miércoles, 2 de septiembre de 2009

BITÁCORA DE NAVEGACIÓN REGRESIVA

DÍA DOS

Yo no estoy para juzgar a nadie, mucho menos a mí misma, ser de debilidades, frágil perversión, matiz profundo de un instante. No os había escrito, queridas, porque he visto, por un instante, mi rostro reflejado en los ojos de mi amigo, quién si no habría de venir a perderse conmigo en Más Allá, quién si no tocaría de ese modo estridente la puerta misma de mis entrañas, como si de algún vulgar infierno se tratara; y se relamen las fauces de mi sexo abierto, los colmillos afilados de mi alma entregada: he tenido la dicha inmemorial de vivir la plenitud del gozo, el placer del encuentro, la marejada de hormonas contagiando de sudor al tiempo: he pasado una noche enamorada, en el más pleno esplendor de la locura… Os escribo esta confesión ahora que nuestra embarcación se halla al fin mar adentro, mar abierto (abierto en dos, en tres, en cuantos cuentos sea necesario arribar)…

Y no he perdido la cabeza esta vez, hermanas; he seguido relatando, haciendo el malabar de la palabra para no perder la cabeza a manos de un Sultán de hadas… No, sólo prosigo, en canto abierto, porque mi amigo se ha lanzado en pos de un Lugar Común, ha subido a sus hombres a la nave y ha partido en busca de los cánticos de embeleso de los monstruos marinos, la piel blanquísima de las diosas de los Olimpos, se ha ido a ver si puede sustraerse a los embrujos, y me ha pedido que aguarde en puerto su regreso triunfal de la aventura, que aguarde, que aguante vara, que me aliviane… Pero tanto no dijimos, y yo sigo, en palabra abierta, siempre, en busca de Ulises, tras sus pasos; porque es verdad, Ulises, es cierto: ¿quién se resiste al canto mortal de la sirena aduladora? Sirena aulladora, como la que a cada rato pasa bajo la ventana virtual, por la mar de asfalto, en busca de un herido, en canto por un muerto, entre la espuma acelerada de la ciudad... Tras ella se ha ido Ulises, mi querido amigo, el más preciado, tras el primer chillido vulgar que de sus oídos hizo presa. Y me he quedado en puerto, con la inútil palabra al viento…

Es que no es posible hablar de amor sin caer en el abismo ilegible del cliché, en la cursilería… Bienaventurada sea la palabra cursi, pro que en ella quepan todos y más, y muchos e infinitos gozos… Por eso nos hemos hecho a la mar, nos hemos hecho a la imagen y la semejanza de la mar, nuestro eterno germen de hembras… Y no sé si alguien en el barco cree en verdad en la ruta; parecemos dudar los unos de las otras, de vez en cuando, cada vez más, al momento del sol calentando nuestras cabezotas… Por momentos sólo queremos ir Más Allá y Más Allá, sin ton ni son, sin melodía, vaya; porque embrujan las aguas del bosque de bruma seca, porque tal es el peligro que corremos hoy, mientras atravesamos este inhóspito tramo… Hay síntomas de confusión entre la tripulación, hay hostilidad, desconfianza; corroe la sequedad de esta bruma sobre un mar de sal… En el aire se huele la sequía, se palpan sus gránulos de arena.

Después de Más Allá sólo hay Más allá, por extensiones interminables de tierra estéril; eso nos dijo el sabio, cuando vio la seriedad en el intento de zarpar. Pero era esto o lo mismo a la orilla, esperando a Ulises, acosada por musculosos y patanes, por sucios de amplia sonrisa y palabra aduladora. No es posible resistir más, Ulises: te amo, y por ello he tenido que saber por dónde navegan tus instintos… Y entiendo, comprendo lo difícil que ha sido mi osadía de aguardar tanto, pero necesitaba fabricar las velas, el tejido, el textil, el texto que habría de funcionar como una vela, a modo de ala para impulsar la nave…

Nadie avisó al capitán De´Lira que él habría de comandar la hazaña, hasta que fue tarde; De´Lira deniega el cargo, y la verdad es que ninguna hemos querido tomarlo, así que nadie va al timón, cada quien se ha sumergido en la bruma reseca de la duda. Apenas, para no dejarme llevar del todo pro los influjos del desierto, escribo estas líneas…

Tierra a la vista, tierra a la vista; grita alguien en cubierta, pero puede tratarse de una alucinación más de la Infanta U, alguna nueva exégesis enfermiza de De´Lira, alguna visión mística de la Condesa L, cualquier espejismo de Lady I o de la Duquesa D, quizá otro acto fallido de mis oídos sordos…

Incierta: Señora C.

1 comentario:

Ileana Cruz dijo...

Querida amiga, qué puedo decirle de loa caballeros de armadura sónica que no hayamos platicado ya? Sólo que enmudecen y en ocasiones no bastan los remedios para la ronquera, pues la causa de la mudez es el miedo, y contra eso, querida Señora, nada se puede hacer.

Tierra a la vista, espejismo o no, es lo que habrá que tocar, porque si seguimos el rastro de Ulises, nos esperan muchas islas, monstruos, seres de pesadilla. Quizá perdamos uno que otro pasajero devorado por algún cíclope, aunque estoy segura, no será ninguna de nosotras, servirán los maniquiés y las personalidades fársicas que suelen rodearnos, aquellas otras yo. Perecerán las débiles, las tontas, las cobardes. Amiga, sólo queda rendir el timón a la mar.