miércoles, 30 de julio de 2008

EPÍSTOLAS DE AMOR A LA DISTANCIA V I

Su Excelentísimo Príncipe de Q, Ministro de la Razón.
Mis respetos para su valerosa y bella Dama; flores para sus pequeñas Principessas.

Usted, Sabio Príncipe, sabe que a tras algunos años dedicados a mi labor de Tutora de los infantes de la corte del reino de Oz, y dadas las alturas académicas que vuestra enseñanza me ha concedido percibir, estoy en condiciones de justificar el amor por casi cualquiera de sus aristas (artistas); soy ecléctica rémora: puedo apegarme a cualquier miga de explicación que las ciencias y las metafísicas expresen.

Es verdad: el amor acude como patología de la propia carencia psíquica. Parece resultar igualmente verídico que se trata de la reacción química de nuestras sustancias, del llamado eléctrico entre las neuronas de nuestro pequeño cerebro. Hay condición social en la conformación de los juramentos amatorios; es antropológica la explicación del rito de la unión (como que quiere y no puede, como que sí, como que no), y es biológico el ritmo en el baile de apareamiento: la sonrisa es instinto, la cadera abierta, el latido acelerado. Ello tiene explicación. Encuentro también razones del místico instante y la poderosa cábala para atender el llamado a la devoción. Es posible, incluso, hablar del punto de vista pedagógico en la concepción del amor: breve tratado de los signos con quienes (ellos, los otros y yo) nos con-formamos: re-signación eterna. Y, mire usted, Su Majestad del Positivo Polo: henos aquí ya en la pauta de la plegaria religiosa. Alabanza. Y es sólo cuestión matemática para dividir el verbo y clonarnos en ecuación, poesía algebraica: Alabanza. Ala y balanza. Ala y danza. Alá y se abalanza el Toro en su laberintode historiador. Vuelo y equilibrio. Planeación estratégica, que también le llaman. Marketing de plaza y producto (a qué hora y dónde nos hemos de citar, qué atuendo será el indicado, que no comprometa mucho el alma dichoso encuentro). Es el amor efímera constancia de la doble negación que soy, y estos son ya terrenos de la lógica. Ser o no ser (me-quiere-no-me-quiere-me-quiere: hermoso lugar común de la sabiduría popular, el mítico relato y la voluptuosa filosofía de la estética). Ser o no ser. Y basta un parpadeo para ingresar en los dominios del Tao. No soy. Sólo amo. No soy. Amo. Amo, luego: existo. De los cuentos de hadas inmiscuidos no vale la pena hablar con usted, Su Excelencia de Q: la suya y la que Dios le confiere: estratificación estadística de divorcios, uniones libres, matrimonios clandestinos, otro Romeo que muere en Venecia antes de consumar el acto. La cuestión no es que vivan felices para siempre; la interrogante es cómo hacen para conseguirlo.

Su Ilustrísima Razón: como mi confesor: he cometido perversión científica, incesto metodológico y herejía didáctica. En verdad Os digo: es preciso que ingrese al cuidado de las Hermanas del Silencio. Por ello, suplico, desde el fondo de la más íntima de mis dudas: la metódica, en flagelo sobre la misericordia de la Tábula Rasa, pido Su Altísima Venia y ruego para que usted encomiende mi alma a San Vigotsky y San Piaget, a San Buda y San Francisco; que por intermediación de Su Santo Escepticismo pueda yo hallar la materia de mi técnica poética y estas epístolas sean.

Su Excelencia: con método aplicaré las enseñanzas de al episteme que, en materia de amor, usted ha heredado de su Amantísimo Señor Padre, quien en paz descanse y desde Su Misterio le vele a usted. He de ingresar al convento, porque cierta estoy que no he dominado el rigor para disciplinarme en la práctica de los tres momentos del ascenso positivista a la gloria de Dios, menester en el cual Su Magnificencia ha tenido a bien instruirme para construir el amor (constructivistas soy, hay sustento filosófico para mi dicho, y cita a pie de página, como quien se postra al pie de la Santa Cruz).

