señora C.

lunes, 18 de agosto de 2008

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XXIV

Domingo 17, agosto

Estimada Duquesa D

Poco he sabido de usted, amiga mía, y mi ser extraña la fortaleza de sus palabras y su presencia siempre edificante.

Le escribo porque he recibido varios telegramas provenientes de altamar, se trata del joven Capitán X, quien pretende, con idea de encontrarme, dirigir su buque a puerto; hecho que consterna mi ánimo, querida, pues no encuentro en mi haber algún signo que me permita descifrar el porqué de la pasión que este hombre dice profesar para mi simple persona.

Ay, Duquesa, es que usted sabe que mucho se ha fatigado mi alma y mi carne de amoríos improvisados, los que duran un instante y luego nada de ellos da pauta para que permanezcan en el espíritu; cansancio por aquellos que no dejan ni un pequeño extrañamiento, ni un pensamiento por dedicar.

Muchas veces he creído, dadas las historias sin trama ni protagonista en las cuales me he visto involucrada en los meses pasados, desde que he recibido aquella maldición dictada por el Caballero Negro, que mi sino es la soledad. No sin tristeza y muchas horas de congoja, he sabido aceptar el requerimiento del tiempo por permanecer anónima para el amor, aceptar y aguardar sin más reproches ni exigencias, pues tal no es el camino dictado por la sabiduría.

Y usted sabe, amiga, que en días anteriores he conocido a un distinguido señor que en mucho llama la atención de mi ser más profundo; sin embargo, no puede, por ahora, ser prenda mi corazón de tan preciada imagen, pues no deja de ser ilusión sin sustento, y no me corresponde, ni a nadie, inventar figuraciones donde no hay seña segura de recíproco interés, el cual no me es dado averiguar, por prudencia y respeto para con él y para mí.

Dada la enfermedad que me ha traído a refugiarme al Convento de las Purísimas Hermanas del Silencio, es deber, impuesto por propiedad, la salvaguarda de mi paciencia, querida; sin embargo, el joven Capitán X ha venido a poner la nota dispar a este momento de meditación profunda: son tan cálidas sus palabras, tan arriesgada la osadía por dislocar distancias y venir a mi encuentro, que no he podido sustraerme a la curiosidad.

¿Es que en verdad arribará su buque a puerto? ¿Será la pasión sólo un atractivo del misterio? Y, en todo caso: ¿cuál es el mensaje que el destino me trae con la presencia de este joven?

¿Cuál es su opinión, estimada Duquesa? ¿Cómo he de leer la afrenta donde la vida me coloca?

Postrada en signo de interrogación:
Señora C.

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XXIII

Sábado 16, agosto

Capitán X, Buque de la Armada Real

Estimado Capitán; he recibido sus múltiples telegramas, y he de confesar que la pasión de sus palabras me sonroja. No sé bien quién es usted ni qué pretende, ni siquiera tengo la certeza de que su buque arribe a puerto; si tan sólo nos hemos visto una vez, por unos pocos minutos, hace tiempo ya.

Usted no me conoce tampoco, ello es bien cierto, aunque usted hable de la felicidad de las coincidencias y el vértigo de aquello que surge como una flama y nos llena cuerpo y mente, un día tras otro… Puedo decirle que también soy ser de intensidades, que busco como animal hambriento los pretextos para sentir la fuerza del instinto correr entre mis sueños; pero quizá la naturaleza de nuestras pretensiones sea en mucho distinta.

Hay sentimientos encontrados en mí, estimado Capitán, pues es mucha la distancia que separa nuestros arrojos. Y no hablamos sólo de los kilómetros que median entre nos. Usted bien sabe que no es sólo eso.

Es verdad, Capitán, que el alma romántica espera siempre que el amor surja en gran algarabía de pasiones; que uno sueña con el amor que desata los miedos y nos imbuye de valor para arrojarnos sin más meditación que la fuerza que atrae hacia los brazos del amado… Pero yo no sé si ahora soy capaz de un acto divino como ese…

Un poco le he dicho de las razones por las cuales me hallo en el puerto: vaciar mi alma de anhelos vacuos, aprender que puedo vivir también en otra frecuencia, menos intensa, quizá, pero más estable y duradera, aprender que mi soledad no es castigo sino bendición creativa.

Tanto lo he dicho: el que ha de ser, ya es. Y ahora, frente a la posible llegada de su barco a este puerto oscurecido, no alcanzo a reconocer signo alguno que me permita prever nuestras consecuencias.

Es usted tan joven, querido Capitán, y sé que en buena medida se debe a ello su temeridad al proponer este encuentro, en una tierra que a ninguno pertenece, puerto neutral para anclar la fantasía. Si yo fuera otra, y usted otro, pienso; pero de inmediato me doy cuenta de que no, que no podría ser sino de este modo, y justo ahora, y aquí.

No puedo hacerme ensoñaciones, Capitán; discúlpeme. Y no por usted en lo preciso, es que en este momento guardo en castidad el alma y no puedo pretender por nadie. Sin embargo, sí puedo asegurarle que en verdad deseo conocerle, pues su disposición me llena de alegría, son su halagos un bello regalo de humead en medio de la sequía del desierto que soy.

Le espero, pues, estimado Capitán X, con el corazón en blanco, sin otra expectativa que la posibilidad de mirarle de frente y conversar.

Que los vientos marinos sean favorables para traerle en bien a puerto.

Con estima: señora C.

domingo, 17 de agosto de 2008

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XXII

Viernes 15, agosto

Añorada Infanta U

Con placer indecible he recibido vuestra carta, la cual he leído con meditación por la profundidad de sus expresiones.

En efecto, el alma recibe sus impresiones del entorno, pero es, sobre todo, el dialecto interno quien dicta la sentencia respecto de lo que ha de ser juzgado en bien o en mal. Y es bien cierto que arduo, y en mayoría infructífero, es desear a capricho controlar los fenómenos de la naturaleza y aun aquellos que atañen al artificio del ser humano. No es dado a una mortal simple e ignorante, como yo, augurar la certeza, y no debiera, pues, ser de mi congoja el acontecimiento ni su resultado; apenas me es dado, con mucho esfuerzo de concentración, vivir en plenitud la experiencia del instante, guardar las energías de luminosidad blanca para atravesar la noche oscura de mis delirios.

En mucho aprecio vuestros consejos respecto de la moderación en el beber y el comer, y en otros excesos que el cuerpo débil ha merced requerir, pues sabemos que en mucho afecta nuestra psique aquello que ingerimos, pero también aquello que pensamos…

Extraño muchísimo la hora del té en vuestros jardines de flores y animales exóticos, la hora de la encomienda catártica donde es posible recrear el pasado para darle una forma y una explicación, pues por más que nuestras elucubraciones resulten fantásticas en ocasiones, son siempre punto de enlace, ritual con el cual hacer amanecer de nuevo en bienestar de acompañamiento.

Estos días en el Convento de las Purísimas Hermanas del Silencio han sido de gran provecho, querida Infanta; mi alma se fortalece y prepara para reanudar el cotidiano, y guardo esperanzas de hacer perdurar mi equilibrio entre los temblores que siempre aguardan tras la vuelta de cualquier instante. Es ahora todo lo que pido: guardar mi compostura, pues no me es posible exigir nada a nadie, pues no me es posible juzgar de los otros sus emociones.

Bien entiendo vuestra congoja por la precaria economía que priva las arcas reales, en mí circunda también un temor gemelo al vuestro. He de volver a nuestra entrañable tierra de Oz con los bolsillos vacíos y sin perspectiva cierta de mantener el oficio; mucho hemos hablado de que no es privativa nuestra tal situación, querida, y que ella afecta en cantidad las relaciones entre las personas… Hay miedo en el mundo, dulce Infanta, un miedo terrible que es de todos la posesión en común; pero, por ello, hemos de saber navegar en tempestad, con el timón de la fe bien asido, es tal nuestra labor.

No sé ahora cómo consolar vuestra incertidumbre, pero en algo ha de ayudar saber que resta aún fuerza en nuestros cuerpos para desbrozar de nuevo la tierra y echar simiente. Algo hemos de cosechar bajo la benevolencia de nuestro ímpetu de mujer, querida; es todo cuanto nos queda... Y, seamos honestas: ¿No es nuestro espíritu de animal salvaje quien nos pone en tal situación? ¿No es cierto que mucho hemos desdeñado la jaula y la prisión de las formas comunes?

Con mucho amor para usted

Señora C.

viernes, 15 de agosto de 2008

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XXI

Jueves 14, agosto

Capullos tejidos con primor y tantas las ganas mías por desahuciar a las sombras, viene la tarde y es cama en silencio; no lloro, hace tiempo que no, como tampoco repinto la carcajada, pues soy animal de escenarios y es requerido el público para confirmar el artificio de la tristeza, la farándula del gozo: por hoy: sonrisa leve pero íntegra. Así va la sensatez marcando el segundero.

Quedan rastros de ansiedad; los domino en malabar de circo y algo se echan para atrás; es la noche y la sábana ninguna historia me cuenta en arrullo. Descanso en paz. Hay tibieza en mi acto, bien cierto es, pero así he de aprender a domesticar mis premuras: no hay más muertos por quienes evocar lamentos. Mejor así, pues es de vacío el trabajo que emprendo (si alguna vez he de mirarle será sin espejos, querido señor).

Casi estaba por nombrar, pero no es posible, me retracto: es paciencia de gota la que orada la roca para crear piezas de maravilla.

Ya es lo que había de ser.

Entre la estampida de sus caballos salvajes.

Señora C.

jueves, 14 de agosto de 2008

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XX

Miércoles 13, agosto

Queridas Madame K y Lady I

Con placer extremo he leído las palabras que vuestras mercedes han tenido en bien dedicarme, en mucho agradezco y son pocas las lisonjas que pueda yo decir para expresar mi orgullo y amor por vosotras.

En verdad tenéis vuestra pluma atascada de razón: he de continuar re-signándome, pues no hay motivo en el dicho de tan preciado caballero con quien sueño para provocar profundas ni superficiales conmociones en mi sangre.

Y bien, pues no es por él en sí el tiempo en que medito mis ficciones, sino el bello vacío por quien hemos de suspirar, aspirar, expirar e inspirar, mientras aguardamos de la paciencia su arribo, teje y desteja la orilla del mar, la mirada ciertamente perdida en lontananza, el corazón en profunda oración gramatical por “quien merece amor”.

Lo ha dicho con claridad la apreciada Duquesa D: todas queremos al señor B… B de Bueno, EL bueno, y ojalá también ESTÉ bien bueno, vive Dios que así sea…

Sea, pues, altezas mías, la convocatoria por el hombre que ha de compartir el trago de oscuro insomnio y la construcción de la fe por el tiempo de la luz… Los sueños más húmedos, queridas, no son los de cama, vosotras bien lo sabéis.

