jueves, 7 de mayo de 2009

CINCUENTA EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA

Epístola 50 regresiva

Querido amigo:

el papel se agotó

aun el que yo representaba. Escribí mil y un deseos en la noche asfixia de mi prehistoria; en ansia de intensidad quemé los signos sobre la celulosa posible: grabado el corazón en corteza de árbol, papiro, amate, libreta escolar, papel higiénico. Incinerado en aquelarre carnaval el dicho. Cómo dirigir a usted una palabra nunca nombrada, un mínimo prefijo nuevo para decir mi estirpe laberinto, si no hablo más lengua que la del fuego, si es una la palabra (llama (flama)), la intuida, indecible su nombre agotado en la mención del ruido. Entre los intersticios del tiempo, he hallado la última piel, y le he dibujado un croquis: ésta sí soy yo. ¿Qué quiere usted que yo sea, si sólo soy? Entrego en inmolación mis cartas; sin su par, pero no hay duda: abiertas en lectura adivinanza, frente al espejo, impúdicas se duplican; y ahí tiene usted la resonancia: hecha en mí, a imagen y semejanza en el oficio suyo, la presencia. Bandera blanca al ritmo del son de paz, querido. No tema. Ningún tópico le encomiendo, pues. Simple alquimia. De persona turbulencia de fría lentejuela neón, a sencilla trama de ánima forjada al blanco vivo, pero muy cierta en mi ignorancia en blanco, pero en germen verídico mis canas blancas…

Suya (es sólo una palabra y, como tal, se sostiene su nudo en la garganta)))

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