lunes, 28 de julio de 2008

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA II

Estimada Lady I.

Ahora que mi partida parece proclamarse inevitable, me resulta grato escribirle unas cuantas líneas de agradecimiento: la exquisitez de su velada de máscaras puede compararse sólo con una buena puesta en escena.

Me parece que mis palabras serán pocas para manifestar la gratitud por haberme presentado al apreciable señor B; está por demás ponderar su buen gusto, mi Lady, el cual ha demostrado ser indudable en más de una ocasión.

Las palabras del señor B me han impactado, debo admitirlo; la sinrazón que comienza a manifestarse en mí es razón (y paradoja), suficiente su fuerza para sumarse a la contundencia de mi deseo por emprender cuanto antes el viaje de regreso a mi tierra natal: las orlas próximas del mar… Porque usted sabe, mi Lady, de la grave enfermedad del alma que me aqueja, usted sabe que mi voz no puede sino pronunciar maldiciones, que temo por la cordura de mis palabras… Usted sabe que debo ir a encontrar mi otra mitad dentro del mar, más allá del linde con mi soledad infinita: sólo así mi voz podrá ofrecer aunque sea una mínima bendición, un buen decir, una palabra mágica que me redima del pecado de la tristeza.

Pero, mi Lady, el motivo de mi carta a usted no es hablar del leve temblor que siento al partir, sino decirle que usted es parte de la vibración con que me impulso hacia el abismo: su amistad de cascabeles y polvos brillantes me provee de las fantasías necesarias para volar rumbo al país de nunca jamás.

No puedo expresar mi gratitud.
Su atenta amiga: señora C.

1 comentario:

Ileana Cruz dijo...

Querida señora C:

El viaje ha resultado una bendición, puesto que tiene la oportunidad de hacer su labor de fenix a las orillas del tiempo, no tendrá que recurrir a los subterfugios del amor terrenal, ni tampoco a los laberintos interiores en los cuáles es fácil perder el sentido de la búsqueda a falta de un referente neutro como el mar.

Sépase una inspiración para nosotras, partícipes de esta corte de milagros y letras, de sueños y anhelos, de viajeros. Qué sería de mí (de nosotras me atrevería a decir) sin sus letras, complicidad, palabras de aliento, que pese a lo que diga, no son malidicencias, sólo reflexiones desde el borde de la tristeza.

Sepa querida amiga, que le acompaño en su viaje mientras bordo con sueños un futuro más prometedor, un futuro en paz, para ser el momento.

Gracias, mil gracias querida señora C, que en lo que prepara su viaje y en su ausencia, aguardamos con ansia sus palabras de inmortal en sus ratos libres.