EPÍSTOLA 45Ya el cuerpo no constriñe esta hendidura del tiempo: mi sexo deshabitado, mi alma vela el oscuro temblor de tu silencio: vacío. Vacío y un minuto de silencio por mí; queridos: he llegado a Más Allá, y sí, es verdad lo que dicen de tan noble destino: es el vacío eterno, es el silencio con que mi vientre azota los murmullos de la pasión. He llegado a Más Allá, glorioso arribo el que mi creador le concede a mi blasfemo espíritu.
Esta noche niego todo mal, me apego a la palabra de la luz para alabar el tiempo y la circunstancia que me ha sida concedida: nadie ha pecado: así sea: que a partir de hoy estemos libres de toda culpa, de toda perturbación: si el sueño de mi amado se consigue conmigo en la periferia: venga, amor: hágase tu voluntad, corazón mío: quiero verte arriba, rodeado de luces de neón, volando ingrávido a través de la micro velocidad del ritmo: así sea: los dioses te lo concedan punto a punto, ruego por ello, porque así puedo justificar el dolor de la renuncia, sólo en mi profundo deseo por que así sea me es dado ejecutar la maniobra terrible de evacuar las pertenencias de mi amor, del amor que eso mismo desea para ti, en cualquier circunstancia.
Díganme, os lo suplico: ¿cómo le explico a él la conformación de mis materias de amor???? Cómo le digo que ninguna de estas palabras es rencor ni amenaza, que no es venganza el tiento por no pasarme de emoción, que no es berrinche apartarme cuando él me indica tal suceso (acaso por momentos es destello de lujuria, la pasión encendida en mis entrañas en pos de sus besos, pero es sólo eso, señor juez, sólo eso)…
Alguien dígaselo, para que no me juzgue con dureza ahora que he de disolver a esta que muere por arder con él. Es hermoso mi amigo, lo he dicho tanto y tanto, si por eso duele abandonar sus encantos… Háganle saber que es verídico mi sentimiento y en profunda buena voluntad mi acto de silencio. Infórmele, si a alguien le es posible, que haberle dicho que está liberado de mi presencia ha sido porque he escuchado con suma atención las delimitaciones que su amor requiere, que he comprendido muy bien cuando me ha dicho que ahora él se está reconstruyendo…
Amor: lee con tono dulce esta partitura, que no hay en mis signos ni un pedacito de reproche. Comprendo: la reconstrucción es un camino que se emprende por sí, en sí, dentro de sí; y a veces necesitamos la compañía que nos refiera por un momento a la vida nueva, la que renace al término de un gran ciclo, y a veces necesitamos la soledad, el tiempo de la búsqueda: tú ya resucitaste, corazón, ¿recuerdas que nos acurrucamos juntos entre la mortaja de sábanas que tejí para que muriéramos los dos? Tu nuevo tiempo arriba dichoso: ¿cómo podría no llenarme yo misma de gozo por tu felicidad, amado amigo? Sólo que tu dicha implica mis ausencias, el detalle donde las mil bendiciones que te auguro se entrelazan con la desolación que ello significa para mí.
Y no, no soy la víctima, no lo fui antes y no lo soy ahora, y no lo seré después. Ni tampoco es víctima mi entrañable amor mío, no ha sido y no será víctima. Y tampoco nos vamos a victimar entre nos.
Cuando digo desolación es porque ocurre: hay que devastar el universo concebido. Yo también tengo mi sueño, querido, pero al conocerte soñé mi sueño contigo y tu sueño conmigo, y lo hice porque nuestras presencias posibilitaban tal visión, nunca antes contemplada… Mis anhelos contigo no están predeterminados, ocurren al conocerte, por intermedio de tus palabras, de tus propuestas, de tu presencia: lo he intentado explicar.
Para mí, no es que sea tarde para jugar a la casita, es que nunca me han gustado los roles tradicionales: no es lo mío ser la gran mujer tras el gran hombre, busco pareja-pareja, hombro a hombro como alguna vez te escuché decir de nuestro amor; ¡y con qué gozo recuerdo la dichosa sensación al timbre de tus palabras!
((Voy a necesitar su ayuda, queridas; voy a necesitar que ustedes tampoco me juzguen si no estoy del todo en mis antiguos cabales))
¿Quién, querido, podría reprochar que tus sueños no incluyan la cercanía que yo deseo? ¿Quién, querido, podría reprochar que mis sueños incluyan la cercanía que no deseas? ¿¿Quién violenta a quién?? Y si además intermedia entre tú y yo este amor tan poderoso… Ninguno queremos jugar a lo que ya jugamos con otros: cualquiera nos comprende, cualquiera se pone de nuestro lado, del suyo y del mío: qué razón tan grande nos asiste.