Yo, por mi parte, y por mis demás órganos también, y en este hábito de fin del mundo, no he de interrogarme en demasía por el devenir, pues no es mucha mi suerte y poco es lo que encuentro en mi ánimo, a no ser unas cuantas palabrillas mal remedadas de magníficas señoras “que sí leen y escriben”, y vosotras sabéis cuán torpe es mi gesto y torpe mi actuar y torpe mi paso de errante…

Ha este respecto, ha dicho el Príncipe de Q, alteza de la razón, que no he de mirar más a los ojos de un supuesto buen mozo que en algún futuro vulnere el latido de mis entrañas, sino que es merced proceder a observarle los pies para ver si en ellos hay ansia de camino, y que es este bailarín de las sendas (sedas) quien, tal vez y sólo quizá, se oriente a caminar cercano su paso al trote de este toro vagabundo.

Por hoy no hay sueño ni señor soñado.

Con mucho amor: señora C.

miércoles, 13 de agosto de 2008

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XIX

Martes 12, agosto

Apreciada Madame K:

Ya no es posible sustraerme a las alucinaciones que yo había creído dominadas. He escrito a Lady I narrándole mis sospechas y ella ha tenido a bien enviarme el ritual correspondiente, el cual he comenzado a seguir con lujo de apego, pero los delirios continúan, y con mayor saña, pues he tenido un sueño espantoso, querida, y es necesario que lo cuente a fin de soltarlo y que sus ecos oníricos se expandan al cosmos, viajen muy lejos y vuelvan transformados en serenidad…

Y es así que mi piel es arena y el hombre al que no puedo nombrar aparece, sumergido en reflejo de luna sobre el cristal del agua. Se levanta una ola henchida sobre el mar y es su cuerpo al arrojarse sobre la arena de mi vientre. Las orlas de sus piernas lamen su enredo entre las mías. La onda suave de sus dedos arrastra una estela húmeda por mi cuello, ancla su bandera en mis pezones, limita el orificio de mi ombligo y es espuma salina cuando al fin rompe su oleaje al centro de mi estirpe quejido de viento. Por un instante, su lengua es marejada y susurra gritos de naufragio al frágil esquife de mi espalda; azotan sus tempestades de caracol el arrecife de mis vértebras, arenas revueltas, mi voz estirpe de entrega… Y yo trato de volver a la orilla pero es tarde, es noche cerrada y la tormenta arrecia, se lleva su aliento los recuerdos de las sombras, arrastra y destruye la voluntad de mis ausencias. Se levanta una ola henchida sobre el mar y es su cuerpo al arrojarse sobre la arena de mi vientre. Soy nácar y roca pulverizada, partículas prehistóricas rugiendo entre el remolino de una ola y otra ola y una más al romper su canto de furia entre los pliegues de mi caracola abierta. Penetra la alta mar lumínica por la oscuridad de los abismos inexplorados. Es destello y ceguera. Miles de pececillos en arrojo por la entraña y hemos engendrado el reino de los monstruos marinos, somos mito a la orilla del amanecer en calma, arena revuelta, maderos fragmentados de un barco encallado… Callado el nombre de quien sueño reflejo de luna sobre el cristal del agua…

Querida: ayúdeme, os lo suplico.

Con mi mano en compañía: señora C.

lunes, 11 de agosto de 2008

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XVIII

Lunes 11, agosto

Siempre cristalina y amada Lady I

Con la presente me encuentro sobre la tercera parte de mi crónica de muerte y resurrección. Mi corazón, mi Lady se encuentra pleno del instante, y aunque desconozco por cuánto tiempo podré sostener-me, el gozo de mi ánimo es profundo, pues me es dado tocar ahora la orla de la luz, y tal favor divino es más de lo que añoraba mi alma enferma.

Sin embargo, querida, a mis manos ha llegado un telegrama proveniente de altamar: y son ciertos los rumores aquellos, ahora lo tengo confirmado: se aproxima a puerto un barco y, con él, un marino. Un hombre que viene de muy lejos con el único propósito de reclamar mis pasiones.

Yo no lo conozco, querida; le he visto sólo una ocasión, tiempo ha, cuando me encontraba yo, entonces, por embarcar con rumbo a los dominios de la Condesa de la Condesa. El caballero en cuestión me ha dirigido, entonces, unas pocas palabras alabando mi presencia. Mi pudor, querida, usted sabe, me ha hecho dar parca respuesta y sólo le he dicho, entonces, mi nombre, y acaso he referido mi oficio. Pero él ha averiguado mis pormenores y por un tiempo recibí sus telegramas apasionados, a cuyas palabras no di importancia, pues está muy lejos, me dije, y apenas ha podido verme unos minutos, no ha de recordar en verdad mi faz, pensé… Y hace tanto que he dejado de recibir halagos tan insistentes de un caballero, y cuando además me resignado ya a que a ningún hombre le valga yo cruzar el tiempo para conocerme, he creído que el arrebato del marino se trataba sólo de un entretenimiento para pasar el tedio de las horas marinas…

Pero ahora me escribe con fervor renovado: que ha debido desviar su nave hacia el Norte, dice, y que al fin ha llegado a la isla donde había de resguardar el tesoro de sus batallas y que, una vez entregada su diligencia, ha puesto ya su embarcación en rumbo y tienden sus velas hacia el viento que baja al Golfo, donde estoy yo. Que no tome yo otro hombre, me suplica, que le espere atenta, me dice…

Enmudezco ante la sola perspectiva, pues si bien mi corazón renace, es apenas una cimiente sin germinar, pequeñísima y frágil semilla. No estoy lista, mi Lady, para la afrenta de la decisión y mi razonamiento se ha enfrascado en preguntarme por qué, por qué no es profundo el regocijo por quien me llena de lisonjas y promesas de arribo…