A saber, si he comprendido bien la trinidad aleatoria: verle comer, mirarle en traje de nado y asistirle en la enfermedad. Recopilación de datos sobre muestra aleatoria.

Bien hablado su Ilustrado Padre al depositar en usted tan sabio y hermético conocimiento, dado en el turbio tamiz de la prueba y el error, reivindicación por donde las ciencias sirven en la vida del común misterio cotidiano y dejan de ser meras concreciones del objeto. Si al comer se embute, signo de pobreza eterna: ningún dinero podrá saciar el exceso, mucho menos el de esta pobre plebeya. Si al aligerar su ropa encuentro gusto en mis sentidos, podré hilvanar el cronograma de una pasión sobre el implacable tiempo. Y si es en bien mirarle enfermo, y si mis ojos no se apartan de su debilidad, y si en la palidez encuentro mi propia misericordia en vez de repugnancia, si en el hedor del tiempo encuentro mi responsabilidad y mi complacencia en el bien común (de Su Real Sociología cito), si en entonces puedo con la mística serenidad de la constancia, y puede el otro haberme visto ahí, entonces habré hallado un ser humano empíricamente comprobable.

Porque siendo el amor todo lo anterior citado, es mucho; razón más compleja aún de lo que mi mundano espíritu había contemplado al través de la ficción; y no está en mí abarcar tantísimas y tan extenuantes materias como su dominio requiere, si apenas soy aprendiz de Tlacuilo, bocetos burdos del paisaje de estas tierras, dominio de la Nuestra Señora Serpiente Emplumada (por quien nuestro pueblo sigue esperando su regreso glorioso). Así sea… Pero hasta no ver, no creer. Porque mucho pienso en el distinguido señor B, pero no es mi pensamiento signo de sustancia; son delirios, pecado de sesgo en las pruebas de la experiencia, cuestionable falta de ortografía en el acento de la pasión. He de saber ver lo que es y no lo que supongo. A las pruebas. A ello he de encomendarme, Su Majestad. Y por ello: rigor al denunciar el objeto de estudio (((objeto de curiosidad, objeto a desentrañar…

Por ello, en lid de voluntad, arropo la hipótesis con el zarape veteado de antedicha estructura teórico-conceptual y en bien por tal método me es dado suponer: que no contrapone el juicio a la permanencia en la luz del instante místico: aquí y ahora. No he sido y no seré: soy. El señor B no ha sido y no será: es.

Parto con mi vara donde apoyar el camino y azuzar los frutos del huerto que he de cultivar. Llevo apenas mi cuenca, depósito del sagrado alimento, la santísima bebida, el bautizo de mi frente. Mi hábito empobrece y mi deseo mengua. Así sea. Así se transforme mi alma en humildad (((qué soberbia desearlo, que paradoja es este abismo???

Confío en recibir Su Salvoconducto para internarme, sin contratiempos y a la brevedad que mis urgencias exigen, en el Sanatorio de las Purísimas Hermanas del Silencio en la muy Real y Noble Provincia de Puerto Final.

Siempre en admiración de su Majestad del Razonamiento Puro.
Su atenta y respetuosa discípula: señora C.

1 comentario:

Ileana Cruz dijo...

Querida Señora C.

Los santos constructivistas que menciona estarían orgullosos de su construcción lúdica y social del texto, y también de su convencida afirmación con respecto al sustento teórico; no sólo ellos, también los beatos que aún caminan por esas tierras de tan árido terreno de la educación como Ausubel y Novak, Jonassen y Coll.

Querida Señora, ya que el Príncipe de Q regresó a su lejana corte, más allá de la Ciénega, sólo nos queda aspirar a su sabiduría también a distancia. Y usted, claro, dignamente supo encaminar sus letras tal como lo indica el método (cita al pie, tal como se indica).

Así pues, como aprendiz de tutora, maga virtual, le saludo con un abrazo una vez más.

Su atenta servidora
Lady I.