Pero no es precisamente razonable lo que siento por él, queridas (no me juzguen, os lo suplico). No nos suena razonable lo que cada quien pide al otro (no lo juzguen a él, os lo suplico, que tampoco sabe nada, que también todo lo confunde, igual que yo, mi amadísimo amigo). No hemos querido hacernos daño, sólo queríamos hacernos el amor, su señoría, os lo juro.
Queridas, he llegado a Más Allá entre jirones de piel, arrastrando tras de mí la jauría de monstruos que confunden y pueblan de miserias a los hombres que toca mi instinto de luna plena. Queridas, he llegado a Más Allá, austera, procurando causar el menor daño posible: he llegado al desierto, donde sólo me queda este silencio, este, este silencio.
Más allá de Más Allá no hay nada, sólo Más Allá y Más Allá, por extensiones interminables de pastizales llanos donde mi toro ha de apaciguar su íntima tristeza de poderosa flama.
Necesito, por el instante, queridos todos, reposar algunos días para reponer mi espíritu del tránsito con que he recorrido el camino. Un paso torpe el mío: he dejado a mi amigo saturado de mí ))) agacho la cabeza para no mirar sus ojos )) me voy lo más rápido posible para no mirar sus ojos )) lo más rápido posible para que no me dé tiempo de hacerla de pedo, de musitar, para no gritarle: aguarda, espera; para no acosarlo con el delirio de mis esperanzas siempre en flor… )) no quiero mirarlo porque no me voy, porque si dudo por un acorde más, me quedo y acepto cualquier miga por temor (pero no hay temor, hay claridad, triunfa la luz sobre la oscuridad).
Querido Caballero DeLira: tenéis razón: no es la inmortal quien duda: ejecutad en lo inmediato vuestra voluntad de cambiarnos el final.
Venga nueva convocatoria, queridas: al encontrarme con mi amigo he dado un paso para aceptar-me: sí, he sido yo quien ha pronunciado las palabras para librar a mi amigo de mí, soy yo quien no ha sido capaz de acoplarse a la propuesta de pareja que mi amigo me hace, y es porque mi alma, en efecto, lo desea con una intensidad… Ni cómo describirla. Con la intensidad de las palabras que se me desbordan a cualquier provocación de este destino de soledad al que ahora libero: quiero un compañero.
He viajado en sol-edad a través de los tiempos, ha sido el llamado que mi creador me ha dado para construirme: me acepto. Dios: aguardo la señal con que tu mano ha de guiarme hacia mi compañero. Mi alma suplica por el favor de un hombre que sostenga la voluntad del tiempo junto a mí, mi alma ya necesita su apoyo y su complitud, señor.
Sé que he de ser paciente, me lo dijo hoy un poderoso enviado divino, heredero de las potencias de Isthar la del nombre impronunciable; y que ha sido ella misma quien me ha conducido hasta él. Sé paciente, me dijo en voz cristalina y gozosa, y el pequeño lobo-nahual siguió jugando futbol como si nada, entre risas y entusiasmos. Dame, señor, tu serenidad. Sabes que soy torpe y sorda, sé paciente también conmigo, señor, tolera mis tropiezos de aprendiz.
Dios: hágase tu voluntad, en tus manos estoy. Hágase en nos tu reino.
Paciencia… Y tal vez mi sueño es, invariablemente, el de la ficción. Pero sí veo a mi amado leyendo mientras yo escribo, sí me asomo a la ventana y veo Manhatan, París o Tepiji del Río, y siento el brazo de mi hombre reptar por mi cintura y esa tarde daremos un concierto o leeremos un relato o daremos una conferencia los dos. Y pasado mañana sale nuestro avión a Nayarit, a pasar tres meses para crear y coger, coger y crear, comer y crear y coger… El sueño lúbrico de toda artista.
Paciencia Fe Serenidad
Sólo sé con-formarme con la entrega plena. Y, ay, querida Condesa L, igual que vos con vuestro saltimbanqui, yo también pensé en mi hermoso amigo para ser, en uno solo, un mismo deseo: alguien para coger, alguien para charlar, alguien para filosofar, alguien para parrandear, alguien para crear, alguien para vivir con él… Todavía queremos que sea uno solo. Pues es bien cierto que sí hay alguno para coger, otro para bailar, quien se apunta para charlar… Pero esos son fragmentos. ¿Por qué no podemos con-formarnos con retazos?