Y estoy llegando a una conclusión terrible, mi Lady, pues hace cosquillas a mi pensamiento el rizo de otro caballero; alguien, querida mía, a quien no me es dado siquiera nombrar, pues ninguna seña tengo yo de él, pues no ha dado él motivo para que yo le piense si no es como un querido amigo, y si, además, un sabio razonamiento me dice que es imposible que yo formule deseo alguno, que no tengo permiso para ello, pues, querida, él es señor rodeado de bellas y finas jóvenes cortesanas, él es señor de exquisitos modos y yo, querida, soy mujer en pecado, soy mujer vulgar, mujer del vulgo y sin fortuna para ofrecer en dote a nadie…

No puedo, usted sabe bien, pensarle siquiera, y aún más porque él ha sido delicado en su proceder, quizá porque en la torpeza de mis gestos él haya supuesto de mí un gusto, y ha tenido a bien no responder a la carta de despedida que le he hecho llegar antes de venir a mi retiro; y en virtud de tan noble y en mucho cortés silencio de parte de este distinguido caballero, no puedo yo manchar la distancia, mi Lady, usted sabe que no puedo cometer una arrebato como ése…

Diga usted, sabia mía; haga favor de enviarme una oración, un brebaje, algún conjuro para alejar de mí el pecaminoso pensamiento…

Descalza por la arena, su atenta servidora:

Señora C.

domingo, 10 de agosto de 2008

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XVII

Domingo 10, agosto

Monseñora Su

Su Excelencia dispense mi palabra egoísta, mas el impuso de mi sangre me llama a la esta segunda confesión sin velos: anoche se me ha aparecido el mismísimo Virgilio, Monseñora. Y es verdad que me ha llevado más profundo que en el sueño anterior, más abajo en la profundidad del abismo: no al fondo del mar sino debajo del mar.

Se me ha presentado Virgilio encarnado en un bellísimo efebo, con la comisión, me ha dicho, de mostrarme un reino aún más oscuro que aquel donde mis sueños me han conducido por intermediación de las sombras de Sor U y el padre Santos.

Monseñora: he entrado al laberinto, ya no hay vuelta; he llegado, anoche, al centro de la ficción más prístina; me ha sido dada esta gracia divina.

Primero, me ha llevado a las alturas y me ha hecho examen Virgilio; el moreno efebo me ha preguntado sobre mis pasiones favoritas y yo, Su Santidad, no he podido responder; no he sabido decir mis autores predilectos, no he podido nombrar una sola canción querida, una película admirada, un actor, una pintura, un poeta… Ha quedado muda mi alma frente a la inquisición por algún hombre amado… Ya he concluido y sé que mi alma está vacía, que nunca he aprendido ninguna disciplina: no soy una artista, Monseñora, no lo soy… Y he de comenzar por abrir un primer libro y aprender mis primeras letras, si cuando re-encarne en verdad deseo ser llamada a escena, he de comenzar a aprender ahora el signo de la humildad, pues sólo con la tinta de mi sangre disciplinada podré escribir al fin, por vez primera, un primerizo y único pero verdadero relato.

Y al darse cuenta el Virgilio efebo que soy Nadie y que Nada sé, me ha tomado de la mano y me ha hecho descender la escala hacia la plenitud de la muerte. No es nada lo que has visto, me ha dicho, sólo destellos de ilusión; pero ahora, de dicta, te voy a dar el don de la vista para que puedas ver el mundo real.

De la noche, me dice mientras me conduce por las calles de Tampico, se abren las fauces de la tierra y de las cloacas salimos nosotros: las quimeras, los bicéfalos monstruos, las serpientes y los murciélagos, de la noche emergemos los que somos hijos de la vida, me dice Iván.

El Richie, Monseñora, es un club: siempre los mismos comensales. Huele a orines y sudor, huele a humedad rancia y a cerveza. Las oriundas de Lesbos no mienten su naturaleza: se besan con amor junto a la rockola, y en ella canta Cher, luego Madona a dúo con Alejandro Fernández, enseguida Chayan, le hace coro la Sonora Dinamita, le hace segunda la voz de la Dalessio y nunca para de cantar el bullicio. Al ladito de ellas que se besan, baila un chico de cintura breve, le toca el hombro al panzón de negro, más macho que los machos y por eso es calado. Les sigue un hombre maduro, camisa blanca abierta al pecho, piel correosa, acento de faz más bien disonante; una chica de talla ajustada entra y el maduro disonante la abraza por la cintura, le acaricia las caderas y ella enciende un cigarro, su gesto de ella es molestia, pero él le habla le habla y la acaricia y ella al fin vuelve a la calle; el padrote se queda a conversar con las dos putas, entradas en carnes y en tiempo, que ríen mucho a su lado, pero no están trabajando: es hora del coctel de viernes por la noche y por eso ahora llegan las chicas de la oficina, trajecito sastre y medias en tacones altos. Alguien dormita en su banquillo, y nadie lo molesta, por el contrario: sigue encendido el tono del rumor para que descanse su arrullo al cobijo de lo ordinario. A diez pesos las cervezas, Monseñora: ¡A diez pesos! Cobra la matrona, grande y muy concisa, cada ronda, en son de paz, vive Dios: para que nunca haya desacuerdo en las cuentas claras y el aroma a cada segundo más espeso, conforme vamos llegando los que faltaban: Ahí viene ahora sí la fiesta, me dice Virgilio, y entra la Pita muy ufana en verdad: los brazos en alto, la peluca rubia, el trajecito negro de falda mínima, pegadita la ropa a su cuerpo regordete y sensual, entra la Pita con algarabía y todos nos volvemos para admirarle el donaire: ella hace el rol, sube la escalinata y ahí viene de vuelta, bajando como la gran diva que es, levanta la pierna, se contorsiona para mostrar los senos, agradece al respetable y se va para el rincón a saludar a las de Lesbos y al rato es la que más baila con los hombres del local. Al que no han dejado pasar es al muchacho de cabellos ensortijados: por puto, le rechiflan, y tiene que retirarse con su séquito a rastras. A cada rato pasan los que mercaderes: chicharrones con salsa, pan de pulque, un pay de queso para el postre, chicles, cigarros, rosas para las señoras… Y al fin llega un trol muy serio y me ofrece el amuleto: llévate el San Judas… O mejor a la Santísima, me dice, y me pone en la mano el llavero de la Santa Muerte… Yo vine a encontrarme con la muerte, le digo a Virgilio; y el mercader me la deja a quince. Yo vine a buscar la muerte, le digo a Virgilio, y él asiente sin hablar.

Es la una de la mañana. En el Richie levantan las sillas y prenden la luz. Nos tapamos la cara y los ojos, pues somos seres de la noche. Me derrito con la luz, digo en broma, pero en las mesas de al lado sueltan la sonrisa y afirman con gozo mi comentario. Salimos en desbandada, como aves nocturnas en busca de sangre. Y por ello se confirma la leyenda inscripta en el baño de damas, tatuada la madera como el enigma sobre la entrada del laberinto: “Mucha jota presumida, pero el ambiente está chido”.

Ahora por acá, me conduce Virgilio más abajo.

Sobre el Tropicana caemos la rapiña voraz. Los mismos de antes, y muchos nuevos. Virgilio le gana la mesa a las dos magníficas muñecas que se han distraído a la llegada de un grupito de gringos sonsos: qué after ni qué spring breaker, sentencia Virgilio, y sí, la promesa se cumple: los gringos se toman un tequila y la foto del recuerdo, rapidito el acto, y salen despavoridos sin atreverse a nada más… Luego, es vorágine la madrugada: enanos y panzones con vestido de lentejuela, mujeres que ofrecen cuerpo, parejitas de heteros haciendo la fiesta, entra una reina de la primavera con corona y todo, se la disputan las demás travestis; por allá una princesa de largo azul y acá muy cerca una mujer por los cincuenta, bajita y de cabello corto que trata de enfocar en mí su borroso deseo desde el balanceo de su borrachera (me abrazo a Virgilio, por supuesto); en la tarima baila una mujer aun paso de envejecer, más ebria no puede estar, danza con los brazos al aire, la mirada entrecerrada en un ensueño de cabaret; luego baja e intenta robar mi cerveza, pero Virgilio la detiene; yo, de todas formas se la doy porque me veo en sus ropas de adolescente, en su delirio de lo que nunca fue, y es profunda mi tristeza al imaginarla por la mañana en casa, solitario su recuerdo, tal vez los hijos en maltrato de frustración sin nombre, hace tanto embarcado el marino que no ha de volver; hace falta sólo un azar para haber sido ella… Pero se escucha el altavoz y todos regresamos al estrado: Tony y su show. La pasarela encarna y es casi una visión, pues son en verdad unas señoras las que bailan en play back: Mónica Naranjo y Edith Marquez son muy cantadas pero apenas aplaudidas; en cambio es la locura cuando la doble auténtica de Paquita nos dice inútiles a todos; pero es delirio cuando Tony aparece y yo veo una señora auténtica, más Lupita que la Dalessio. Con ella concluye el espectáculo.

Aquí, me dice Virgilio, los hombres quieren ser mujeres; y las mujeres, hombres. Aquí cada quien es como es, lo que quiere ser. Aquí no hay poses, me dice: aquí somos.

Y, entonces, comprendo por qué Virgilio me ha traído.

Aquí, los hombres quieren ser mujeres, las mujeres quieren ser hombres y yo quiero ser yo… Quiero ser yo. Quiero ser yo. Quiero ser… Virgilio me regresa al convento cuando la aurora está a un instante de reventar.

Monseñora, cuál ha de ser mi penitencia. Yo quiero ser yo. He visto la luz en esa oscuridad. Yo quiero ser yo. La muerte me ha seguido los pasos por esta noche de infiernos profundos. Yo quiero ser yo… Y para ello, Monseñora, perdóneme la paradoja, he de disfrazarme de mí misma, por una vez aunque sea: va mi resto: para sentir-me, para encontrar-me. He de abrir mi corazón al cielo y aprender con fervor el signo de mi soledad, que solitario es el oficio de escribir… y si, cuando re-encarne, en verdad la misión mía es ser llamada a escena, he de comenzar a aprender ahora, con fe y sin exigencia ninguna, pues sólo con la tinta de mi sangre podré disciplinar mi destino, y escribir, al fin como al inicio, por vez primera y por vez última, un primerizo y único pero verdadero relato…


Con el corazón pleno de vacío, desde la noche canicular del puerto de Tampico, su atenta servidora, de usted y de mi gente toda, a quienes amo, suya de verdad:

Carla Patricia Quintanar

PD: ¡¡¡Quiero unas fotos vestida de travesti!!! Y ya me hice mi chaqueta artística para el próximo año… Ileana: vamos a travestirnos con el Pirata Cojo de Sabina: ya te he contado ese sueño… Y sigo tejiendo mi mortaja de sábanas: gracias, gracias en reverencia a mis amigos y a mi familia querida!!!!

