miércoles, 13 de agosto de 2008

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XIX

Martes 12, agosto

Apreciada Madame K:

Ya no es posible sustraerme a las alucinaciones que yo había creído dominadas. He escrito a Lady I narrándole mis sospechas y ella ha tenido a bien enviarme el ritual correspondiente, el cual he comenzado a seguir con lujo de apego, pero los delirios continúan, y con mayor saña, pues he tenido un sueño espantoso, querida, y es necesario que lo cuente a fin de soltarlo y que sus ecos oníricos se expandan al cosmos, viajen muy lejos y vuelvan transformados en serenidad…

Y es así que mi piel es arena y el hombre al que no puedo nombrar aparece, sumergido en reflejo de luna sobre el cristal del agua. Se levanta una ola henchida sobre el mar y es su cuerpo al arrojarse sobre la arena de mi vientre. Las orlas de sus piernas lamen su enredo entre las mías. La onda suave de sus dedos arrastra una estela húmeda por mi cuello, ancla su bandera en mis pezones, limita el orificio de mi ombligo y es espuma salina cuando al fin rompe su oleaje al centro de mi estirpe quejido de viento. Por un instante, su lengua es marejada y susurra gritos de naufragio al frágil esquife de mi espalda; azotan sus tempestades de caracol el arrecife de mis vértebras, arenas revueltas, mi voz estirpe de entrega… Y yo trato de volver a la orilla pero es tarde, es noche cerrada y la tormenta arrecia, se lleva su aliento los recuerdos de las sombras, arrastra y destruye la voluntad de mis ausencias. Se levanta una ola henchida sobre el mar y es su cuerpo al arrojarse sobre la arena de mi vientre. Soy nácar y roca pulverizada, partículas prehistóricas rugiendo entre el remolino de una ola y otra ola y una más al romper su canto de furia entre los pliegues de mi caracola abierta. Penetra la alta mar lumínica por la oscuridad de los abismos inexplorados. Es destello y ceguera. Miles de pececillos en arrojo por la entraña y hemos engendrado el reino de los monstruos marinos, somos mito a la orilla del amanecer en calma, arena revuelta, maderos fragmentados de un barco encallado… Callado el nombre de quien sueño reflejo de luna sobre el cristal del agua…

Querida: ayúdeme, os lo suplico.

Con mi mano en compañía: señora C.

1 comentario:

Anónimo dijo...

"A vuestra sugerencia acudo lo mas pronto que puedo, que la condiciones de esta lenta diligencia llegan a desesperarme.
Tengo mi pluma bailando al igual que lo que pasa en mi mente. Que viaja a velocidades que no podrè pensar jamàs posibles.
Mirad lo que imagino y observad lo que mi pensamiento ilusorio dirìa de aquello que escucho en los vientos de la mar…
Sorprendida acudo a imaginarme ante tal cambio intempestivo de clima, mas augurando que después de la tempestad venga la calma, puedo vaticinar que es bueno que caiga fresca agua a los manantiales seductores, que es bueno que se nutran esos campos para evitar estrìas de tierra seca, recordad lo bueno de las aguas que brotan de las deseadas fuentes que se ponen firmes para proveer de mieles las aguas suculentas, dejad que caiga en la piel de la tierra necesitada, ya que quitarà en mucho grietas secas y perdidas.
Y si en mi sueño ciertamente sucediera:
Hoy alabo que se festeje que la tierra ha comido semejante festìn. Permitid que se introduzca hasta en las venas. Pero recordad siempre que las nubes pasajeras son las que mejor riegan el jardìn.
Que no se trate de mantener atrapada la tormenta, porque sigue el curso de su naturaleza y es imposible atrapadle en un puñado de aguas resbaladizas.
Solo hay que tomar del pozo lo que ella dejò, lo que a tiempo prestò.
Es mayor el disfrute si uno se deja mojar por lo fresco de las gotas a beber por siempre el mismo sabor.
Hoy que vea el cielo azul, Milady, que ya logre escuchar los sonidos naturales de la rutina, podrà darse cuenta que el cuerpo no teme de rayos y luces deslumbrantes, que nada de lo que pueda asustar a su corazòn se haya en esa tormenta.
Hay arenas que pueden guardarse en un puñado guardado cercano al corazòn, pero no dentro. No implica llevarse la playa para recordar el mar.
Asì pues, os mando con mi caballerango tal oraciòn, para que en ella consuele el ansia de saberse en metamorfosis. Cuidad de las centellas que sòlo son eso por menos de un segundo, mas bien vale la pena mirarles en el cielo para ver lo despejado que estè.
Espero y os deje sin dudas y que todo ello se pueda obtener de la noche, de la que siempre se vuelve al color de los còmplices acariciantes."
Suplico mi màs ferviente voto porque asì sea.
En paz os dejo.
Madame K.