lunes, 15 de septiembre de 2008

CINCUENTA EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA

EPÍSTOLA L

Viernes 12, septiembre

Estimado señor B:

Dada la circunstancia de vuestro ofrecimiento en voluntad de asumir el título en el remitente adscrito, sirva la presente para extender la impronta de saldar el rol de palabra al que os habéis comprometido.

Vuestra sábana permanece intacta, y ha sido confeccionado conforme a vuestros requerimientos. Sé que vos coincidiréis en mi estima por convocar el tiempo de hacer efectivo el pago acordado por el oficio que vuestra merced me ha solicitado.

Estimado señor, confío en que al postularse al papel, usted ha leído las letras chiquitas, las más pequeñas, inscriptas en contrato al habla. Atiendo a dicha nomenclatura al decir que, como escenografía, las epístolas han quedado en agrado, la luz del sol cae justo en atmósfera escénica, y es tiempo de dar tercera llamada, señor B.

El público aguarda impaciente, y es a ellos a quienes hemos consagrado el sino del oficio: es hora de que el performance dé comienzo, pues he dejado aquí las epístolas para ir al mar por mi cargamento de sábanas: la utilería está completa y puesta en circunstancia.

No es momento de olvidar el parlamento, habremos de improvisar si es necesario. Corra usted la cortina, que quien dirige es su merced; yo nada más escribo. Y la escena es, usted lo sabe mejor que yo, la síntesis de la acción, como se grita en el cine al punto de rodar.

Yo no soy yo, ya se lo he dicho, yo sería incapaz de decir esta sarta de vulgaridades; a mí no se me ocurriría nunca decir esto; yo nada más represento, soy un papel donde se inscriben las letras de una tal señora C; ojalá fuera yo poeta y supiera decirlo a modo de resultar encantadora, y que el llamado se entendiera en su plenitud sin exigencias, mero vuelo de la coincidencia. Porque sin diálogo, querido, no hay obra. La dialéctica de los sentidos (sensuales y de orientación) es la clave de sol donde resuena el ritmo del arte. Sin dualidad, sin opuestos a cuyo linde referir la trama, no hay obra, mucho menos habremos de aspirar a la maestría.

A estas cartas les falta su respuesta. Sin embargo nada sé de esto que escribo, porque nunca antes lo había referido mi esencia; soy simple relatora de mi estrecha percepción. Y si esa voz no es suya, no importa, pues entonces tal vez sea el llamado en eco desde el canto de los antiguos.

Llego con ésta a la quincuagésima epístola, ha logrado mi espíritu su manda en afán de renovación: arrojar todos los signos al senote primigenio, que sus aguas desvanezcan el recuerdo y se haga el vacío que ha de ser colmado.

Cincuenta epístolas de amor a la distancia.

Conté hasta cincuenta cartas en la baraja; es tiempo de la cuenta regresiva, señor B; y, curiosamente, como en el espejo, el cálculo inicia en cincuenta para luego descender la escala de sus ritmos. ¿Qué suma le da a usted? ¿Cuál des-cifra arroja vuestra incógnita cabalística? A mí: churriguerescos árabes en malabar de triple mortandad: vueltas y vueltas, espirales y pétalos, enramadas en uva edén a mitad de precio en la compra de un impulso.

¿Acaso fui obscena? Ruego vuestra indulgencia si tal fuere la impresión; debéis tomar por cierta mi palabra en lienzo blanco, como bandera de paz. Usted es quien dirige, en su ritmo me inscribo, sin advenimientos a los cuales no he sido convocada. Es cosa de comprender naturalezas, la mía consta de un puñado de palabras: es cuanto he podido ofrecer sin faltar al dictado de mi sangre y sin por ello causar ofensa. Ruego a las musas por que nunca mi palabra le resulte infamia, pues he pasado mil y un vidas para contemplar sentimiento purísimo como el que me conmina a relatarle sin pudor y sin miedo y sin afán.

Contar cincuenta cuentos no ha sido sencillo: pinche Sherezada, estaba cabrona, quien fuera… Pero claro, ella se jugaba la vida en la intensidad de sus palabras; aquí, desde luego, no hay apuestas, salvo que al juego de cartas le llaman también azar, albur (doble sentido, re-flexión de la pausa donde le miro).

Hasta aquí llega mi voz, querido señor B; ha sido un gusto indecible mantener vuestra presencia tras las letras (y el relato trata justo de no-decir, creo yo, así, en creencia, en acto de fe). A las mil y una noches de cuentas no llego: cuando es monólogo se agota el tópico, el tema, no-tema, no se indigne su potestad, pues es correcto así, porque cincuenta días con sus cincuenta noches le han sido ofrendadas al creador a través de vuestro silencio y, sobre todo, por intermediación de la pasión en prisma que le intuyo, en contemplación de los márgenes de oficio que vuestra dignidad a tenido a bien permitirme admirar. Sírvase pues recibir mi agradecimiento por aportar la tinta a los días de renovación.

El placer, necesariamente es mío: he cumplido la palabra dada a mi confianza, muy propia. La señora C se despide de vuestra merced en tan público anonimato. Queda suya la voz en la distancia, pues con vos inicia y con vos concluye la representación.

Desde Nunca Jamás y en recorrido hasta Siempre.

De sí: señora C.

No hay comentarios: