lunes, 4 de agosto de 2008

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA IX

Agosto 2, sábado.

Mi muy querida Lady I

En gracia de ser la exquisitez de usted quien enlaza ecos con mis palabras, en mucho me honra que sea su ausencia la que ponga a quienes estimo en información de mi primer día en el convento.

La Hermana Superiora M ha recibido mi llegada con profundas bendiciones y externo beneplácito. Las dos primeras noches he debido dormir en la misma celda con el joven Duque de F, en camas separadas y bajo extrema vigilancia de la comunidad silenciosa, bien es menester aclararlo. Fino caballero es el Duque, he de alabarlo; y por demás sustancial el apoyo y el ánimo al cual ha dedicado su presencia, encargada por su amistad en labor por dejarme bien instalada.

Es así que por tan grandes consideraciones del joven Duque de F hacia mí, que la Hermana Superiora M y yo nos hemos dado a la tarea de introducirlo a él en el conocimiento de los oriundos lugares y personajes célebres del Buen Puerto del Fin de la Tierra.

Y en esta diligencia, en particular mi sorpresa ha sido conocer Messie Saltimbanqui R, extravagante caballero dedicado a la puesta en escena de la maravilla dramática… Y es sorpresa más preguntarme ahora que en cuenta caigo del porqué me signa en estos días tan noble oficio de la escena; pero es preciso detener aquí mi pensamiento, pues si estoy aquí es por no estar en parte alguna y vaciar mi corazón de sus propios caprichos.

Pues bien, prosigo: que el caballero Messie Saltimbanqui R, ha tenido en apreciación considerar como acordes los motivos de mi internado en este silencio conventual, y en muchas y agradables palabras ha puesto su mucho conocimiento y su más experiencia premiadísima para llevar mis hábitos de mortaja y nacimiento y sueño al muy noble y siempre teatral reino de la Vera Cruz, para ir a hacer manda de lectura a un pequeño pueblo donde él oficia la cultura, ofrecimiento que en mucho llena mi alma de cierta luz… Como ha dicho el joven Duque de F esta mañana, mientras mirábamos el mar en la compañía de las hermanas del silencio: ¿acaso, señora, no percibe usted sospecha de felicidad?

Y sí, sospechosa me siento… Pero mire usted, querida, hay hechos que perturban mi ausencia: he recibido el parte de saludos hacia mí del Músico Real Ele, conduciendo la palabra de él a hablar de mi persona en irreales términos: usted es sinónimo de perfección, me ha dicho en el pliego, de puño y letra… Y yo me consterno, señora, porque ese dicho me compromete: todavía no veo belleza en el espejo. Mis ojeras son marcas de antiguos llantos, son mis arrugas surcos donde ha caído muy mala semilla… Hoy mismo he visto un viejo edificio muy enfermo, árboles crecen por su muros y ello es poesía, bien cierto, pero se trata de una construcción que nadie habita, sólo fantasmas compadecidos por el día y acaso vestigios de algún terror nocturno; he visto tan desolada construcción y he pensado en el espejo. Y he reflexionado más sobre los motivos profundos de mi viaje, distraídos un momento por la algarabía de la llegada y la gratísima compañía del Duque de F, quien parte mañana de vuelta a nuestro mágico reino de Oz.

Y no para ahí mi inquietud, querida, y por ello tiemblo: otra misiva ha llegado de los océanos de tierra adentro: hay rumores en el puerto de que un barco está por llegar, un barco que viene del futuro, y que en él, dicen los susurros, viene un hombre que ha sabido de mi presencia en este confín, que viene a verme, que viene a reclamar una pasión que yo no he ofrecido… Y temo, mi Lady, porque dicen que es salvaje y se dirige hacia acá sin miramientos… ¿He de esconderme? ¿He de recibirle, en tiento y forma, sí, pero recibirle? ¿Es verdad que en rumbo viene un hombre a mi encuentro? ¿Y quién es él, vive Dios, quién es, por qué me busca?

Y luego, lo peor, aún pienso en el paradero del señor B, querida, pero no estoy en posición de crearme ninguna imagen, por afán ninguno, de tan distinguido caballero, pues bien cierto es, y apreciado por mi espíritu su gesto de él, que ha mandado por terceros los documentos con los cuales hemos de trabajar… Así es, así ha de ser.

Aguardo en ansiedad por su consejo, querida.

Envío mis bendiciones. Señora C.

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