lunes, 1 de septiembre de 2008

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA XXXVI

Viernes 29 de agosto

Noble Duquesa D:

Comprendo que la crisis que priva sobre las arcas reales afecta en mucho el ánimo, y nuestras posibilidades de guardar el equilibrio se reducen. Comprendo los argumentos del cansancio, cuando el cuerpo renuncia no sólo a los placeres, cuando es deseo apartarse del vértigo cotidiano y no da el cerebro para concordar el tiempo.

Pero, querida, amada Duquesa: no hay vereda, tome usted el pico y yo la pala, la invito a que tracemos el rumbo. En efecto: es peligro de selva y desolación del desierto lo que se alcanza a ver hacia lontananza. Pero, mire usted: dice, cuentan, que en la selva es posible admirar criaturas maravillosas y que muy rojos y violetas son los cielos sobre las dunas. Si por tal hazaña hemos de morir: venga a nosotras la dulce visión del destino.

Respire junto conmigo, que aliento no tengo, pero entre dos y entre tres y entre las que somos, las todas muchas que a cada una habitan, algo de brisa confortante hemos de abanicar.

Comprendo, querida, entiendo bien los signos de la soledad y el temor. Si un lenguaje hablo es tal. Pero, amiga: hoy es tiempo de celebración, porque ya hemos atravesado el tiempo que nos estaba dado construir, como un puente sobre nuestra pasión: todo hemos entregado, no hay reproche ni reclamo por hacer. Venga, querida Duquesa: vino y bailes para no olvidar la esencia del gran dios en nos.

Privilegiada por saberle cerca su alma de mí: señora C.

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