lunes, 1 de septiembre de 2008

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XXXV

Jueves 28 de agosto

No lo quiero tocar, ni con el pensamiento, para no convertirlo en bruma con la embestida de mi intensidad en sangre océano, para que no se deshaga la fragilidad del viento musical con que las musas endulzan el imaginario: Dios nos libre de nosotros. Carne roja. Vino tinto. Ni siquiera sé si me atreveré a mirar sus ojos, temo que la maldición de la medusa lo convierta en piedra. Y estatua de sal ya no, nunca. Por eso no lo nombro, para no hacer ruido y escuchar la resonancia, muy apenas, asustadiza, la de sus mil y un nombres de leyenda… ¿Escucha usted? Son plegarias, el murmullo de nuestros antiguos mitos.

En silencio: señora C.

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