Y que se aviente al tú por tú, al mí por ti y al ti por mí. Y jugar a las casitas: tú en la mía, yo en la tuya, y a veces cada quien en la suya. Hombro a hombro para bailar y llorar. Y que sepamos estar en lo cotidiano, que sepamos los dos respetar y entregar a manos llenas, entregar-nos sin pudor y sin moral.
Y ahora, cómo he de enviar la petición al universo. Cómo he de matizar la imagen para no endosársela a cualquiera. Paciencia. Y re-signación.
)) he de dominarme para no correr y lanzarme de bruces por un abismo que no es mío, que es de otra mujer, de otro pasado que no soy yo, de una casita que yo no he jugado )) he de dominarme para no arrojarlo de cabeza por un abismo que no es de él… Me libero de mi pasado. Así sea. Para amar con entrega. Para que me amen con entrega. Hombro a hombro para trasnochar y consolar.
Y sigo pensando en mi querido amigo, deseando que no se tome a mal mi palabra (alguien dígaselo, pero con otra voz, con otros sentidos, porque yo no he sabido transmitir nada). Porque no se trata de que yo salga corriendo a buscar un tipo. No. No se trata de otra persona. No es que yo desee estar con “alguien” más… Es sólo que he comprendido con claridad cuando me ha dicho que ahora él no puede ofrecer. Es tan nítido, y comprensible. Cualquiera hemos estado ahí.
Sí, amor, tú sólo has delimitado tus terrenos. Es justo, lo aplaudo, lo celebro. Es sólo que tú tienes claras tus cadencias, tus paraderos y tu destino de llegada. Y es verdad: he sido yo quien no se ha con-formado con el territorio que tu hermosísima intensión me asigna. Quisiera poder hacerlo. Con otro no me importa que sean dos noches o una sola, cada tres meses o en fin de semana o una sola vez en la vida… Pero contigo, amor, mi alma se incendia de pasiones. No es lo mismo. No eres las putas de quienes vengo huyendo. Tú me resultas admirable, respetable, besable, amable, tocable, hablable, deseable, contable y vivible: no le pidas a mi corazón que te quiera por fragmentos moderados, le resulta imposible al momento. Si por tus encantos es que deseo tu presencia…. Qué le vamos a hacer. Y si estoy cerca te voy a seguir hostigando. Si me conozco un poco, casi no, pero algo.
((Chicas: deténganme si ven que sucumbo)). Impídanme ser la neurótica histérica del cuento, por favor: que no llame yo a las imprudentes tres de la mañana, buscando alcoholizada los tonos de su voz: si ya sabemos que nos choca que nos hagan algo así.
Por supuesto, queridas, no estoy convencida de nada, no me convenzo ni a mí. Pero tengo muy claro que he de hacer un esfuerzo mayúsculo para construir-me un pequeño espacio de congruencia (A ver si como ronco duermo). Y no es por orgullo, alguien déle el parte, os lo suplico; es más bien en acto de humildad.
Hemos llegado a Más Allá. Detrás, la montaña impenetrable del pasado; delante, los abismos profundos del instante. Hemos llegado al límite de nuestras expectativas. Es el punto sin retorno. Mi amigo y yo nos jugamos el todo o nada. Ni siquiera es necesario dar interpretación a estas palabras (todo-nada): carecen de sentido, no se esfuercen. Pero es innegable que es así para nosotros. Amada Lady I, entrañable Caballero DeLira, vos que conocéis el destino de la historia: mi amigo y yo estamos en la escena de la batalla final de los inmortales (vendría música épica-dramática que mi amigo hubiera improvisado).
No hay ni una pizca de falso orgullo ni atolondrada modestia en lo que os escribo en mi primera noche en Más Allá… Si yo pudiera conservarme así, etérea como en esta letra, impronunciable como el nombre de Isthar. Pero mi cuerpo corrupto se niega a ser musa inepta o cosa que parece una novia. Soy una mujer, sólo eso. No soy una reina ni una madre. Soy una mujer. Ésta mujer, sin más designios extraños ni qué casita feliz.
Tampoco estoy haciendo feminismo, amor mío. Estoy haciendo mis palabras nomás, las que me dicta el cuerpo. No hago feminismo: soy mujer, soy de signo femenino. Ni lo ensalzo ni lo reniego. Soy una mujer. Ésta mujer nomás. Como decir llueve cuando el aguacero arrecia. Como decir hace frío cuando la nieve nos contempla. Como decir es de noche cuando es de noche: soy mujer.
Necesito que Dios me dé mucha sabiduría para encender mi sol en medio de la breve oscuridad de un destino adverso: el de esta noche cuando al fin arribo a Más Allá. Necesito que mi creador me otorgue la gracia de la paciencia para generar la energía que enardezca mis cenizas y resurja el ave de fuego, alas de dragón, piel de salamandra; y de nuevo se haga en mí el milagro de la resurrección.
