lunes, 15 de septiembre de 2008

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XLIX

Jueves 11, septiembre

A la Corte Real

Queridas damas de la Real Dignidad: os saludo al arrojar sobre la mesa las cartas que me restan. De nuevo he blofeado con la vida, apuesto mi eterno par de dos contra su quinto de ases: frente a ustedes tenéis lo que he podido decir: nada, casi nada.

Habrá que seguir hablando del señor B, tal como hemos hecho a través de las vidas que nos han sido concedidas. Siempre en su busca. Es acaso que el sentimiento se vuelca verdadero o falso asegún el ánimo en vuelo por el cielo raso del alma. Puede ser. Hoy queremos a uno, al día siguiente es otro el depósito de la imagen. Ella es quien permanece, inmutable en vigor por la entraña de hueco femenino: la imagen.

Es nuestro paso buscar hombre. Porque nosotras somos signo de la renovación de dios. Por eso nuestro sexo se abre para recibir, igual hace nuestro corazón; por ello nuestro sexo se abre para dar a luz. Hágase la luz, dijo; y la luz se hizo de entre nuestras piernas abiertas, como abierto es nuestro corazón que expulsa sueños hacia la claridad.

Quisiera dejar de amar, pero no puedo. Somos la estirpe del amor en pleno. No buscamos el dinero ni el poder: somos hijas de la noche, nuestro vientre contenedor del fruto de la creación. Isis es nuestra madre. Auto-concebimos igual que nuestra patrona Nix; por ello también es nido de monstruos la oscuridad de nuestra caverna: el amor también ocurre a través de su opuesto, el espejo trae consigo su imagen: ambas son, las dos existen: ¿quién habrá de entramar las fuerzas de nuevo en su unidad?

Esta es la fuerza del Toro Blanco, mi Nahual en pasión. Cómo quieren ustedes que no se alborote mi espíritu ante la escenificación de la fiesta brava: un hombre en traje de arlequín, lentejuelas en malla rosada; con su fantasía de baile al vuelo enrojecido. Cualquiera se arroja hacia la espada ante la fascinación del amor, travestido en la feminidad del torero; oculto el amor en la poesía del rito. Es poeta el hombre encantador. Y es mi sino morir sobre la arena, ofreciendo el espectáculo del sacrificio a cambio de vislumbrar la maravilla, un segundo apenas, y es un instante sin tiempo, la llama de la eternidad entrevista, como iridiscencia entre el oleaje, al abrir el pliegue marino de un verso, en el envés del sustantivo, entreverada en el verbo.

Y, entonces, si el amor es la narración de una trama, hemos de buscar en pie los pre-textos: las sogas con que hemos de atar el nudo que otorga el sentido, el porqué, el hacia dónde: el foco narrativo puesto en la sordera de sus ojos. Es la percepción de nuestra subjetividad quien alumbra el escenario para dar un efecto ahora, una transición aquí, la ilusión destacada a la izquierda y al fondo, junto a la tradicional ventana de lluvia en alborada.

En nombre del verbo justifico la blasfemia de nombrar. Ábrase el cielo al final de la frase, y que cada quien vislumbre el suyo reino del placer.

Señor poeta: cómo no pensar que es divino su proceder en el oficio. Su palabra hermética abre las puertas del laberinto. Usted me lleva a correr tras la fantasía, y en espiral caer por el terrible pozo que conduce al reinado de las maravillas. Es locura la voz del tiempo en el poeta. Enloquecer de amor. Tener visiones. Escuchar voces. Imaginar personas. Hablar por boca del actante. Ignorar hacia dónde le lleva el planteamiento de su obra. Sucumbir al grito desesperado del relato pendiente, ignorarlo, abandonarlo. Crear de nuevo, esta vez un híbrido, un ser deforme, sin credibilidad alguna.

Lo que nos resulta inverosímil es la vida, por ello intentamos hacer verosímil la ficción. A mí, señor mío, me resulta imposible. Carezco de la disciplina necesaria para darle sentido a la palabra; es ella quien me otorga el rumbo. Me resulta imposible nombrar mis pasos, pues es complejidad el instante, tridimensional la red que me sujeta a su influjo arácnido. Poeta araña, muerde, lame la flor de la criatura que soy.

La soledad es el cobijo de mis letras. Soy ser de cartografía silente, y no elegí serlo, fue la selección natural: sólo respondo a mi naturaleza, sin posibilidad de huir de ella pues sería huir de mi sombra en el bosque de nunca jamás.

Soy un relato. Por ello la palabra también se llama geografía. Son los accidentes quienes dan textura y nombre a la serranía de la pasión. Me nombro, y soy. Me he creado a mi propia imagen, el imaginario poético del mágico reino de Voz. En voz estamos. Somos habla sánscrita de la metáfora.

Es reproductivo el reino divino de la creación, y en ellos está implícita la sexualidad de la naturaleza: vientre y semilla. Elementos que se penetran para engendrar el fuego, la cadena química que detona la palabra amor.

Venga a nos el reino de la metáfora, luz del incidente, artificio para dar vuelta a la realidad y mostrar el revés, que no siempre es trágica la comedia. Siempre es último el aliento inscripto en el llamado. Soy mujer de palabra. La cumplo en virtud de la cruz que me toca llevar a cuestas, torpe caigo de rodillas antes de llegar a la cima de la ola; desde la altura me arrojo en espuma por borrar la huella de un hombre en la arena de mi historia. Arena de fiesta brava en mar embravecido.

Cúmplase la vos divina en verbo encarnado: hágase el instante.

Bajo vuestros pies, en la sima del volcán.

Señora C.

No hay comentarios: