miércoles, 20 de agosto de 2008

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XXVI

Martes 19, agosto

Su Excelentísima Monseñora Su

Es la palabra un signo que nunca termina de expresar la figuración del ánimo. Me resulta arduo, dada la longevidad de mis antiguos asuntos, ponderar cuáles animaciones de la imaginación son dignas de cultivo y cuáles ha menester arrancar, cual mala hierba.

Por imaginarías entiendo ahora el corpus de sensaciones, emociones, sentimientos y pensamientos, y ese “algo”, los cuales van con-formando mi esquema de universo interior. Y es que de pronto, en estos días de observar la entraña de mi psique, me percibo indefensa en el vacío… No es indefensa la palabra que mejor alaba mi nueva circunstancia íntima, no es; se trata más bien de un estado sobre el cual no alcanza la poca luz de mi razonamiento.

Siempre he buscado las intensidades, no por juicio, es simplemente de esta manera como ha sido, sin mi consentimiento, por condición de naturaleza propia. Y ahora me sorprendo con la idea de inventarme los delirios, en deseo por hallar materia prima para estrujar, disectar, añadir postizos y adornos; pues en mi anterior vida ha sido de intensidades que he labrado mis palabras, pero sometida siempre a imágenes externas, cierto es.

Pero en este ejercicio de convocar la vacuidad he vaciado los referentes de casi todos mis conjuros, ya no como algo que se me impone, sino por voluntad. Noto, entonces, que de modo instintivo, mi alma desecha sin conmiseración cualquier brote de pretensión; y no es sencillo, su Excelencia, pues si bien desbrozo el mal de la tristeza, también entiendo que nada puedo cosechar si no siembro y cultivo…

Mi paso es tembleque, mi letra infantil… ¿Cómo he de comenzar de nuevo? ¿Es posible amar con entrega a partir de la nada? ¿Podrán mis palabras encontrar la referencia de la sorpresa?

Duermo entre sábanas incrustadas de otras pasiones, y ya nada es mío. Gesta mi muerte en su capullo de tramas ignoradas, y es reposo tan grato la inconsciencia donde permanezco sin añoranzas ni perspectivas… Pero sé que he de volver al mundo real para llevar a cabo el singo que me corresponde y ya escucho un primer sonido, un parpadeo rítmico, latido del primer instante. No sé si estoy lista para andar mi sino.

Le saludo con reverencia y mi total respeto por su luz en presencia.

Encapullada entre sábanas.

Señora C.

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