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XVI

Sábado 9, agosto

Condesa de la Condesa

Esperaba que mi alma llegara a un buen puerto de serenidad para poder dedicarle palabras más coherentes que aquellas impresas en el escrito que le envié en ocasión anterior y para el cual, comprendo los motivos, no he recibido comentario suyo. Sé que recuperar la amistad ha sido un esfuerzo de voluntad de parte de las dos, pues reconozco, como le he dicho entonces, que vengo arrastrando mis huesos por un periodo de tremenda desolación y sinsentido.

Casi dos años he dejado de escribir, querida Condesa, y es ya un año y medio el tiempo en que me he hallado sumergida en la confusión, en el letargo de un vacío asfixiante donde nada podía dar sustancia a mi espíritu marchito. He estado habitando entre los muertos, querida; y es un reino al que no invitaría ni a mis más ensañados enemigos.

Entiendo bien, si me pongo de su lado, el enfado que le he causado en mi más reciente visita a su Condado. Sin embargo, amada Condesa, he debido pasar por ese trance que en mucho ha contribuido a que ahora yo me encuentre en este viaje donde en verdad intento, con mis últimas fuerzas, recuperar-me. Ha sido necesario aquel encuentro con el místico Xamán para deshacer la maldición que el Caballero Negro arrojó sobre mí al marcharse: Eso que tú quieres nadie te lo va dar, dijo… He debido romper este terrible mal-decir sobre mi persona, porque usted puede dar constancia de cuánto ha sido la pasión que en otra vida profesé por tan oscuro caballero, a quien los dioses tengan en gloria, a él y a su nueva amada, con quien sé por terceros que ha contraído nupcias, y en bien sean dichos esponsales para él y su doncella, lo digo con mi alma llena de verdad.

Sé que puede sonar estúpido y ser hecho incomprensible para usted lo que le digo, pero apelo a nuestros años de aventuras para solicitar benevolencia para esta mujer perdida: sé que el amor nuestro sobrepasará lo comprensible para alojarnos de nuevo en la aceptación de quienes somos: para amarnos a pesar y precisamente por lo que no entendemos la una en la otra.

Ha sido requerido por el itinerario de mi viaje en este mundo aquel encuentro con el místico Druida, querida Condesa: al desmitificarlo y mirarlo en carne propia, he podido desencarnarme de todo mi pasado. Ese momento ha sido punto de partida hacia este puerto donde ahora estoy terminando de morir. Lamento haberla herido. Lamento no haber sabido explicar lo que sigue sin tener explicación.

Esperaba contar ahora una historia más coherente, sin embargo no me es posible, amada Condesa… Eso que tú quieres nadie te lo va dar, lanzó su maldición sobre mí el Caballero Negro, y por cuanto lo amé, usted sabe cuánto, pudo su conjuro hacer el daño… Sin embargo, al fin lo he comprendido y por eso estoy aquí, buscando a Nadie, pues Nadie me espera en casa, Nadie ha de arribar a mi puerto, a Nadie sueño desnuda el alma, por Nadie dibujo mi grafía en el mar…. Nadie ha de venir por el rumbo de la niebla, por el mismo instante donde Scarlett ha perdido al mítico Rhett Butler, por ese mismo nicho del momento ha de llegar Nadie, a encontrarse conmigo, que Nadie he de ser igual, pues sólo así podré mirarle y escucharle sin espejos, sin escenografías y sin mitos recalentados. A Nadie amo, por Nadie aguardo junto al mar, tejiendo y destejiendo la trama de la sábana de oficio donde hemos de abrigar nuestra carne mortal.

He querido, añorada Condesa, escribirle cuando estuviera mi alma en tierra firme, cuando pudieran ser mis palabras cierta coherencia… Pero no me es posible: no termino aún de enloquecer, y antes de volver a la vida, lo sé bien, he de terminar mi recorrido por los círculos del infierno, pues mucho he pecado de tristeza y son estas epístolas la penitencia por la cual he de re-signarme.

Pero usted debe saber, Condesa, que la hermosura de su fuerza es uno de los misterios de este rosario que soy; usted debe estar cierta de mi amor y mi respeto por su empeño, por su energía sin límites, por su visión prístina y su dedicación de mujer, incólume su femenino en un mundo que fue concebido para los machos. Le admiro, y es egoísta mi admiración, pues de ella sostengo eslabón para el ancla con que al fin he de atar mi barca para descansar en paz mi ánimo aterido y tan lleno de miedos.

A su Condado he de volver, querida, para abrazarle y reinventar el tiempo que le debo, si usted así me lo permite, y lanzar juntas el grito de las amazonas: FIESTAAAAAAAA…

Desde la cima del acantilado por donde he de arrojar a mis muertos al mar.

Señora C.

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XV

Viernes 8, agosto

Monseñora Su

Sólo a usted es posible dirigirme: terrible es la aflicción de mi pensamiento y he de confesarme ante quien detenta luz y equilibrio.

Al fin mi instinto ha ganado sobre la razón: anoche he bajado al centro del inframundo. No sé si lo he vivido en la realidad de la vigilia, si se ha tratado de un espejismo del sueño, o si acaso fue una mezcla mortífera de ambos estados. Es intrascendente, en todo caso, la naturaleza de lo que he visto, pues en mi mente destellan nítidas las imágenes reveladas.

La primera impresión es la encontrarme en una cama, rodeada de tiernísimos muñecos de peluche; abro los ojos por no entender dónde me encuentro y apenas alcanzo a distinguir, en la oscuridad, figuras de animalitos colgantes, movidos en su marcha de círculo por el viento cálido que penetra la ventana entreabierta.