No voy a hacer la fiesta del olvido, queridas (véanse Instrucciones para abandonados). Por esta vida me impele el instinto a hacerlo de otra manera. No sé de cuál, porque sin duda se trata de algo que nunca he experimentado. Paciencia. Y no es una esperanza vana la que me sostiene en la espera. No exigen mis palabras a nadie. No he de hacer la fiesta del olvido. Nada hay por olvidar. Sólo debo con-vertirme, trans-formarme…
Dios: dame ojos para ver cuando él me vea, dame oídos para escuchar cuando él me escuché: porque tiene oído fino y escuchará, porque tiene mira atenta y me verá.
Me derramo, queridas, aquí. Yo no sé si alguno ha llegado hasta este punto conmigo. Sé que comprenden la necesidad de mis letras. Veo mis propios límites en este asunto, me delimito, me conformo, me contemplo y me contengo )) y apenas esta tarda erizabas mi sentidos a la insinuación de tu tacto. Paciencia. Desnudez. Líneas de sangre. Diarrea existencial. Vómito de la psique.
Ya necesito, mi querida Condesa L, estar dentro: renuncio a la periferia, a la clandestinidad, a que vivan con otra antes y después, y no conmigo. Va o no va, dicen los prácticos; y nosotras, tan quiméricas, nos desbarrancamos en el “buen gusto” de negar nuestro lugar, en la tibieza por no resultarles inapropiadas, inoportunas, incómodas, perturbadoras, abrumadoras, distractoras de sus afanes. También qué torpe tibieza la nuestra, ¿no es cierto? A ver: ¿por qué no vamos una noche de estas, armadas con nuestra mentada intensidad de hembras, a reclamar esos hombres que amamos? ¿Por qué nos quedamos confundidas, paralizadas, llorosas, sin ninguna puta idea de qué hacer? ¿Acaso adolecemos todos de mutua cobardía? ¿O es que esa batalla, usted y yo, la hemos perdido ya?
O será, simplemente, que no nos gusta hacer papeles secundarios. Por eso nos tachan de divas caóticas; aunque usted, Condesa, en ello lo es por oficio. Así que, bien, acaso sea verdad la tachadura.
Va o no va. Porque cuentos no hacemos: relatamos el tiempo. ¿Vos sabéis con claridad, querida Condesa L, a cuáles parajes queréis convidar a vuestro amante amor? Me parece que también he sido clara al expresar los sueños que embisten mi carne ante la presencia de mi amigo hermoso. Me parece que él ha deducido con claridad que deseamos construir universos distintos. ¿Qué podemos hacer con eso ninguno de los dos? Porque no se trata de elegir lo uno ni lo otro. No es un problema moral, es un pequeño detalle técnico que imposibilita la fusión de los deseos.
A mí, corazón mío, también me gusta mi vida como es. Pero pensaba en ti para tocar la apoteosis de tan dichoso gusto. A mí me gusta mi vida, y sé, sin embargo, que restan aún trabajos por elaborar mi transición. Porque tal vez, vivir mi sueño de entrega absoluta me conduzca a la consumación de mis fuerzas, pero sólo así muere un fénix con dignidad: envuelta en llamas. Y es que, querido amor, el sueño contigo es posible vivirlo sólo contigo. Y sí, queridas, ya otro sueño será o sería o hubiera sido con otro, pero eso es otra cosa. No es lo mismo.
Lo que ha de ser, ya es. Vigente el verso.
O cómo, cómo hacer el sueño a la distancia, cómo aceptar ser la amante de los domingos o la novia de los lunes… Diga usted, Condesa L, ¿aceptar la propuesta no sería colocarlos nosotras mismas a ellos en idéntica mísera posición: el amante de los domingos, el novio de los lunes? Y si decimos que tanto los amamos, Condesa, oriénteme: ¿no es una falta de respeto aceptar una cosa semejante? Yo no veo a mi amado siendo el que viene a dormir alguna vez, a las tres de la mañana, en fatiga de una fiesta de la que yo no he participado: vengo huyendo de eso, ya lo recuerdo…
Y tampoco es cosa de que me dedique a la abstinencia, amada Condesa L, pero primero necesito que el amor distienda sus alas y emigre junto conmigo. En realidad, amiga, el arrebato de un amante y otro y ahora aquí y mañana allá, en mi soledad, es una vida que ya me ha sido concedida. En verdad deseo encontrar un nuevo sino de compañía.
Pernoctando en Más Allá
Señora C.