Decido levantarme, porque no reconozco, porque no me doy cuenta siquiera de poseer un cuerpo, trato de levantarme porque no sé de dónde he venido ni quién soy, trato de levantarme, y no puedo: me rodean paredes cóncavas y estoy sumergida en un líquido, una pecera de carne me acoge, y es silencio y es oscuridad.

Y entonces, una luz. Un pequeño punto de luz.

Y el líquido se fuga por el hueco luminoso. La fuerza de la fuga me jala y no hay modo de resistir, el remolino me arrastra y caigo dentro del resplandor más profundo.

Ciega de luz, camino a tientas por un pasillo estrecho, así lo presiento, estrecho y luminoso. A lo lejos, dos figuras aguardan. Voy hacia ellas; no por convicción, voy porque son oscuridades con forma en medio del infinito destello; voy hacia la noche de las dos siluetas porque ellas son el único referente al centro del manto lumínico sin fin.

Al fondo del pasillo encuentro a Sor U y al padre Santos. Aguardan por mí junto a una reja escoltada por hombres morenos y enormes; la reja se abre cuando yo me acerco y entramos en un vestíbulo adornado con fuentes.

Cien monedas cada uno. Cien monedas pagamos y el más enorme de los guardianes, un gigante moreno, es quien nos escolta entre las fuentes hasta la puerta principal. Él abre y nos indica entrada franca. La puerta se cierra tras nuestro paso.

Adentro encontramos un pasillo ancho, dispuesto con sillones y mesitas; hombres y mujeres, delgadísimos y pálidos, ocupan los asientos. Con elegancia excesiva, de finísimas copas cristalinas, beben un líquido rosa, pálido y delgado como ellos. No hablan, se miran a los ojos con profundidad, hipnotizados en sus miradas tiernísimas, miradas pálidas y delgadas, como ellos.

A un costado del pasillo, una barra de ébano labrado; una sola pieza larguísima, de ébano el más negro, en cuya talla es posible distinguir la escena del paraíso: el manzano al centro; la serpiente es una parra de rizos rococó, sus tallos recorren el paisaje, de sus hojas brotan los seres de la creación… Adán y Eva no están por ningún lado: han sido expulsados ya. Tras la barra, una matrona de cabellos cortos, corpulenta, mirada maciza y oscura como la madera donde apoya los codos, atenta a los deseos de los comensales.

Tras la matrona acodada en el paraíso de ébano, la vitrina donde reposan los utensilios del deseo: morteros de porcelana y piedra, frascos de hierbas secas y ramas aromáticas, pomos de cristal con partes animales e insectos conservados en éter, libros de antiguas recetas, botellas de licores, ácidos, vinagres y aceites, cuencas colmadas con piedras preciosas, bolsitas de polvos y cristales, pastillas de colores, parches preparados, gasas y vendas, jaulas con avecillas, batracios y pequeños reptiles vivos, amuletos y huesos colgando… Por supuesto, un espejo resguarda el fondo de la vitrina, duplica en su reflejo la abundancia de sus formas y magias... Tras el espejo, sólo detrás, entre el cristal, las salamandras de azogue desperezan su paso lento entre los ajuares del deseo.

Al centro de la vitrina, el altar. Decenas de veladoras iluminan las imágenes: un arlequín multicolor, maquillaje exótico, cascabeles; y el sagrado corazón en actitud de bendición.

La matrona me sonríe al ofrecerme una copa vacía e indicarme con su mano rechoncha la cortina de terciopelo y tul que cubre la boca del fondo del pasillo.

El velo se descubre y al correr del lienzo aparece una sala amplísima y en ella la música estridente, el estrobo epiléptico, los rayos láser en color neón.

Una hermosísima muñeca aparece en primer plano, enmarcada por los pliegues recién abiertos, de terciopelo y tul; y ella de pie al centro, con el inmenso salón bullendo tras su presencia, sus cabellos rubios caen en suaves rizos por sus hombros, recogida la abundancia de su cabellera sobre la nuca; las ropas breves y ceñidas, el maquillaje impecable, las pestañas de bosque espeso, los músculos definidos de su vientre, las piernas delgadas y fuertes, los senos hinchados y blancos. Por un momento casi envidio su porte, el trazo perfecto de su faz, dibujada acuarela de perfecto artificio; pero entonces la muñeca se inclina con suave disciplina, como un actor del NO, en reverencia sensual ante el público con quien inicia la función. Se yergue frente a mí, y sin recato mira ella mis senos pequeños, lívidos, sin rocallosas, mi rostro pálido y salpicado de manchitas del tiempo, las ojeras amoratadas, las cicatrices en mis tobillos, mis piernas enclenques, el bulto de mi vientre sin definición, mis cabellos escasos y enmarañados. Y somos una envidia mutua la muñeca NO y yo: una es cierta, la otra no: la imagen frente a su referente.

Sor U, el padre Santos y yo avanzamos con lentitud entre el bullicio. La muñeca nos guía ahora por una escalera de caracol y nos deja instalados en un palco lateral, desde el cual es posible mirar la magnificencia del salón.

Un joven con el torso desnudo se acerca a llenar nuestras copas, el líquido es negrusco y espumoso, expele pequeñas chispas color aguamarina y un vapor espeso que repta por el borde como nido de viborillas. Bebemos y tomamos nuestros asientos.

Y es aquí, Monseñora, donde comienza en verdad el martirio, la visión fantástica.

Hay una reina de corazones sentada en el palco central, le rodean los bufones, las muñecas, y una hermosa pareja semidesnuda se acaricia junto a ella. Detrás de la reina bailan los vapores de una llamarada, las flamas en cuerpo lamen su calor, ennegrecen los muros adornados con los cientos de cabezas amputadas por el capricho del corazón real. La reina de corazones mira complacida la escena al centro del salón, abajo.

Abajo, al centro del salón se halla una jaula enorme. Dentro, baila un centauro, su cuerpo en extremo flexible, relincha, se contorsiona en violentos reparos. Descubro más jaulas en los muros del salón. En cada una danza un mito. Dragones y caballos alados, sirenas y mujeres con cabello de serpientes, faunos y hadas; brincan sin pausa entre el frenesí de los tambores.

Los mortales departen en la pista, danzas y caricias caóticas, entre seres alados, demonios de fuego, muñecas preciosas, jóvenes desnudos. Los monitores encendidos, aquí y allá, arrojan imágenes de castillos medievales, puentes góticos y rascacielos futuristas. Algunos autómatas recogen las copas vacías. Robots esféricos de un solo ojo lanzan luces sobre los comensales. Los tambores precipitan su ritmo, se eleva la cadencia, el aire huele a tabaco y sudor, un fuerte aroma de risotadas y sexo abierto. Tiempo de carnaval.

Tiempo de carnaval, anuncia una voz al viento. Los tambores siguen en éxtasis, más fuerte y más rápido su ritmo primitivo. Danza de la lluvia. Danza del sol. Danza del vientre. Danza del espíritu inmortal que nos habita. Dice la voz al viento.

Al fin salgo de mi ausencia y puedo desigualar las escenas y los rostros del enredo de piel y luz. Allá está Sabina contando del pirata un sueño. Borges acaricia el lomo del minotauro. Virgina entra al río una y otra vez, sin más método que su lenguaje de olas oníricas. Calrice fríe el huevo metafísico a la mexicana. Montecristo susurra al oído de Scarlett (y ya son amigos). Luisa baila un tango con el Garza. Silvio ha encontrado su unicornio tras el telón. Arreola sostiene un sapo en forma de corazón, mientras Pedro Páramo le dicta sus fantasmas a Rulfo. Y más y más caras. Y más-caras. Y máscaras tras las cuales, Monseñora, en el último compás del frenesí, me descubro yo: soy cada uno de los comensales, mi rostro está en ellos, Monseñora…. Soy yo…

Soy yo y, entonces, despierto.

Desperté, Monseñora con la piel oliendo a humo, mis cabellos ennegrecidos, mi sexo húmedo, mi mente en blanco… Diga usted cuál es la penitencia por este sueño, diga pronto porque temo la noche, tengo miedo de dormir de nuevo y volver a ser yo.

En un suspiro.

Señora C.

sábado, 9 de agosto de 2008

TELEGRAMAS EN INTERMEDIO

PRUEBA ALQUÍMICA

EL TORO DICE: Linda noche! Te mando la humedad de esta cantina de puerto, subterránea, oscura, plena de seres fantásticos.

MADAME k RESPONDE EN SU LETRAS: Noche bohemia, de tornamesa, agua de las bendiciones bíblicas

HERALDO REAL RESPONDE: Ja, ja, ja. Qué bien amiga! Salud!

DUQUE DE f RECITA: Qué envidia! Pensaba en ti. Estás bien? Cómo van esas sábanas?

LADY i PIENSA EN VOZ ALTA: Buena noche, amiga, desde la tranquilidad de mi hogar. Disfruta la humedad!

XAMÁN CONVOCA: Linda noche! Sí que la es, ésta la del 8 del 8 del 8. Comparto con usted el gusto y le guardo una sábana con memorias y confesiones escritas con algunas tintas.

JUGLAR REAL CALLA EN PRESENCIA: (manda mensaje en blanco... será una nota musical?)

ASPIRANTE A CAPITÁN x (estamos en casting): Vengaaa, andamos profundos!!! Qué rico que me piensas; circunstancias que hicieron no ponerme allá!!! Pero pronto, beba; y disfrutando de la salsa tropicosaaa, eaaa

SALTIMBANQUI REAL DIRIGE ESCENA: Plena de seres fantásticos, los poetas de la noche, los poetas de la luna, enemigos de la inmunidad, esos que prefieren vomitar poesía sobre las sábanas y compartirlas con el pueblo antes que dejar todas esas historias pudrirse en una cama triste, solitaria y fría. Recibo con prifundo beneplácito toda esa maravillosa humedad, que me inunde los huesos, que el torrente de historias que arrastra me ahogue el alma para seguir escribiendo su magia en el escenario. Si no estuviera (mi alma) con ustedes en este momento les envidiaría.

TIERNA INFANTA HABLA: Qué valiosa eres: esa posibilidad que conviertes en realidad es lo mágico, lo fantástico, qué gusto que sea así. Un abrazo.

DUQUESA d, SIEMPRE DISCRETA: Hola, Carla, buen día. Gracias por tu mensaje. Pásala bien.

ESCRIBA eme LLAMA: Ya te hallaste? Cuándo aparece el Capitán X?

MADRE SUPERIORA: No estén chingando: ni con poesía voy a ir: estoy rotulando sábanas.

SEÑOR B: (se desconoce su paradero)

MISS N: (se desconoce su paradero)

CONDESA DE LA CONDESA: (se desconoce su paradero)

MUCHAS GRACIAS: USTEDES SON MI ALIENTO, MI CARNE, LA RAZÓN DE MIS PASOS... LOS AMO!!!!!